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El sicariato llega al corazón de Madrid

La forma en que intentaron matar a Vidal-Quadras revela una pujante industria criminal que tiene en la moto su principal aliado

Jacobo García
La policía rastrea la calle Núñez de Balboa donde el jueves intentaron matar al político Alejo Vidal-Quadras con un disparo en la cara.
La policía rastrea la calle Núñez de Balboa donde el jueves intentaron matar al político Alejo Vidal-Quadras con un disparo en la cara.NACHO DOCE (REUTERS)

El intento de asesinato de Alejo Vida-Quadras fue ordenado por Irán, según dijo el político catalán, pero el diseño y la ejecución del atentado lleva sello sudamericano, según coinciden los expertos. Por el momento, la policía ha descrito el atentado como “planificado” y ejecutado por sicarios “profesionales” que se acercaron caminando y huyeron en una moto. Esta forma de matar ni siquiera es habitual en Marbella, aclaran fuentes policiales de la ciudad malagueña, donde los ajustes de cuentas entre mafiosos suelen ser habituales “pero siempre entre ellos y rara vez contra un político tan conocido”. De toda esta operación, a los agentes en Madrid lo que más les extraña es que “los sicarios solo efectuaran un disparo y no terminaran el trabajo”, explican. Precisamente eso, terminar el encargo, fue el principal temor de Vidal-Quadras en los minutos siguientes al atentado: “Ojo, a ver si vuelven”, dijo dos veces con la cara ensangrentada, según los testigos que lo atendieron en un primer momento.

Contratar a un sicario en España, en cualquier caso, es un fenómeno cada vez más frecuente. En nuestro país cada año hay 40 asesinatos de este tipo. La mayoría relacionados con el tráfico de drogas y se ejecutan en la Costa del Sol, principalmente en Marbella. En 2018, el litoral malagueño registró una cifra récord: veinte asesinatos y un año después una docena más. La Policía Nacional creó en 2019 un grupo especializado en ajustes de cuentas dentro de la Unidad de Delincuencia y Crimen Organizado (UDYCO). Se trata de una unidad formada por agentes procedentes de otros grupos, que investiga las muertes por encargo.

Irónicamente en Colombia muchos ciudadanos suelen bromear diciendo que la industria que mejor funciona en el país es la industria del crimen. En este contexto, la moto es una de las grandes aportaciones colombianas al mundo del hampa. Este tipo de homicidios tienen siempre los mismos ingredientes: el casco, la pistola, la moto y los dos ocupantes. Matar de esta forma permite todo lo que quiere el asesino: actuar rápido, huir entre el tráfico y no ser identificado. Deshacerse después de una moto es más fácil que hacerlo en un coche. Este tipo de atentados tuvo su momento álgido en la Colombia de Pablo Escobar. Así mataron, entre otros, al ministro de Justicia Rodrigo Lara Bonilla, considerado un referente en la lucha contra el narcotráfico, asesinado en 1984 por dos sicarios que abrieron fuego en medio del tráfico por orden de Escobar. Esta metodología se ha reproducido en Venezuela, en México o en Centroamérica, pero en ningún lugar ha sido tan habitual como en Colombia. De aquella época pervive hasta hoy en la norma que prohíbe llevar a un hombre en la parte trasera de la moto (aunque sí a una mujer). Para los colombianos, ver dos hombres en una moto recuerda los años más violentos del país y hoy es más fácil que un policía detenga una moto por llevar a dos hombres que por viajar tres personas.

En Madrid, los asesinatos por encargo se gestionan en ‘oficinas de cobro’, el nombre coloquial que recibe la franquicia criminal creada para los ajustes de cuentas. Durante una conversación informal en una visita a una cárcel cercana a Madrid, un preso conocedor de esta industria resumió así las tarifas por este tipo de “trabajos”: 50.000 euros por matar a alguien relevante, 30.000 si es un tipo común, 3.000 euros por una paliza y 1.500 por romper una extremidad.

En el caso de Vidal-Quadras, la investigación policial está analizando la metodología empleada en algunos de los últimos atentados de sicarios en Madrid.

En agosto del año pasado, en Ciempozuelos, un sicario terminó con la vida de René Aroni Lima, alias ‘El loco Aroni’, un violento mafioso que salió huyendo de Perú después de siete asesinatos y varias salvajadas, como lanzar varias granadas contra un colegio. Otro sicario, también peruano, siguió sus pasos hasta España y terminó con él frente a una calle llena de chalés adosados tan característicos de Ciempozuelos. Este asesinato incorporó algunas variantes que la policía está considerando: Aunque los asesinos huyeron en una moto, también intervino un coche. Antes de su ejecución, los sicarios emplearon varios días vigilando dentro del coche los movimientos del mafioso, anotaban horarios y visitas mientras ensayaban en voz alta la operación, según se comprobó en los videos encontrados meses después. Finalmente, salieron del coche, le dispararon dos veces al cuello y dos al pecho y huyeron en la moto abandonando el vehículo.

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Otra posibilidad es que el asesino ni siquiera siga en España, tal y como sucedió con el asesinato de José Luis Lucas Serrano, de 32 años, ejecutado por error cerca del Manzanares en 2014. El joven tuvo la mala suerte de tener un coche similar al de un conocido alunicero al que habían puesto la cruz por un robo de cocaína. Atrapado en el tráfico, José Luis estaba detenido en un semáforo cuando una moto se puso en paralelo y le tocó la ventanilla. Cuando Lucas Serrano prestó atención recibió ocho disparos, tres en el rostro y cinco más en el pecho y el abdomen. Esa misma tarde, el sicario salió en coche desde Madrid a Alicante y compró un billete de avión con destino a Bogotá con salida desde Barcelona. Cuando la policía le pisaba los talones, descubrió que había comprado un segundo billete en dirección a Panamá con escala en Lisboa.

En el caso de Vidal-Quadras, la policía se centra en el análisis del casquillo, aunque el arma utilizada— una 9mm parabellum es demasiado común en el mercado negro— la moto calcinada encontrada en Fuenlabrada, y las cámaras exteriores, para identificar al sicario. Parte del problema es que las cámaras no siempre ayudan. Este ejemplo de 2018 investigado por EL PAÍS sobre un conductor que se dio a la fuga en la calle Alcalá, confirma que morir atropellado en el hipervigilado centro de Madrid no garantiza encontrar al culpable. El día del accidente, la familia del conductor fallecido descubrió que la cámara del Ayuntamiento instalada en lo más alto de la Plaza Manuel Becerra transmite, pero no graba, y las cámaras de videovigilancia eran de tan baja calidad, que no permitía leer las matrículas de los coches. El día que intentaron matar a Vidal-Quadras fue festivo en Madrid, pero cuando el viernes las tiendas reabrieron sus puertas, la policía pidió a los comercios las grabaciones de los últimos 15 días.

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Sobre la firma

Jacobo García
Antes de llegar a la redacción de EL PAÍS en Madrid fue corresponsal en México, Centroamérica y Caribe durante más de 20 años. Ha trabajado en El Mundo y la agencia Associated Press en Colombia. Editor Premio Gabo’17 en Innovación y Premio Gabo’21 a la mejor cobertura. Ganador True Story Award 20/21.

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