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Los aprendizajes de Madrid; más de un año del paso de la dana gestionada por Ayuso

El paso de las lluvias por Madrid y Toledo dejó lecciones aprendidas y otras que se las llevó el agua

Daños causados por la dana de septiembre de 2023 en un puente de Aldea del Fresno, en el oeste de la Comunidad de Madrid.
Daños causados por la dana de septiembre de 2023 en un puente de Aldea del Fresno, en el oeste de la Comunidad de Madrid.Álvaro García
Jacobo García

Hay una mujer en un pequeño pueblo de Madrid, a 385 kilómetros de Valencia, que llora cada vez que pone la televisión. Llora cuando ve a gente amontonando muebles, cuando ve a los vecinos barriendo calles o a los voluntarios con botas de goma llenas de barro. Una mujer que odia el marrón porque lo perdió todo en la riada y un año después sigue apareciendo lodo seco en las fotos de su hijo, en el neceser o en el pijama. En la pared del salón, a la altura de la lámpara, sigue pintada la raya color chocolate que dejó el agua. Llora cuando oye llover porque, según la Cruz Roja, sufre estrés postraumático.

Más de un año después, la Comunidad de Madrid es un buen tubo de ensayo en el que analizar lo sucedido en Valencia a pesar de las enormes diferencias: de los 500 litros por metro cuadrado, 221 muertos y la total destrucción de infraestructuras y viviendas de Valencia a los 150 litros, cinco fallecidos y tres puentes derribados de Aldea del Fresno, Villamanta, El Álamo o Villanueva de Perales. Pero hace un año fue la primera vez que en España se envió una alerta a todos los móviles y la primera vez que la Aemet marcaba el paso a la actuación política.

Catorce meses después, en un recorrido por casi una decena de pueblos del oeste de la Comunidad de Madrid, hay una idea que se repite: la alerta en el móvil salva vidas. Lo dicen una y otra vez, y de forma indistinta, un alcalde, un vecino o una víctima. Pero en la película de aquella dana hay un antes, un durante y un después, cuya gestión está en las antípodas de Valencia, pero en la que se repiten algunas escenas.

La dana golpeó el domingo 3 de septiembre, pero desde el día anterior la Aemet advertía de potentes lluvias en el centro del país. Así que cuando llegó el día, los servicios de emergencia estaban preparados, los bomberos y los helicópteros listos, la UME prevenida, los alcaldes advertidos y hasta los medios de comunicación tenían gente desplazada a los puntos más complicados.

Ese domingo, desde las 9 de la mañana, el centro de emergencias del Ayuntamiento de Madrid comenzó a monitorear la situación y dos horas después, a las 11, llegó el alcalde, José Luis Martínez Almeida. “¿Puede haber muertos?”. “Sí, pues adelante”, recordó Almeida este miércoles en El Hormiguero cuando se atribuyó el éxito de haber salido ante los medios de comunicación para pedir que la gente se quedara en casa después de una conversación telefónica con los responsables de la Aemet.

A partir de ahí, las vivencias de Valencia y Madrid se parecen: coches navegando a la deriva, cauces que nunca habían tenido agua desbordados, gritos angustiosos, rescates heroicos de la Guardia Civil, garajes y viviendas llenas de barro. Historias como la de Carmen Lozano en Villamanta, pero que podría ser en Paiporta, que lo perdió todo y salvó su vida de milagro cuando se subió a la cama con sus perros hasta que con la cabeza tocó el techo y los voluntarios llegaron a salvarla.

