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PNV-EHBildu: la hora del gran duelo nacionalista en Euskadi

PNV y EH Bildu se juegan, muy igualados, la supremacía política y nacionalista. El PSE-EE confía en decidir la gobernabilidad y el PP quiere ser el contrapeso al nacionalismo

Un cartel con publicidad de uno de los candidatos a lehendakari en el centro de Bilbao.Foto: JAIME VILLANUEVA | Vídeo: EPV

Euskadi (2,2 millones de habitantes) vota este domingo para elegir por decimotercera vez el Parlamento vasco que investirá al sexto lehendakari de la democracia. Por primera vez desde 1980, las dos fuerzas nacionalistas llegan a estos comicios prácticamente igualadas y se juegan la hegemonía política. Las encuestas dejan abierta la posibilidad de que EH Bildu logre sobrepasar al PNV, algo inédito hasta ahora. Son unas elecciones marcadas también por el relevo generacional (cinco de los siete candidatos a lehendakari son nuevos), muy distintas a las celebradas hace cuatro años en plena pandemia. Los siete principales candidatos ―Imanol Pradales (PNV), Pello Otxandiano (EH Bildu), Eneko Andueza (PSE-EE), Javier de Andrés (PP), Miren Gorrotxategi (Podemos), Alba García (Sumar) y Amaia Martínez (Vox)― han protagonizado una campaña que ha discurrido con un tono respetuoso y constructivo y ha estado condicionada, en su parte inicial, por el título de Copa del Athletic Club y los sucesivos festejos de su afición, el fallecimiento del exlehendakari José Antonio Ardanza y, ya al final, por el ataque en un mitin al aspirante Pradales y la negativa de Otxandiano a condenar y llamar banda terrorista a ETA. Estas son las claves principales de las elecciones más reñidas de la historia en esta comunidad autónoma.

El PNV se la juega

El PNV ha ganado, en número de votos, cada una de las 12 elecciones al Parlamento vasco celebradas hasta la fecha. Según las últimas encuestas, este domingo, por primera vez, podría tener más votos EH Bildu. Más probable aún es que el PNV pierda en número de escaños, ya que el sistema electoral adjudica 25 asientos a cada una de las tres provincias y el PNV es más fuerte en Bizkaia, que tiene tanta población como Gipuzkoa y Álava juntas, pero en esta ocasión las encuestas no le garantizan una victoria tan holgada en esta provincia. No sería la primera vez que la formación jeltzale no gana en escaños: en 1986, en plena escisión de EA, el PSE le superó. El PNV ha gobernado siempre en Euskadi en democracia, salvo el periodo de 2009 a 2012, cuando gobernó el PSE tras haber quedado segundo. Todo indica que seguirá gobernando, probablemente en coalición con el PSE como hasta ahora, aunque juntos no sumen mayoría absoluta, pues en segunda votación el lehendakari puede ser investido solo con tener más síes que sus rivales. Pero la pérdida de hegemonía del partido sería la constatación de un cambio social importante y tendría un poderoso valor simbólico, tanto más si se la arrebata un partido en clara tendencia ascendente y con un electorado más joven.

Candidatos nuevos

Se ha hablado de regeneración democrática: cinco de los siete candidatos no lo habían sido nunca antes. Tenían, además, índices de conocimiento muy bajos entre la población: en la encuesta de 40dB. para EL PAÍS y la Ser publicada el 25 de marzo, los dos candidatos más conocidos eran Imanol Pradales (PNV) y Eneko Andueza (PSE) y solo eran conocidos por un 55% de los votantes. Por ello, los partidos, además de comunicar sus mensajes, han tenido que dar a conocer a sus candidatos. Con una primera semana de campaña de perfil bajo, debido a las celebraciones de la victoria copera del Athletic y el fallecimiento del lehendakari Ardanza, ese trabajo se ha centrado en una intensa segunda semana, al término de la cual todos parecen asentados en sus liderazgos. Respecto a los dos candidatos con más opciones, Pradales (PNV) ha logrado exhibir el perfil presidencial que buscaba, y el estilo humilde y cercano de Otxandiano (EH Bildu) parece haber cuajado entre un sector del electorado, a pesar del aparatoso patinazo cometido el pasado lunes, al evidenciar que la memoria del terrorismo de ETA sigue siendo un lastre para la formación.

