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El argumentario del ‘procés’ se cae de la batalla electoral catalana

Los partidos obvian las trifulcas sobre la independencia de Cataluña y las elecciones municipales del 28 de mayo alumbran un escenario inédito en los últimos años

Debate electoral en Barcelona, organizado por EL PAÍS y SER Catalunya, el pasado 9 de mayo. Foto: ALBERT GARCIA | Vídeo: EPV
Marc Rovira

Las elecciones municipales del próximo 28 de mayo han dispuesto un decorado remozado en la política catalana. Las referencias a la independencia, a la autodeterminación y a la desobediencia, que congestionaron el debate político durante los días más agitados del procés, se han caído del argumentario de los partidos. Los programas orillan la cuestión secesionista y los candidatos esquivan el tema durante la campaña. El giro supone un parámetro nuevo en la dinámica electoral de la última década en Cataluña, donde cada choque en las urnas, también en las municipales, quedaba salpicado por las bravatas acerca del encaje de Cataluña en España. Las sedes de los alcaldables por Barcelona de Junts, ERC y la CUP han aparecido recientemente decoradas con carteles donde se les exige la independencia de Cataluña.

El lunes por la noche, durante el debate electoral organizado por Betevé, la televisión municipal de Barcelona, Xavier Trias tuvo un traspié al poner su candidatura como “garantía” para desbancar a Colau. Al filo de la medianoche, y tras más de dos horas de pugna dialéctica, dijo que “Junts” es la apuesta del cambio, pero inmediatamente rectificó: “No Junts, Trias per Barcelona”, matizó. El candidato neoconvergente trata de escapar de lo que representa Junts per Catalunya, y de los postulados rupturistas que han querido implantar su presidenta, Laura Borràs, y el ideólogo de la formación, Carles Puigdemont. “El alcalde de Barcelona no sale al balcón gritando independencia”, dijo también esta semana Trias, en una entrevista.

El programa electoral de Trias per Barcelona consta de 174 páginas, pero no hay referencias a la independencia de Cataluña. Alude a conceptos como “catalanidad” y plantea que hay que preservar la “clara vocación europeísta y mediterránea” de la ciudad. La hoja de ruta de Trias señala que es menester que la ciudad se “comprometa e interactúe con su país”, y concreta que ese país es “Cataluña”. Incluye un compromiso de fondo ambiguo, al referir que el Ayuntamiento “estará siempre al servicio del Parlament de Cataluña”.

Hace cuatro años, Junts presentó como candidato por Barcelona a Quim Forn, quien fue consejero de Interior de la Generalitat durante el 1-O. Forn estaba entonces en prisión preventiva y a los pocos meses fue condenado a 10 años y medio de cárcel por su participación en la organización del referéndum. Ernest Maragall es el actual candidato de ERC, y se estrenó en la contienda de 2019. Días antes de las elecciones, declaró públicamente que visitaba a Forn en la cárcel de Lledoners. “Hemos coincidido en trabajar para definir lo que podríamos llamar unidad de acción soberanista poselectoral”, dijo, y aludía a “unidad del independentismo”.

Esta vez, en su programa, más de 230 páginas, Maragall no hace alusión al independentismo. Solo presenta a Barcelona como “capital de la futura República Catalana”, cuando refiere la necesidad de que los funcionarios y cargos públicos del consistorio actúen con “responsabilidad, voluntad de servicio a la sociedad, transparencia y eficacia”. Esquerra no abraza en Barcelona uno de los reproches que sí exprime en la Generalitat, y que consiste en atribuir al Estado las culpas de la ineficacia administrativa autonómica por culpa del ahogo financiero. En su asalto a la alcaldía, Maragall señala a la “crisis económica” y a “las secuelas de la pandemia”, para explicar las estrecheces contables que dificultan la vida de los ciudadanos.

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En la reñida disputa por la victoria que mantienen Ada Colau, Jaume Collboni y Xavier Trias, las encuestas apuntan que el candidato del PSC toma algo de ventaja. Collboni ha manifestado que no pactará con nadie que no se comprometa a respetar la legalidad y las instituciones. En su programa, el PSC señala que el procés “prometió un país nuevo, pero el resultado fue una sociedad dividida, la huida de empresas y el desprestigio internacional e institucional”. En su documento, el PP incluye una breve referencia a la “tensión del procés”.

Sin la efervescencia procesista, hay formaciones a quienes les cuesta hallar un hueco bajo los focos. La CUP busca acaparar voto independentista a base de repudiar la posibilidad de que Xavier Trias sea alcalde, y de criticar que ERC apueste por “apuntalar al Estado y apagar el conflicto nacional”. En su programa electoral en Barcelona, la formación anticapitalista se compromete a “promover la desobediencia y la insumisión institucional a aquellas legislaciones impuestas que sean contrarias al despliegue del proyecto nacional”. Ciutadans, por su parte, trata de enarbolar la bandera del bilingüismo y tilda de “irrenunciable” que el Ayuntamiento “suspenda en el acto sus campañas hispanófobas disfrazadas de defensa del catalán”.

Por su parte, en el nuevo ciclo, Ada Colau no ha necesitado alterar su ambigüedad equidistante con el procés. En su programa apenas apunta que no le ha sido fácil gobernar en medio de la “inestabilidad política” que ha habido en Cataluña. Hace cuatro años, el candidato más votado fue Ernest Maragall, pero Colau logró la reelección gracias al apoyo de Manuel Valls, que la avaló sin exigir nada a cambio para impedir que el Ayuntamiento quedara en manos del independentismo. La alcaldesa dice haber tenido que tumbar “resistencias” y se presenta como una víctima de campañas de desprestigio y del lawfare, uso instrumental de la justicia para perjudicarla. Es el mismo argumento que emplea la presidenta de Junts Laura Borràs, para denunciar su aislamiento político por independentista.

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