Los días post dana, también dejan en muy mal lugar a Carlos Mazón. El lunes a primera hora, la presidenta de la Comunidad, Isabel Díaz Ayuso, recorrió los municipios más golpeados. A las 6 de la tarde el Ejército ya tenía el encargo del Ministerio de Defensa para la instalación de un puente provisional y una hora después, un grupo de oficiales recorrió la zona. A esa hora ya había maquinaria pesada trabajando en la zona. Ese mismo día decenas de personas buscaban los cuerpos de los desaparecidos y la única voz discordante fueron las de Almeida y el presidente de Andalucía, Juanma Moreno, pidiendo a la Aemet “afinar” sus previsiones meteorológicas cuando a 30 kilómetros de ahí era zona de guerra y se seguía buscando cadáveres. A ambos les respondió el ministro Fernando Grande-Marlaska, cuando dijo que sobre las alertas: “Frivolidades 0″. Hablando del desastre, aquel día Marlaska presumió que el sistema de Protección Civil español “es uno de los más potentes del mundo” y una de sus características principales es “la cooperación y coordinación entre las instituciones”. Al día siguiente, el martes, el delegado del gobierno en Madrid, Francisco Martín Aguirre, también llegó a la zona y prometió 23 millones de euros y Emiliano García Page, presidente de Castilla-La Mancha compareció en la Asamblea manchega para explicar lo sucedido. Al final del día habían sido recuperados los cuerpos de los cinco fallecidos.

En aquellos días, entre quienes pasaron muchas horas en el agua, también se oyeron frases que volvieron a escucharse en Valencia. “El agua bajaba arrastrando todo: árboles, maleza, animales, coches… Todo fue taponando los orificios de los puentes y el agua pasaba a presión como una gaseosa hasta que finalmente los derribó”, contaban los afectados aún con el miedo en el cuerpo. Un año después, el post del post, deja un exitoso balance de Ayuso en la reconstrucción. La Comunidad de Madrid ha invertido 60 millones de euros, destinó una brigada de 100 personas sobre el terreno y los puentes, carreteras y polideportivos que se prometieron para dentro de 14 meses fueron entregados a los nueve meses.

Sin embargo, un sabor amargo se respira en la ribera del Alberche o Arroyo Grande. En la misma calle de Villamanta, donde Ayuso inauguró un campo de futbol con uno de los mejores césped de España y unas gradas que son la envidia de la zona, Concha, la mujer que llora cada vez que pone la televisión, vive de prestado. Desde que lo perdió todo, su vida ha sido un calvario administrativo. “Las aseguradoras intentan racanear el pago, no hay ayudas individuales y siguen llegando las facturas de la luz, del IBI, del coche, la hipoteca... que se preparen los valencianos para pasar horas y horas haciendo trámites”, dice quien desde entonces no tiene más que deudas.

Un año después continúan las críticas al estado de los cauces. Según José Miguel Lloret, alcalde de Villanueva de Perales, un municipio de 1.600 habitantes que sufrió daños en el colegio, el centro cultural, la Casa de la juventud y el polideportivo, todo está ya reparado, pero los cauces siguen estando sucios y la Confederación Hidrográfica del Tajo pone muchas pegas para limpiarlo. Según el alcalde, toda la lluvia que cayó aquel día llegó por el canal del río hasta una rejilla en un puente de tres metros de ancho por dos de largo que se taponó, lanzando con fuerza el agua que arrasó con todo. “Hemos enviado más de una decena de solicitudes a la Confederación Hidrográfica del Tajo que han sido denegadas”, dice el alcalde.

Luis Villanueva, un vecino de Aldea del Fresno, paseaba este viernes por el cauce del Perales, ya más limpio y despejado que hace un año cuando era el epicentro de una zona devastada. Cuando da su opinión sobre lo sucedido no se le ocurre otra cosa que sugerir una canción de Rubén Blades: “Prohibido olvidar”. En este post agridulce, los vecinos juegan también un papel importante. Unos saben ahora que viven en zonas inundables, otros han reconstruido casas y paredes y otros, aprovechando el despiste, han agrandado su vieja finca levantando sus nuevos muros más cerca aún del cauce. Otros, como Concha, no dejan de llorar cada vez que se habla de Valencia en televisión.

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Sobre la firma

Jacobo García
Antes de llegar a la redacción de EL PAÍS en Madrid fue corresponsal en México, Centroamérica y Caribe durante más de 20 años. Ha trabajado en El Mundo y la agencia Associated Press en Colombia. Editor Premio Gabo’17 en Innovación y Premio Gabo’21 a la mejor cobertura. Ganador True Story Award 20/21.
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