Más de 80 sabores de helados, cócteles con musas de los años 20 y cerveza por centilitros: Madrid por la boca

El alfa y omega del ocio madrileño: salir para vivir experiencias; salir para mostrarlo en redes sociales; salir para tener algo que contar a los amigos y salir para conocer un poco más una ciudad que nunca deja de sorprender. Este Madrid te Enreda cumple con los cuatro requerimientos de todo buen descubrimiento de ocio que se precie. Además, entra por la boca: Mamá Elba Heladería, Lovo Bar y Barhop ofrecen una oferta gastronómica de lujo en la ciudad que atiende a todos los gustos.

Más de 80 sabores de helado para enloquecer escogiendo

Mamá Elba Heladería (calle de la Ruda,15) es una joya escondida en el madrileño barrio de La Latina. Detrás de un letrero antiguo que reza “Saneamientos Rodríguez. Perfumería y Droguería Manila” está el paraíso de los amantes de los helados. Su propietaria es Elba Vallejo, de 59 años. Dejó la comunicación y montó una heladería con su expareja en 2017. El año pasado, decidió quedarse con el negocio ella sola. Lleva un año así y se ha vuelto tendencia en redes porque vende más de 80 sabores diferentes de helado.

Tiene helados de todo tipo: para veganos, celiacos y hasta para intolerantes a la lactosa. Esto se añade, por supuesto, a los sabores tradicionales. En el local no se produce nada de la comida que vende, pero ella escoge con sumo cuidado cada proveedor: habla de ellos como si se trataran de sus propios hijos.

Cada uno de sus sabores tiene detrás una historia que habla de cómo Vallejo se enamoró de él y de cómo maniobró para que formara parte de su heladería y de sus procesos artesanales. “Tenemos una horchata fabricada hecha por el nieto de unos horchateros de Alboraya con denominación de origen”, explica, orgullosa.

Además, vende tartas de todo tipo. Sus favoritas son la que lleva por nombre “la mejor tarta de chocolate del mundo” y “la tarta de queso de la madre de Cris de Granada”. “Me gustan mucho los productos de proximidad”, explica Vallejo, mientras toma un sorbo de un café que ha preparado con tanto mimo como el que llevan consigo cada uno de sus helados. “Voy encontrando proveedores, leyendo y visitando. Por ejemplo, mis helados de temporada vienen de un artesano de Alicante, y los gofres de Torrevieja, de un obrador artesanal con masa belga”, dice.

Hace poco una influencer fue a la tienda e hizo un reel que volvió viral el local. “No nos enteramos de que vinieron, nos lo dijeron cuando vimos la cola de clientes”, afirma. Por contar, el negocio cuenta hasta con chucherías perrunas para quienes se acercan a comprar un helado junto con su mascota. Si Vallejo no está en todo, lo parece.

Una coctelería emocional con musas de los años 20

En Lovo Bar (calle de Echegaray, 20) describen la coctelería como un arte que apela a las emociones. Y van más allá. Explican, además, que con sus tragos buscan transportar a sus clientes a momentos felices de su vida. Ahí es nada. La musa y gran anfitriona del bar es la actriz, bailarina y cantante estadounidense Josephine Baker. Sin duda, un icono que incita a volver a los locos años veinte y que representa la liberación más absoluta.

Durante la noche se puede jugar a los crímenes de Josephine, un juego de cartas que consiste en adivinar quién mató a la musa del bar buscando pistas por el local: una historia divertida que permite añadir al sabor de los tragos la experiencia de viajar en el tiempo.

En Lovo la comida se sirve con pinzas de 25 centímetros y platos altos para que la gente esté cómoda en los sofás. Una vez se acaba la cena, empieza la fiesta. En el local están convencidos de que sus clientes no buscan solo beber por beber, sino vivir algo diferente.

“A través de los tragos también se puede conocer la vida de los artistas. Ofrecemos algo cultural”, explican desde Lovo Bar. También tienen cursos de cócteles los domingos. Su precio, con cuatro cócteles, es de 30 euros.

Una cervecería donde te cobran por centilitro

Barhop (calle Apodaca, 11) es un nuevo lugar de cerveza en el barrio de Malasaña en donde el cliente se sirve y se cobra. Apenas se llega al local, ubicado a solo una calle de la parada de metro de Tribunal (líneas 1 y 10), el encargado hace al visitante entrega de una tarjeta que hay que recargar con dinero. Así, por cada centilitro de cerveza la cantidad asignada a la tarjeta se va descontando. “Es la forma más moderna de beber”, dice un cliente mientras va llenando su jarra.

El local tiene una gran barra con 14 tipos de cervezas artesanales. Cada cerveza aparece en una pantalla táctil con su origen e historia. Después, basta simplemente con pulsar para que salga de cada grifo el preciado líquido dorado. Algunos optan por llenar poco el vaso y así probar muchas clases diferentes; otros llenan su jarra una y otra vez del mismo grifo. En el negocio no terminan de entender esta segunda opción: “La gracia es probar muchos tipos de cerveza”.

Tanto es así que, de hecho, cada 15 días cambian las cervezas por otras distintas para que ni siquiera los más asiduos se acostumbren a tomar siempre los mismos sabores. Y para quienes no disfrutan de la cerveza, que no cunda el pánico: el local cuenta con sidra y vino. Además, ofrecen comida rápida para picar como palomitas de pollo, hamburguesas o baos de pollo y carne. Tienen juegos de mesa y, de cuando en cuando, ponen los partidos de fútbol para disfrutar entre amigas y amigos.

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