Los candidatos de PNV, Imanol Pradales, y del PSE, Eneko Andueza, se saludan en Portugalete (Bizkaia), donde residen, durante la jornada de reflexión.
Los candidatos de PNV, Imanol Pradales, y del PSE, Eneko Andueza, se saludan en Portugalete (Bizkaia), donde residen, durante la jornada de reflexión.Luis Tejido (EFE)

La abstención, los indecisos

Con algo parecido a un empate técnico entre los dos primeros partidos, PNV y EH Bildu, cobra especial importancia el elevado número de indecisos que señalan las encuestas. Hasta un 30%, según el CIS del 10 de abril, y en su mayoría simpatizantes del PNV. Por eso la formación jeltzale ha dejado claro que su objetivo era movilizar a los indecisos, cosa que ha tratado de hacer en cada mitin y en cada debate. Los indecisos, según explican los sociólogos, tienden a convertirse en abstencionistas. Pero hay un porcentaje que se decanta en el último momento. Respecto a la participación, no será justo compararla con la de las anteriores autonómicas de 2020, ya que se celebraron bajo el shock de la pandemia y solo votó el 50,78% del electorado. Será más razonable compararlo con las de 2016, en las que la participación alcanzó el 60,02%, y venía bajando en cada elección desde 2005.

Álava como factor determinante

La menos poblada de las tres provincias vascas está llamada a tener un protagonismo especial. En primer lugar, porque es el territorio donde el resultado es más incierto. Todo indica que el PNV ganará en Bizkaia y EH Bildu se impondrá en Gipuzkoa, pero en Álava el Sociómetro vasco de marzo situaba a las dos formaciones nacionalistas empatadas a nueve escaños. Además, debido al sistema electoral, que da 25 escaños a cada provincia, un escaño por Álava cuesta una cuarta parte de los votos que cuesta uno por Bizkaia. Por eso, una diferencia relativamente pequeña de sufragios en Álava puede provocar bailes de escaños importantes para la conformación de mayorías.

El Parlamento más nacionalista de la historia

Las elecciones del domingo pueden deparar, según los sondeos, el Parlamento vasco con más peso del nacionalismo en la historia. La encuesta de 40dB. para EL PAÍS y la Ser de abril da a la suma de PNV y EH Bildu 58 de los 75 escaños. Sustancialmente por encima de la marca más alta registrada hasta la fecha, la de 52 escaños nacionalistas, alcanzada en 1986 y en 2020. El Parlamento vasco ha tenido siempre una mayoría nacionalista, con la excepción del mandato del socialista Patxi López (2009-2012), en el que las fuerzas nacionalistas sumaron 35. En estos comicios Batasuna no pudo presentarse porque estaba ilegalizada por la aplicación de la Ley de Partidos. Lo paradójico de estas elecciones es que ese Parlamento más nacionalista de la historia representará a una sociedad en la que la pulsión soberanista atraviesa sus horas más bajas.

El pasado de EH Bildu

Euskadi vota este domingo casi 13 años después del cese del terrorismo de ETA y seis años desde la disolución de la banda. Ya son 15 los procesos electorales que se celebran en paz desde octubre de 2011 en esta comunidad. Las cinco décadas de actividad criminal son algo lejano para las generaciones más jóvenes y la preocupación por ETA ha desaparecido por completo en la sociedad vasca. En una campaña centrada en los problemas cotidianosla sanidad, la economía, la vivienda…—, el terrorismo ha quedado difuminado en el debate electoral. Salvo el fogonazo que provocó Otxandiano cuando evitó decir que ETA fue una organización terrorista y después quiso enmendar pidiendo perdón a las víctimas. La estrategia de moderación que la izquierda abertzale llevaba saltó por los aires en la recta final y puso al descubierto que aún tiene una deuda ética hasta que no haga autocrítica de su complicidad política con el terror y no dé el paso de condenar sin paliativos la historia sangrienta de la banda. La incógnita está en comprobar si este traspié de Bildu le puede pasar factura en las urnas.

