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La empresa de respiradores que salvó a España exporta ahora a medio mundo

Más de 4.000 respiradores de Hersill llegaron a hospitales españoles en la primera ola. Hoy quedan 955 aparatos en la reserva estratégica nacional y son otros países necesitados los que compran a la compañía de Móstoles

Banco de pruebas del Vitae 40, el respirador de Hersill  que fue producido de forma masiva en primavera para  las UCIs españolas.
Banco de pruebas del Vitae 40, el respirador de Hersill que fue producido de forma masiva la pasada primavera para las UCI españolas.Víctor Sainz
Fernando Peinado

En marzo de 2020, el pánico por el rápido avance de la pandemia de coronavirus se apoderó del mundo y los países desarrollados ordenaron a sus fabricantes de material médico que cancelaran sus exportaciones. Fueron semanas de sálvese quien pueda en las que quedaron en evidencia las carencias de España, un país de sol, playa y ladrillos. Entonces entró en escena Hersill, una empresa familiar creada en 1973 que desde Móstoles fabrica y exporta equipos médicos punteros. Uno de ellos era su propia versión del producto avanzado más escaso aquellos días, el respirador, la máquina usada en las UCI para bombear oxígeno a los pacientes que están a punto de perder la batalla contra el virus.

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Justo antes de ese caos, en febrero, Hersill estaba recibiendo un aluvión de ofertas del extranjero para comprarles su modelo de respirador Vitae 40. Ellos tenían ya los componentes para montar 100 unidades en su fábrica, en un polígono a las afueras de Móstoles, donde trabajan unas 60 personas. La fuerte demanda era una noticia especialmente buena para los directivos de la empresa, los descendientes del fundador Benjamín Herranz, porque el respirador era su producto más nuevo. La Unión Europea les acababa de dar en 2019 una autorización para comercializarlo después de tres años de espera. Ese alto número de peticiones era extraordinario y les abrió los ojos. Los compradores internacionales, y también los servicios de compra de algunos hospitales en España, estaban pidiendo cantidades masivas por temor a ser desbordados por el virus. Lo cuenta casi un año después el director de I+D, Carlos Martínez, sobrino del fundador, durante una visita de este periódico esta semana a la sede de Móstoles. Martínez narra con nuevos detalles cómo fueron aquellos días críticos.

“Esto fue una fiebre. Hazte a la idea del bitcoin. De repente te piden los distribuidores internacionales que les hagas una oferta por 1.000 respiradores. Y si los tienes en el almacén mándamelos que te hago ahora mismo una transferencia”, dice Martínez, un ingeniero madrileño de 53 años.

En ese momento deciden que deben avisar a las autoridades españolas. Era la semana del lunes 9 de marzo, cuando Madrid suspendió las clases en los colegios y el país entró en alerta. El presidente de Hersill e hijo del fundador, Benjamín Herranz Jordán, un pediatra con muchos contactos en la Consejería de Sanidad de Madrid, mandó un correo avisando de que tenían un pequeño stock. “Queríamos saber qué hacer”, narra Martínez.

El sábado 14 de marzo, día del decreto de estado de alerta, la Comunidad de Madrid les pidió rechazar los pedidos de exportación y el martes 17 llegaron a un acuerdo para que el Servicio Madrileño de Salud adquiriera esas máquinas. Por esos días las UCI de los hospitales de Madrid estaban al límite y ya estaban negando la posibilidad de cura a enfermos de edad avanzada. Hersill no exportó nada y los respiradores se fueron entregando conforme sus operarios fueron terminando el ensamblaje y acabaron en cerca de una decena de hospitales madrileños.

En principio, el respirador de Hersill no era la opción ideal porque estaba pensado para su uso en una UVI móvil y no en hospitales. Es un aparato que cabe en una mano, mucho más pequeño que los respiradores de UCI, que tienen alarmas, pantallas más grandes y capacidad para mezclar oxígeno con aires medicinales. Pero no había alternativa en el mercado español. “Que yo sepa en España nunca se han fabricado respiradores de UCI”, dice Martínez. En todo caso, el Vitae 40 de Hersill cumplía de sobras su función. “Al final fue la opción que tomaron países avanzados como Francia, Reino Unido o Estados Unidos porque en pocas semanas era posible fabricar muchos miles de unidades”, dice el directivo.

Si bien los respiradores de transporte tenían hasta hace unos años prestaciones inferiores a los de UCI, los últimos modelos de varios fabricantes, entre ellos el Vitae 40 de Hersill, tienen prestaciones y modos ventilatorios propios de ellas.

