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Columna
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De tableros y escenarios

Si todo se juega entre Ayuso y el ‘socialcomunismo’, ¿dónde quedan los moderados como Gabilondo, Edmundo Bal o Mónica García?

Enrique Gil Calvo
Elecciones Madrid 4M
La presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, durante la presentación de los autobuses de campaña electoral del PP.Ricardo Rubio (Europa Press)
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En su libro La extrema derecha, hoy (Paidós, 2021), el neerlandés Cas Mudde sostiene que la creciente influencia ejercida por la derecha radical europea se debe sobre todo a su capacidad de marcar la agenda, imponiendo a la opinión pública sus temas prioritarios de debate: inmigración, familia tradicional e identidad autóctona. Eso se logra manipulando a los medios informativos que, tratando de retener a su menguante audiencia, hinchan todas las noticias que tengan que ver con las provocaciones transgresoras de la ultraderecha. Y un buen ejemplo han sido los incidentes de Vallecas.

Aunque no compartan su sesgo ideológico, los medios amplifican el protagonismo de los populistas porque los consideran fuentes inagotables de noticias sensacionalistas, con sus transgresoras declaraciones que rompen las convenciones del consenso democrático. Es el caso de Ayuso, con su empeño en jalear el ocio festivo con desprecio a la salud, lo que brinda suculentos titulares a los periodistas. Pero al hacerse eco de las declaraciones populistas, los medios también aceptan su definición de la realidad, reproduciendo acríticamente las metáforas (frames) con que interpretan los acontecimientos.

Un ejemplo revelador es denominar “altercados” a los incidentes violentos que tratan de provocar la represión policial, como ocurre tantas veces en las calles de Barcelona con la quema de contenedores. Pero la voz ‘altercados’ indica riña o lucha igualada entre dos bandos simétricos (del latín alter, que designa al ‘otro’ opuesto a nosotros), de acuerdo a la definición de la realidad que más conviene al secesionismo, interesado en hacer pensar que protagoniza de igual a igual una guerra de Cataluña contra España. Y las provocaciones contra los Mossos d’Esquadra no son nada de eso sino meros desafíos a la autoridad. Por eso habría que llamarlos disturbios o algaradas, nunca ‘altercados’.

Más grave parece otra metáfora (frame) igualmente equívoca que también se está imponiendo en los medios informativos desde que la puso de moda Podemos. Y es llamar “tablero de juego” al espacio público en que compiten electoralmente los partidos políticos. Un tablero como el del ajedrez designa un juego polarizado entre dos bandos, como corresponde al bipartidismo mayoritario en que el ganador se lo lleva todo. Pero nuestro modelo es proporcional, por lo que la metáfora del tablero resulta falaz, ya que fuerza una interpretación polarizada en la que resultan laminados los jugadores intermedios entre los extremos. Si todo se juega entre Ayuso y el ‘socialcomunismo’, ¿dónde quedan los moderados como Gabilondo, Edmundo Bal o Mónica García? Así que nada de ‘tablero de juego’ sino más bien ‘escenario’ o teatro de operaciones, donde está en juego tanto el conflicto dramático entre antagonistas como el compromiso público con el interés general. Parafraseando el título de Lakoff sobre la fuerza de los frames (No pienses en un elefante, UCM, 2007), cabría indicar: no pienses en tableros de juego, piensa que se trata de puro teatro.

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