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Pepe Noja, el escultor de la Transición al que la ultraderecha quiere sacar de las calles

Dice que “la democracia es un palo para Vox” y ha escrito al alcalde Almeida para que impida cualquier acto contra su estatua de Largo Caballero que suponga una modificación o atentado contra ella

El escultor José Noja posa junto a su obra de Francisco Largo Caballero, en Madrid.
El escultor José Noja posa junto a su obra de Francisco Largo Caballero, en Madrid.VICTOR SAINZ

España estrenaba libertad y Pepe Noja replantaba el país con homenajes a la democracia. El primer monumento a la Constitución lo hizo él, está en Vitoria desde 1983. Fue un encargo de 10 millones de pesetas, que consumó en ocho metros de altura de mármol blanco: representa cuatro manos que se elevan y entrelazan como símbolo de unión y fuerza. Fueron años dorados en los que el Gobierno de Felipe González y los ayuntamientos pusieron la máquina de producir símbolos a pleno rendimiento. Había que contraprogamar el callejero franquista, que mantenía petrificado a Franco en plazas y a sus generales, en las esquinas.

“No quiero hablar mucho de lo que hemos corrido delante de la policía y de los demócratas que han muerto en el camino, pero pasamos de la represión a la libertad. Fue un giro extraordinario y estas estatuas lo recuerdan”, dice al otro lado del teléfono el escultor cuyo homenaje a Francisco Largo Caballero ha sido señalado por Vox para que el Ayuntamiento de Madrid lo retire de la vía pública ―en Nuevos Ministerios― con los votos favorables de PP y Ciudadanos. La escultura del líder socialista es un fiel reflejo de lo aprendido con su maestro, Pablo Serrano. Antes de que le golpeara la abstracción hizo esta pieza de volúmenes cúbicos que desfiguran el cuerpo real del protagonista y respetan su rostro. No se sabe cómo llega, dice, “pero un día empiezas a deformar lo que haces y cuando te das cuenta has encontrado la belleza de la abstracción, que es un delirio total, y ya no sales de ahí”.

Estatua de Francisco Largo Caballero en el Paseo de la Castellana, en Madrid.
Estatua de Francisco Largo Caballero en el Paseo de la Castellana, en Madrid.VICTOR SAINZ

Pepe se enteró de la propuesta de expurgo por la prensa y mandó inmediatamente una carta al alcalde, José Luis Martínez Almeida: “Esa proposición afecta gravemente a mis derechos de autor, irrenunciables e inalienables según establece el artículo 14 de la Ley de Propiedad Intelectual. Por ello le exijo respeto a la integridad de mi obra, y le requiero, en su condición de alcalde de Madrid, a impedir cualquier acto que suponga deformación, modificación, alteración o atentado contra mi obra, advirtiéndole que, caso contrario, haré uso de las acciones judiciales necesarias para la defensa de mis derechos”.

Contra los demócratas

El requerimiento lo firma con 83 años y 35 años después de que el primer gobierno e la democracia, tras la muerte de Franco, le encargara un homenaje a Largo Caballero. De él escribió Julio Aróstegui que sus tácticas políticas tuvieron por horizonte “la reivindicación de clase como objetivo único de toda la acción obrerista”. El presidente de la República ―entre septiembre de 1936 y mayo de 1937― trabajó como estuquista y fue el primer obrero en convertirse en ministro de Trabajo y Previsión Social. De alguna manera hay un hilo rojo que une al político con este artista que se ha dedicado a la escultura en la calle toda su vida: “Quiero que mi arte sea para el pueblo, no que esté en los chalés de los ricachones. Es el pueblo quien tiene que disfrutar de la cultura”, cuenta Noja.

Hoy se ha levantado con un dolor en el brazo y hace años que no pasa por el estudio ni por la fundición, aunque dibuja todos los días. Sin embargo, su lamento es por la aprobación en el pleno del derribo de su escultura y la dedicada a Indalecio Prieto, hecha por Pablo Serrano. No entiende cómo la administración puede actuar contra personajes democráticos. La revisión escultórica del Black Lives Matter a la española: mientras en EE UU un movimiento ciudadano se levanta contra las figuras de esclavistas, aquí es la alcaldía la que propone derribar personajes elegidos democráticamente. La propuesta no llegará a ninguna parte porque ambas piezas son propiedad del Gobierno.

“Todo lo que sea cultura molesta a Vox. Esa escultura es un recuerdo de lo que ocurrió en momentos democráticos. A Largo Caballero lo eligió el pueblo, en un país democrático, un país en el que se podía votar. A Franco no le votó nadie y su dictadura fue de asesinatos y crímenes. Algunos no encuentran la diferencia”, explica Pepe Noja. También dice que para ser un buen escultor hay que tener “la pastilla de la suerte”. Y él la ha tomado, al menos, en dos ocasiones. La primera cuando, por una rinitis crónica, tuvo que dejar su empleo como piloto comercial en KLM y fue becado por el Estado Holandés para estudiar en la Famous Arts School de California (EE UU). Ahí empezó su nueva vida.

Un año después de la inauguración de la estatua amenazada, Javier Solana, entonces ministro de Cultura, subió al estrado del Congreso de los diputados, en septiembre de 1986, y lanzó una soflama cultural inaudita hoy: “Señorías, no tienen más que salir de casa para comprender que la cultura ya es una práctica envolvente, totalizadora, en la que se invierte mucho tiempo y mucho dinero”. Anunciaba el “Estado cultural como aspiración” y “la sustitución del hombre económico por el hombre cultural”. Esa fue su otra pastilla de la suerte: “Los años de la explosión de la libertad”, llama Noja a la lluvia de encargos que lo han convertido en el escultor de la Transición. “Era un momento muy hermoso, respirábamos libertad. Ahora algunos no lo llevan muy bien: la democracia es un palo para Vox”, añade.

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