Carlos Martinez, director de I+D de Hersill, posa este jueves junto al respirador Vitae 40 en la sede de la empresa en Móstoles, en el sur de la Comunidad de Madrid.
Carlos Martinez, director de I+D de Hersill, posa este jueves junto al respirador Vitae 40 en la sede de la empresa en Móstoles, en el sur de la Comunidad de Madrid.Víctor Sainz

Pero la pandemia era tan grave que Madrid y el resto del país necesitaban muchos más respiradores. Con los españoles ya confinados en casa, el secretario de Industria del Gobierno central, Raúl Blanco, y la patronal del sector tecnológico Ametic movieron hilos para conocer qué empresas españolas tenían capacidad de producir respiradores. Solo Hersill y la más pequeña Temel, en Valencia, se dedicaban a ello. La automovilística Seat y la comunidad de impresores 3D solidarios que surgió con la pandemia se ofrecieron como alternativa, pero era un riesgo. Un respirador que funcione mal puede reventar los pulmones del enfermo. Finalmente Hersill emergió como la opción más segura, avalada por su marca validada por la Unión Europea.

El Gobierno de Pedro Sánchez les pidió fabricar 5.000 unidades en diez semanas. Como Hersill solo tenía unos pequeños talleres con cuatro máquinas de torneado y mecanización, sellaron una alianza con otra empresa madrileña, Escribano, una fábrica de armamento. Es una historia conocida que captó la atención del país el 3 de abril, en lo peor de la primera ola, cuando Sánchez visitó la sede de Hersill para reconocer este esfuerzo sin precedentes en la historia reciente de España.

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, durante su visita a la sede de Hersill el 3 de abril, acompañado de los líderes de la empresa militar Escribano, Ángel y Javier Escribano (en la izquierda de la foto), y del presidente de Hersill, Benjamín Herranz.
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, durante su visita a la sede de Hersill el 3 de abril, acompañado de los líderes de la empresa militar Escribano, Ángel y Javier Escribano (en la izquierda de la foto), y el director gerente de Hersill, Óscar Martínez.

Pronto cundieron los nervios. Hersill hizo los primeros 100 respiradores para la Comunidad porque ya tenía en su poder los componentes traídos desde otras partes del mundo. Pero ahora esos proveedores habituales de Hersill tenían una larga lista de pedidos de todo el mundo y España tuvo que ponerse en cola.

Diplomáticos españoles en Estados Unidos o Suiza tuvieron que intervenir. “Hablamos con el ministerio para que presionara. Si hiciera falta, que hablase el Rey”, dice Martínez. Hubo que fletar aviones privados para recoger esos materiales y los diplomáticos españoles hicieron de transportistas.

Hersill y Escribano cumplieron su misión en solo nueve semanas a un ritmo de casi 100 respiradores por día. Conforme iban produciendo unidades, Correos y otras empresas de paquetería los recogían en Móstoles para entregarlos a hospitales de toda España. Según un portavoz del Ministerio de Sanidad, el Gobierno central conserva hoy 955 de estas máquinas en la reserva estratégica creada a raíz de la pandemia.

Ahora la tercera ola golpea con fuerza pero los hospitales españoles están mejor preparados. Hersill exporta a países más necesitados, en Sudamérica, Asia o el norte de África. Por si acaso, la compañía ha dejado en pie el taller improvisado en una oficina de su sede de Móstoles donde en primavera trabajaron 35 técnicos de Hersill y Escribano en turnos de mañana, tarde y noche. Ahora fabrican a demanda y guardan un stock de 300 respiradores.

Industria “débil”

La empresa ha crecido en ventas en 2020 más del doble respecto al año anterior y sus directivos sienten que su reputación en el mercado internacional ha crecido. Con la ayuda de fondos públicos comenzaron en junio el desarrollo de un respirador de UCI que ya está en fase de espera para la validación comercial europea.

Han vendido también grandes cantidades de otras máquinas usadas en la terapia de los pacientes con covid-19: los caudalímetros, que permiten controlar el suministro de oxígeno, y los vacuoreguladores, que mantienen abiertas las vías aéreas del paciente.

El mercado de fabricantes de equipos médicos es extremadamente competitivo y está dominado por empresas de EE UU, Alemania o Japón, países con una cultura mayor de inversión en I+D. Hay dos familias de máquinas médicas, las de diagnóstico y las terapéuticas. La primera está dominada por los equipos avanzados de EE UU, pero en la segunda hay espacio para que España pueda competir. El jefe de I+D de Hersill hace un llamado a los grandes capitales españoles para que apuesten por la industria avanzada. “Tenemos capacidad para dar un salto, pero hace falta que los inversores se arriesguen”, dice Martínez. “Si España consiguió en cuestión de décadas tener algunas de las mejores infraestructuras del mundo, también puede conseguir lo mismo en fabricación puntera”.

También pide a las autoridades españolas que compren más producto made in Spain. Los servicios de compras de los hospitales españoles tienden a veces a ignorar lo que se hace en España. “Lo que más ilusión me ha hecho este año ha sido que jefes de UCI de hospitales nos digan ¿pero dónde estabais?”, dice Martínez.

¿Los fondos europeos para la reconstrucción tras la pandemia son una oportunidad? Él corrige. “Son una obligación”. “Hay un compromiso para reindustrializar Europa y con la pandemia hemos visto lo débiles que somos”.

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Sobre la firma

Fernando Peinado
Es reportero de la sección de Madrid desde 2018. Antes pasó ocho años en Estados Unidos donde trabajó para Univision, BBC, AP y The Miami Herald. Es autor de Trumpistas (Editorial Fuera de Ruta).

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