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Conseguir hueco en un ‘coliving’ en Madrid con 57 años: misión casi imposible

Las empresas reconocen que venden “crear comunidad” y eso deja fuera a gente que supera los 50 años. Es el caso de Ana Lillo, que se muda a la capital para trabajar y le han dicho que no nada más conocer su edad

Ana Lillo posa en los jardines del museo arqueológico de Alicante el 16 de agosto de 2023.
Ana Lillo posa en los jardines del museo arqueológico de Alicante el 16 de agosto de 2023.JOAQUIN DE HARO RODRIGUEZ
Beatriz Olaizola

La primera vez que le dijeron que no, se sorprendió. A la segunda, tercera, cuarta, quinta y sexta, ya esperaba la negativa. Ana Lillo tiene 57 años y en septiembre deja Alicante, donde reside ahora, para vivir durante cuatro meses en Madrid. Lo hace por trabajo, es realizadora de televisión y este otoño tiene un rodaje más largo de lo habitual. Hasta ahora, iba y venía en tren o dormía en casa de un amigo. Esta vez se queda más tiempo y pensó en alquilar un apartamento, pero en la mayoría piden entre seis meses y un año de estancia como mínimo. Optó por el coliving, uno de esos espacios ―a caballo entre el piso compartido y la residencia universitaria― donde el inquilino paga una renta mensual por una habitación y comparte las zonas comunes (cocina, salón, despacho, terraza y hasta gimnasio o sala de juegos) con otros inquilinos. Lleva desde junio buscando y la mayoría de las empresas con las que ha contactado han parado el proceso o dejado de responder nada más saber su edad.

“Por ahora, solo me han dado el sí en uno”, cuenta por teléfono. En el primero donde solicitó plaza, todo iba bien al principio. Escogió la habitación y las fechas, hizo un tour virtual ―habituales en estas empresas― e incluso envió sus datos y número de cuenta para gestionar los pagos mensuales. Pero casi al final del proceso y acompañada de un tono de extrañeza, llegó la pregunta:

― Ah, pero, ¿es para ti?

― Sí, es para mí.

― Es que nosotros solemos tener gente más joven, con formas de vida similares y compatibles.

“¿Acaso les han preguntado a los que ya están si yo soy o no compatible? Trabajo cuatro días a la semana y los tres restantes seguramente me vaya a Alicante con mis padres. El coliving, por lo que entiendo, no es para estar de fiesta”, se queja. En otra de las empresas le pedían rellenar una ficha para iniciar el proceso y en la fecha de nacimiento no le dejaron seleccionar su año: “Empecé a darme cuenta de que la mayoría de veces la negativa era por la edad. Habré buscado en unos siete sitios diferentes”. Con algunos ni siquiera contactó porque en la página web ya marcaban un límite o incluían frases como “diseñado exclusivamente para jóvenes profesionales”.

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Este periódico ha contactado con cinco empresas para alquilar una habitación para una persona de entre 56 y 59 años. Solo en una han respondido que “no hay problema por la edad”, aunque pide una estancia de mínimo seis meses. En tres de ellas dijeron directamente que no. “Nuestros coliving tienen inquilinos de edad media entre los 22 y 24 años que prefieren vivir con coetáneos”, fue la respuesta de una. Otra solo contestó: “No, lo lamento”. Y en la quinta, explicaron que “por poder”, si se puede aplicar para un dormitorio con 59 años, pero que el ambiente es para personas más jóvenes y que solo han tenido un inquilino de esa edad hasta ahora.

Impulsar la “comunidad”

Lillo empezó por lo más sencillo: un exploración rápida en internet. Si uno teclea “coliving” o “habitaciones coliving” en el buscador, aparecen de golpe entre 11 y 15 empresas dedicadas a ello en Madrid, la mayoría con el nombre en inglés. Las páginas web de todas ellas se parecen: diseño moderno, colores vivos, letras grandes y fotos de gente joven y guapa riendo, charlando o tomando una copa de vino. Y una palabra que se repite en todas: comunidad. “Nuestra comunidad será tu motor”, se presenta una. “Sé parte de la Comunidad”, dicen en otra. “Creamos comunidad”, promete una tercera. En algunas se dirigen al futuro inquilino directamente en inglés ―“enter as strangers, live as friends (entrad como desconocidos, vivid como amigos)”―, porque muchas de las empresas son extranjeras.

La comunidad es, precisamente, uno de los motivos del éxito del coliving. Todos prometen ser un espacio donde los inquilinos no solo comparten desayuno, comida y cena, sino también intereses, experiencias y hasta trabajo. Una de las compañías se presenta así: “Accede a una red de gente talentosa a través de nuestros hogares y expande tus conexiones o incluso conoce a tu próximo socio”. Muchas ofertan también zonas comunes para trabajar, los llamados coworking.

