Que nadie toque la antigua discoteca Pachá: los arquitectos luchan por proteger las obras de sus maestros en Madrid
De Higueras a Carvajal, pasando por Gutiérrez Soto, los profesionales reclaman a la Comunidad que declare Bien de Interés Cultural construcciones relativamente recientes amenazadas por nuevos usos, la especulación o el desconocimiento
Los jóvenes de Madrid llevan cuatro décadas bailando, bebiendo y buscando el amor en un templo de la arquitectura. Es la antigua discoteca Pachá, hoy teatro Barceló. La diseñó en 1930 el arquitecto Luis Gutiérrez Soto. Y ahora la Comunidad quiere declararla Bien de Interés Cultural (BIC), como el Colegio oficial de arquitectos regional (COAM). No es una excepción. En Madrid hay ahora mismo una carrera contra el tiempo y la piqueta para proteger un patrimonio raramente defendido. No son castillos. Ni datan de hace siglos. Al contrario. Son edificaciones del pasado siglo, la mayoría posteriores a 1950, con un valor millonario y un mercado infinito en el Madrid de la burbuja inmobiliaria y la especulación. Por eso hay una carrera para salvar algunas construcciones que podrían considerarse en peligro de extinción.
Dos edificios del mismo arquitecto, Javier Carvajal (tan referente en la profesión como para que sus alumnos le llamaran Carvadios) fotografían el choque de intereses privados y públicos. Uno, la Casa Carvajal, es intocable: acaba de ser declarado bien de interés cultural (BIC), por lo que podrá seguir siendo usado para que C. Tangana ruede ahí sus videos, o para que residan los propietarios, pero cualquier reforma tendrá que tener el visto bueno de la Administración. El otro, la Casa Sobrino, ya ha sido vendido y retocado varias veces: como no tiene ningún tipo de protección, su propietaria, una bodega, ha podido rehacer su interior sin ningún problema, y con todos los parabienes administrativos.
“No se entiende que la Casa Sobrino esté menos protegida que la Casa Carvajal”, lamenta Sigfrido Herráez, el decano del COAM. “Lo que pasa es que no llegamos a tiempo a todos los edificios”, reconoce, pues por el camino se han quedado, derruidas, la Casa Guzmán, de Alejandro de la Sota; o La Pagoda, de Miguel Fisac, entre otras.
Desde 2015, el COAM ha impulsado 22 declaraciones como BIC de edificios, ha pedido que se reconozcan como BIP (bienes de interés patrimonial) otros 17 equipamientos, y ha hecho una ambiciosa propuesta para actualizar el catálogo de elementos protegidos del plan de ordenación urbana de la capital, según documentación a la que accedió este diario. Ahí están la sede de la comisión europea en Madrid. La de la viceconsejería de Justicia del gobierno regional. Dos colegios mayores. El edificio Torres Blancas. O el gimnasio del colegio Maravillas. Es una acción defensiva de alguna manera contraintuitiva, pero extremadamente necesaria, según los expertos. No se intentan proteger vetustos edificios de columnas dóricas o pórticos barrocos, vacíos de vida, y llenos de polvo. Al contrario. Se ha puesto el acento en obras muy recientes, de la segunda mitad del siglo XX, que no son museos, ni palacios, sino viviendas, colegios, gimnasios... que tienen un uso diario. Y sus propietarios tienen la obligación de preservarlos, y pedir permiso a la Administración para cualquier cambio, cuando están protegidos.
“Para el propietario [la declaración como BIC] es una especie de castigo, pero es un castigo necesario para el proteger el patrimonio”, resume Herráez, el decano de los arquitectos de Madrid. “La segunda mitad del siglo XX, lo que llamamos arquitectura moderna, es la que más protección necesita, porque es la que menos protegida ha estado”, sigue. “Hay muchas viviendas de [Fernando] Higueras, Carvajal, [Luis] Gutiérrez Soto, o Julio Cano Lasso, que hay que catalogar BIC ahora. Son muchas. Miles. Y que no sea BIC hoy no quiere decir que no lo puedan ser mañana”, ejemplifica. “La declaración como BIC te impide hacer cualquier cosa. Son condiciones duras, pero es un mal necesario”, añade. “Intentamos evitar las transformaciones, que normalmente eliminan la estructura primera que tuvo ese edificio. Cambian todos los conceptos arquitectónicos fundamentales. Y ahí es donde está nuestra pelea”.
Las restricciones quedan claras, por ejemplo, en el expediente de declaración como BIC de la antigua discoteca Pachá, que ya estaba en el catálogo de elementos protegidos de Plan General de Ordenación Urbana. “El edificio ha evolucionado desde su uso original como cine (desde 1930 a 1974) a teatro (entre 1974 y 1979) y discoteca (desde 1980 hasta la actualidad)”, se lee en un documento publicado en el Boletín regional en octubre. “El uso actual no presenta incompatibilidad alguna para su correcta conservación”, admite. Pero advierte: “Futuros usos quedarán subordinados a que no se pongan en peligro los valores que justifican su protección como Bien de Interés Cultural, pudiéndose autorizar aquellos que no desvirtúen su imagen o su carácter, siempre que se respeten sus valores arquitectónicos, artísticos e históricos y no alteren en esencia su configuración espacial interior y envolvente exterior”.
El árbitro de la carrera por proteger los bienes patrimoniales de la región es la Comunidad de Madrid, que es la que en todos los casos debe resolver en función de los méritos artísticos y arquitectónicos de cada propuesta. Pero no siempre se llega a tiempo tan siquiera de registrar la propuesta de incoar el expediente correspondiente, como admiten en el COAM. El caso de las casas de Carvajal no es el único. Ha ocurrido algo similar con dos viviendas del arquitecto Francisco Cabrero. Y se han quedado por el camino, derruidas, otros ejemplos de la mejor arquitectura. Porque en la carrera entre el mercado inmobiliario y la defensa del patrimonio, la velocidad está del lado de quien tiene más recursos y dinero. Es decir, de los vendedores y los compradores.
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