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Las palabras de Irene Vallejo para ahuyentar a las fieras

La escritora de ‘El infinito en un junco’ conversa junto a la periodista Inés Martín sobre la actualidad de los clásicos: “Hay un fantasma que recorre nuestro tiempo, el de la mirada a corto plazo”

Conversación literaria en Matadero Madrid de la escritora Irene Vallejo y la periodista Inés Martín
Conversación literaria en Matadero Madrid de la escritora Irene Vallejo y la periodista Inés Martín.KIKE PARA

A Sócrates le horrorizaban los escritos porque pensaba que iban a destruir el conocimiento. La periodista Inés Martín supo esta historia gracias a El infinito en un junco (Siruela), el libro de Irene Vallejo galardonado con el Premio Nacional de Ensayo, entre otros reconocimientos. La escritora zaragozana, de 42 años, recuerda este martes en Matadero Madrid que la preocupación del filósofo se repitió más adelante, con la imprenta: “Muchos intelectuales advertían de que llegaría el apocalipsis porque se publicaría cualquier cosa, la cultura se diluiría y desaparecería. Con internet también se siente ese miedo”.

La escritora mira al nuevo mundo virtual con optimismo, como una “versión total del sueño alejandrino”. Se refiere a la biblioteca ilimitada de la que habla en su ensayo sobre la invención del libro en el mundo antiguo, traducido a más de 30 lenguas, y defiende que gracias a la escritura una idea no muere del todo; vuelve a crecer en otras personas. El deseo de destruir o censurar una obra se lo atribuye a que “es considerada un enemigo y no es superflua”: “El conocimiento es un enorme poder y muchas veces, cuando se intenta apartar, es para tener el control. Las lecturas permiten que el saber abandone los círculos privilegiados y que se extienda”.

Vallejo trasmite su amor por la escritura hasta en la ropa: ha elegido un vestido con grandes escritoras dibujadas para asistir a Capítulo Uno, una programación que ha organizado Matadero Madrid de manera virtual como antesala al festival literario que se celebrará en octubre. Ese cariño lo expresa con palabras; para ella sanan los males contemporáneos: “En los momentos de catástrofe la gente sigue buscando los libros. Tendemos a pensar que la cultura es algo ornamental para tiempos prósperos. Pero en las cuevas ahuyentaban al miedo, a la oscuridad y a los depredadores con historias. Junto al calor del fuego encontraron las palabras, que es otra forma de protección”.

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“Yo me preguntaba qué tiene Irene, pero solo tienen que escuchar la pasión con la que habla”, sentencia Martín (Madrid, 38 años), quien trabaja en la sección de cultura del ABC y ha publicado una antología de entrevistas, Una habitación compartida. Conversaciones con grandes escritoras (Debate, 2020). La periodista quiere saber qué lecciones se pueden extraer de los clásicos para el mundo de después de la pandemia, a lo que Vallejo responde con una observación sobre inmediatez: “Hay un fantasma que recorre nuestro tiempo, el de la mirada a corto plazo, que no nos deja contemplar con más perspectivas nuestras vidas o el futuro. Los clásicos nos ayudan a salir de la cacofonía de lo momentáneo, invitan a reflexionar, a la calma y a mirar la realidad desde otros ángulos”.

En lo añejo, la escritora encuentra otro refugio que invita al autoconocimiento. “Lo que sentimos está anticipado. Lo único que podemos hacer es mirar al pasado. Todos los tropiezos y crímenes nos ayudan a intentar evitar los errores y equivocaciones. Me interesa la manera en la que la historia nos interpela cuando se descubren cosas que no queremos mirar, cuando descubrimos que ellos fueron más modernos o, al contrario, cuando dejan una estela de imperialismo, esclavitud y misoginia que no queremos repetir. Nos alimenta y nos arma de futuro. Hay que mirarlos sin esa vanidad que nos hace pensar que somos superiores a ellos”.

Vallejo se encuentra en ese medio camino entre lo académico ―estudió Filología Clásica y obtuvo el Doctorado Europeo por las Universidades de Zaragoza y Florencia― y el lenguaje distendido. De hecho, El infinito en un junco surgió inspirado por los cuentos que le recitaban su madre antes de dormir. Animada por esa relación temprana con la literatura, desmiente con vehemencia a quienes niegan las humanidades, la cultura, la educación o las declaran una especie en extinción, como un mundo que se acaba. “Escribí este ensayo porque era mi convicción y esa emoción me impedía a claudicar”, reconoce. En una de las últimas preguntas, las dos mujeres bromean sobre que los presentes son una gran legión a favor de la supervivencia de los libros. El público las interrumpe; apoya su definición con aplausos.

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