“Funciona con gente que comparte un estilo de vida. No quiere decir que tengan los mismos gustos o empleo, pueden ser personas muy diferentes, pero con ritmos similares. Es importante que no haya incongruencias entre personas”, explica Claudia Russo, directora en Madrid de Cohabs, un grupo belga que abrió el primer coliving en la capital en enero y tiene varios en ciudades como París, Nueva York, Bruselas y Luxemburgo.

El coliving de Cohabs en Madrid está en Tetuán. Es un edificio de 432 metros cuadrados y tres plantas en la zona de Azca, totalmente reformado y con 16 dormitorios. El precio de las habitaciones va de los 810 euros la más barata ―10 metros cuadrados, baño compartido y wifi incluida― a los 940 euros la más cara, donde solo cambia el tamaño del cuarto, en este caso de 15 metros cuadrados. Por ese precio, los inquilinos también tienen acceso a 14 baños, gimnasio, sala de cine, lavandería, cocina y área de trabajo. Y les suministran los productos básicos, como aceite, sal, bolsas de basura o detergente. “Todo aquello que pueda generar tensiones”, para que no se resienta la convivencia, cuenta Russo. La demanda es tan alta ―entre 30 y 40 solicitudes a la semana― que ya están reformando dos edificios más en la ciudad y esperando la licencia para otros seis.

En Cohabs no discriminan por edad, asegura Russo: “Tenemos una persona de 21 y dos de 40″. Aun así, los inquilinos tienen 28 años de media. La empresa maneja dos tipos de edificios: aquellos donde el perfil tipo son jóvenes procedentes de otras comunidades autónomas u otros países que se mudan a la capital para trabajar (así es el coliving que han inaugurado en Madrid); y los pensados para gente de entre 40 y 50 años. Por ahora, de este segundo estilo solo hay uno y está en Bruselas. “Hablamos con todos los interesados y somos totalmente transparentes. Les decimos que si son conscientes de que van a tener que compartir espacio con más personas y si creen que en ese ambiente se sentirían cómodos. Pero son más importantes los perfiles con un mismo estilo de vida, aunque tengan edades diferentes”, añade.

Lillo cuenta que en alguna de las empresas no mencionaron de forma explícita la edad. “Pero al hablar conmigo, parte de la conversación iba encaminada a ello. Me preguntaban hace cuánto empecé a trabajar o cuántos años de experiencia tengo. Luego no volvían a ponerse en contacto conmigo, aunque ya me habían dicho que había hueco en septiembre”, recuerda.

“Fuga” de propietarios

José María Alfaro, presidente de la Federación Nacional de Asociaciones Inmobiliarias, comenta que “las agencias están notando una fuga de propietarios hacia el alquiler vacacional, el coliving y otras modalidades”, sobre todo en las grandes ciudades. La tendencia, explica, es que los arrendadores con más experiencia y los pequeños inversores opten por este tipo de servicios “en pisos amplios convertidos en espacios privados con zona común, una evolución del alquiler por habitaciones”. “Incluso venden sus pisos en alquiler y optan por comprar locales u oficinas para alquilar o destinan el dinero a otras inversiones inmobiliarias menos tradicionales, como la compra de terrenos rústicos para huertos urbanos o solares”, añade.

Hasta ahora, en Madrid solo estaban regulados dos tipos de vivienda: la colectiva y la unifamiliar. Pero la modificación de las normas urbanísticas ―aprobada este julio con los votos en contra del PSOE y Más Madrid y la abstención de Vox― introduce como novedad los dos modelos residenciales emergentes del cohousing y el coliving. En el primero, las viviendas deberán ser como mínimo de 30 metros cuadrados y con las zonas comunes llegar a los 40; en el segundo, las habitaciones no podrán ser inferiores a 15 metros cuadrados para una persona, ni a 10 metros por persona cuando estén previstas para más de una.

Lillo todavía no tiene claro donde pasará los próximos cuatro meses y ha acabado agotada de las negativas y de que le hagan sentir que es demasiado mayor. “Si hablan de profesionales, entiendo que esto no es una residencia de estudiantes y buscan trabajadores. Como yo. No me explico que le digas que no a alguien por la edad”.

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Sobre la firma

Beatriz Olaizola
Es reportera en la sección de Madrid. Antes escribió reportajes para eldiario.es en el País Vasco, donde cubrió sucesos y temas sociales, políticos y culturales. También realizó prácticas en la Agencia EFE. Graduada en Periodismo por la Universidad del País Vasco y máster en Periodismo UAM- EL PAÍS.

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