Peluquería de zona roja, peluquería de zona verde
Los barrios en torno a la calle Alcalá de Madrid quedarán divididos desde el lunes por una fina línea
A la hora del almuerzo Mario Vizcarra sale a una de las esquinas más concurridas de la calle Alcalá y se pone a gritar a viva voz para captar comensales. Lo suyo este sábado era la publicidad apocalíptica: “Coman con nosotros antes de que llegue el confinamiento. ¡Cuarentena total!”.
Vizcarra repartía folletos del restaurante peruano Ají Limón, que se encuentra por los pelos en zona verde, libre de las restricciones de movilidad impuestas a partir del lunes a los residentes de 37 zonas básicas de salud de la Comunidad de Madrid, casi todas son las que tienen más contagios. Lo que anunció este viernes la presidenta Isabel Díaz Ayuso no es realmente una cuarentena total porque los vecinos afectados podrán salir de esas áreas a trabajar y cubrir otras necesidades básicas. Dentro de sus zonas podrán seguir paseando y comprando. Pero este fin de semana era su última oportunidad durante al menos 14 días para degustar el arroz con marisco o el ceviche de Ají Limón. Muchos de los clientes usuales de Vizcarra viven en zonas sanitarias de las que no podrán salir para el ocio, en la orilla sur de la calle Alcalá.
Esta arteria es una de las fronteras más finas entre las nuevas zonas rojas y verdes en la región. A lo largo de cuatro paradas de Metro, en el tramo de dos kilómetros que pasa por El Carmen, Quintana, Pueblo Nuevo y Ciudad Lineal, las aceras son un río de personas que pasean y compran por sus pequeños comercios. Los vecinos de la orilla norte y sur no tienen la sensación de pertenecer a barrios distintos. Pero temporalmente, mientras duren las restricciones de movilidad en el lado sur, vivirán más separados.
Conscientes de ello, este fin de semana muchos vecinos han apurado las últimas horas de libertad para hacer compras pendientes. Cuando Ayuso anunció las nuevas medidas el viernes por la tarde, lo primero que hicieron muchos fue verificar si se habían librado. Pero este sábado no todos se habían parado a pensar que quizás su gimnasio, supermercado o peluquería quedaban en áreas restringidas.
Cristina Castillejo recordó al despertar que tenía que recoger unas compras que había hecho por Internet en Kiddy’s Class y cayó en la cuenta de que la tienda que le queda cerca de casa está en la orilla prohibida. “Vamos hoy porque el lunes no vamos a poder”, le dijo a su hija Marina.
No todos habían sido tan rápidos. “Ellos no pueden salir pero nosotros sí podemos entrar, ¿cómo que no?”, disputaba confundido Ignacio Murillo. “Esto es surrealista”, reponía. Uno de los comercios que se verán más afectados es el Mercadona de la zona roja de Pueblo Nuevo que recibe clientes de varios kilómetros a la redonda.
El gimnasio CR7 del centro comercial Alcalá Norte es otro de esos negocios. Raúl Llorente, de 30 años, quería saber si le cobrarán por los días que no podrá entrar. El empleado Christian Hernández le respondía que a ellos nadie les había comunicado que no pudieran seguir recibiendo clientes de fuera. “Si nos dicen que no se puede, ese dinero se perdonará”, le garantizaba.
Estas no eran las únicas incógnitas sobre lo que sucederá realmente en este territorio de frontera a partir del lunes. Nadie sabe cómo de estricta va a ser la vigilancia policial en estas calles. Algunos vecinos dudan de que sea posible controlar el flujo de personas en estas calles porosas. “Me imagino que tirarán de policía y ejército pero luego la gente les dará sus motivos. Cada uno contará una milonga”, vaticinaba Pedro Martín, un jubilado de 71 años, que visita frecuentemente a su madre en la zona roja de Pueblo Nuevo. Otro problema es que nadie parece saber con certeza dónde comienza y acaba una zona básica de salud. Este sábado no había mapas ni señales de ningún tipo por la zona. “Me he descargado unos planos que cuando los amplío no se ve nada definido”, dice Martín.
Lo ideal es tener la suerte del peluquero Tony Gutiérrez. Es dueño de una peluquería muy cerca de la orilla norte de Alcalá y otra al sur. A sus clientes les planea derivar a uno u otro establecimiento según las nuevas reglas. Sus negocios se llaman Peluquería Anticrisis. Comenzó con ese nombre en 2010 y no lo ha tenido que cambiar.
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