El vigilante internacional de que los niños aprendan
Unicef repartió juguetes y tabletas durante el estado de alarma mientras donaba geles hidroalcohólicos a Administraciones y entidades públicas
Si hay una etapa de la vida a la que se ha considerado más afectada por el estado de alarma y el confinamiento, esa ha sido sin duda los niños y los adolescentes. Estos no han tenido excusa real para salir de sus viviendas durante semanas, con los consiguientes problemas, en los que se mezclaba el aburrimiento y la tristeza de no poder estar con sus compañeros de clase y amigos. Sin embargo, estos jóvenes, sobre todo los más necesitados, han tenido una organización de carácter mundial que ha velado en la sombra muchas veces a su bienestar. Unicef ha movilizado a todos sus efectivos y voluntarios en este difícil periodo de encierro y ha entregado juguetes y tabletas a los más necesitados.
“El derecho al juego es uno de los fundamentales de la infancia y así viene en la Declaración de Unicef”. Quien lo dice es Ignacio Domínguez Mateos, que ha estado al frente de esta agencia dependiente de la Organización de Naciones Unidas (ONU) en la región. Nacido en Salamanca hace 41 años, este abogado mercantil y licenciado en Ciencias Políticas, lleva en el cargo de presidente autonómico desde enero. De hecho, la organización en la que está fue una de las primeras en prepararse ante una posible pandemia: “Ha sido un reto desde el principio y ya se veía lo que podía ocurrir al ver cómo evolucionaba la enfermedad en China y en Italia. Utilizamos nuestras reuniones ya desde entonces para que la infancia no resultara dañada”, afirma.
Pero ese trabajo resultaba complicado con todo el personal trabajando desde casa y con la necesidad imperiosa de solventar las carencias que sufrían algunos menores antes incluso de iniciarse el estado de alarma. “Los problemas se pueden dar dentro de cada municipio. Hay bolsas y barrios que están peor que la media, como podría ocurrir con Villaverde”, analiza el abogado. “No hay un único esquema o perfil de joven. Se dan varios y se acentúa más en la sur de Madrid, tanto en la capital como en otros municipios. Un caso que es especialmente grave es el de los inmigrantes”, describe Domínguez.
Pero lejos de los hogares, de las cuatro paredes que muchas veces se quedan pequeña para albergar familias enteras durante las 24 horas del día, existe otra realidad tanto más cruda. Se trata de los niños y adolescentes acogidos en centros de protección, que muchas veces viven situaciones complicadas. “Gracias a Unicef Internacional, se firmó un acuerdo con la Fundación Lego para que nos donara 500 cajas gigantes, con las que pueden jugar entre 25 y 30 niños a la vez. En la Comunidad de Madrid, 31 centros los recibieron y se han podido beneficiar de esta donación”, explica el presidente regional de la agencia. “Hemos articulado la formación a trabajadores de los centros para potenciar el aprendizaje a través del juego. El apoyo logístico de Correos ha sido fundamental para su distribución a cada centro”, añade.
Unicef Madrid también recibió peticiones de otras asociaciones, en las que le pedían tabletas para que los menores pudieran hacer sus trabajos escolares y recibieran sus clases a distancia. Los empleados y voluntarios tiraron de contactos y llamaron a muchas puertas hasta que consiguieron que Fundación Telefónica y el Instituto de la Juventud (Injuve), entre otros, les donaran 319 dispositivos electrónicos. También llegaron a los centros de protección o a niños que participaban en programas de atención a infancia vulnerable. “Había que poner todos los medios a nuestro alcance para que esos niños no dejaran sus estudios por falta de medios. España tiene una tasa de abandono escolar muy alta y no podemos permitirnos fallar en estos momentos”, reflexiona Domínguez. Su junta directiva tenía reuniones telemáticas todos los días en las que se evaluaban las actuaciones y los retos que tenían por delante.
La organización también tocó otro foco importante, como el de la prevención. Y la limpieza. Trajeron a España un millón de mascarillas y se repartieron 35.000 geles hidroalcohólicos para uso personal. De ellos, 12.700 se entregaron a 70 centros dependientes de la Comunidad de Madrid (1.162 niños y niñas). Otros 17.300 se donaron al Ayuntamiento de Madrid y 5.000 al Instituto de la Juventud de la Comunidad de Madrid (Injucam), según datos de Unicef. “Los niños han sido los grandes olvidados. Hemos tenido casos de niños muy vulnerados que vivían en espacios en los que carecían de acceso directo a la luz o a ventilación”, destaca el presidente regional de Unicef. En su opinión, se debería hacer un estudio de las consecuencias psicológicas que ha tenido el confinamiento para los menores.
“Ha habido casos que nos han marcado, como algunos niños que han tenido que vivir durante todo el confinamiento con sus maltratadores. En cuanto nos llegaba un hecho así, nos poníamos en contacto con la autoridad para que acabaran con la violencia y los abusos de progenitores y familiares y se tomaran medidas urgentes. También se avisaba a los servicios sociales”, detalla Domínguez, que prefiere no dar cifras ni datos concretos.
Sin embargo, concluido el estado de alarma y el confinamiento, el trabajo no ha descendido. La organización ha estado presente en temas tan variados como propuestas en los Pactos de Cibeles –el grupo de medidas adoptado por el Ayuntamiento para salir de la crisis generada por el coronavirus- como recomendaciones a corto, medio y largo plazo a la Comunidad de Madrid. Entre estas últimas se encuentra que la Renta Mínima de Inserción (RMI) sufragado por el Gobierno regional se articule con el Ingreso Mínimo Vital aprobado por el Ejecutivo central. El objetivo es que se mantenga “la herramienta autonómica” contra la pobreza. “También hemos enviado a la Consejería de Educación nuestras recomendaciones específicas para la desescalada y la organización de los centros educativos de cara al próximo curso escolar”, concluye el presidente. Además, se ha asesorado a 24 Ayuntamientos de la región vinculados al programa Ciudades Amigas de la Infancia, a los que se ofreció recursos de formación para proteger los derechos de los niños y las niñas.
Madrid también repartió ayuda a otros países
Los sótanos de la sede de Unicef en Madrid, situados muy cerca de la estación de Chamartín y de la plaza de Castilla, aún guardan algunos de los kits que se repartieron para niños y adultos de otros países, cuyos sistemas de salud son más frágiles que el español. Los beneficiarios fueron sobre todo naciones de África y Latinoamérica. Estos kits incluían desde pañales a geles hidroalcohólicos, pasando por compresas, cepillo de dientes, jabón o un peine. “Hemos hecho captación de fondos para poder ayudar a estos países y paliar en la medida de nuestras posibilidades la situación que están sufriendo”, explica el presidente de Unicef en Madrid, Ignacio Domínguez Mateos. Es lo que dentro de la agencia se llama como “protección de doble sombrero”.
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