El candidato del PP Javier de Andres, segundo por la izquierda, comparte un aperitivo con su equipo en la sede del PP en Vitoria durante la jornada de reflexión.
El candidato del PP Javier de Andres, segundo por la izquierda, comparte un aperitivo con su equipo en la sede del PP en Vitoria durante la jornada de reflexión.ADRIAN RUIZ HIERRO (EFE)

Los efectos de la división Podemos-Sumar

El espacio que Podemos Euskadi ocupó a la izquierda del PSOE tras su irrupción electoral en Euskadi en 2015 y 2016 (fue primera fuerza en votos) ha ido evaporándose con el paso de los años y corre el peligro de desaparecer por completo tras esta cita electoral. La demoscopia pronostica el fin de la supervivencia de Elkarrekin Podemos y Sumar, que concurren por separado y en campaña han acentuado su enemistad. Miren Gorrotxategi (Podemos) ha tratado de marcar un perfil netamente de izquierdas y a favor de un entendimiento con Bildu tras las elecciones, mientras Alba García (Sumar) se ha empleado a fondo en criticar al PSE (su socio en el Gobierno central) y sobre todo al PNV, además de exigir un cambio de ciclo político en Euskadi. Aquel electorado que les dio el voto (los morados llegaron a superar las 335.000 papeletas en las generales de 2016) acabará buscando refugio ahora en EH Bildu, en una gran parte, y en el PSE-EE, en menor cuantía. Estas dos formaciones han sido precisamente las que han tratado con insistencia de pescar en ese caladero a punto que quedar esquilmado.

La geometría variable de los pactos

Ningún partido va a alcanzar la mayoría absoluta; los acuerdos postelectorales van a ser una necesidad, como viene ocurriendo en esta comunidad autónoma desde siempre. Un resultado igualado entre el PNV y EH Bildu, caiga la victoria de un lado o del otro, dejaría la llave de la gobernabilidad en manos de los socialistas. “Nosotros vamos a decidir el Gobierno y sus políticas”, ha venido repitiendo el candidato del PSE-EE Eneko Andueza, que cierra la puerta a pactar con Bildu o a hacer lehendakari a Otxandiano. La reedición de la fórmula PNV-PSE, que está desplegada en diputaciones y muchos ayuntamientos vascos, es la preferida para el electorado de estas dos formaciones. El PP está ojo avizor y entrará en escena si con sus votos puede impedir que los soberanistas toquen poder, aunque esta vez, advierten, no lo harán gratis et amore, como sucedió el año pasado en la Diputación guipuzcoana y el Ayuntamiento de Vitoria, donde fueron claves para vetar a Bildu.

La política nacional mira de reojo

EH Bildu, espoleado por su tendencia al alza, plantea que gobierne la lista más votada. Se ve ganador y quiere poner a prueba a su máximo adversario el PNV. Propone reproducir en esta comunidad las alianzas que se dan en Navarra y Pamplona. Pero apoyarse en los socialistas para desalojar al PNV, como le gustaría a Arnaldo Otegi, tendría consecuencias fatales para el presidente Sánchez porque, en ese supuesto, perdería los cinco votos del PNV en el Congreso y su gobernabilidad estaría en riesgo. Los socialistas están obligados a hacer equilibrios y este difícil juego ha sido aprovechado por el PP para criticar a Sánchez por “blanquear a Bildu” y de “alimentar al monstruo” que puede ganar las elecciones vascas. Feijóo ha participado mucho en esta campaña para apoyar a su candidato Javier de Andrés y trasladar a la ciudadanía que existe el peligro de beneficiar a Bildu de forma encubierta si este domingo se eligen las papeletas del PSE y del PNV.

Pello Otxandiano pasea por el monte la víspera de las elecciones vascas, en una imagen enviada por su partido, EH Bildu.
Pello Otxandiano pasea por el monte la víspera de las elecciones vascas, en una imagen enviada por su partido, EH Bildu.Aritz Loiola (©Copyright Argazki Press S.L)

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