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El PSOE recupera el “patriotismo de partido”

El 23-J entierra la tesis de que el sanchismo está por encima de la organización y alejan el pesimismo tras la debacle de mayo

Mitin de cierre de campaña de las generales del PSOE, en el polideportivo de La Alhóndiga, Getafe, Madrid.
Mitin de cierre de campaña de las generales del PSOE, en el polideportivo de La Alhóndiga, Getafe, Madrid.Claudio Álvarez
Anabel Díez

La debacle del PSOE en las elecciones municipales y autonómicas del pasado 28 de mayo dejó una formación abatida que en pocas horas tuvo que activarse de nuevo por la convocatoria de los comicios del 23-J. Ya fueran perdedores o ganadores en la cita de mayo, los barones socialistas dejaron a un lado cualquier reproche y empezaron a movilizar el partido, con el expresidente del Gobierno José Luis Rodríguez Zapatero a la cabeza.

La actitud, las declaraciones y, sobre todo, los nombramientos que hicieron PP y Vox tras aliarse en gobiernos regionales y locales fueron el revulsivo para que dirigentes, cuadros medios y militantes socialistas cambiaran de estado de ánimo y se lanzaran a la campaña con más fuerza. La Comunidad Valenciana fue el principio del cambio de rumbo en la campaña para las generales. Y del regreso del “patriotismo de partido”.

El propio Pedro Sánchez, después de quedarse bloqueado al inicio de la campaña en el cara a cara con el líder del PP, Alberto Núñez Feijóo, decidió multiplicar sus apariciones públicas, reconocer los errores cometidos y no abandonar la bandera del progresismo frente a la alianza entre el PP y Vox, a los que numerosas encuestas daban una mayoría amplia para gobernar (no fue el caso de 40dB. en sus sondeos para EL PAÍS y la SER). En las filas socialistas caló este mensaje: ¿cómo puede ser que ya no le preocupe a nadie que vengan la derecha y la ultraderecha? Pero sí preocupa. Y mucho, detectaron en Ferraz, sede federal del PSOE, y en las organizaciones territoriales.

La Comunidad Valenciana fue el revulsivo. La pérdida electoral del PSPV y, por tanto, la certeza de que su líder y presidente autonómico, Ximo Puig, no tendría opción de aspirar a su investidura, fue uno de los mazazos más severos que el PSOE acusó tras el 28-M. Ahora, Puig y muchos socialistas valencianos se congratulan porque su derrota y la aceleración con la que los ganadores prepararon la investidura del popular Carlos Mazón pudieron ser la palanca del cambio de la campaña.

Todos los candidatos socialistas, con Pedro Sánchez a la cabeza, pudieron esgrimir desde entonces mucho más que el mero espantajo de que viene la ultraderecha. La Comunidad Valenciana fue la muestra y el revulsivo. Así, la depresión de los socialistas por las derrotas y, sobre todo, la pérdida de poder (cuya enorme trascendencia interna aún debe manifestarse), se vio sacudida por las actuaciones de la derecha y la ultraderecha en la formación de gobiernos autonómicos y municipales. Para disgusto, además, de Feijóo y su equipo, deseosos de que antes del 23-J no hubiera prueba alguna de los acuerdos con Vox. Un contratiempo en su camino, que parecía seguro, hacia la Moncloa.

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Así, los gobernantes del PSOE desalojados —o en vías de serlo— de sus presidencias asistían, entre desolados e irritados, a los nuevos tiempos. No estaban dispuestos a aceptar que el PSOE ya no existía o que había “dos pesoes”. Desde Andalucía surgieron los primeros manifiestos para rechazar que los socialistas buenos o clásicos se sentían ajenos a lo que pudiera ocurrir el 23 de julio. En paralelo, 39 exministros socialistas dieron el paso de apoyar las candidaturas del PSOE en toda España y el proyecto de Pedro Sánchez. Antes, numerosos dirigentes andaluces, incluidos quienes fueron presidentes de esa comunidad (Rafael Escuredo y Manuel Chaves) y decenas de nombres de respeto en el PSOE, como Ana María Ruiz Tagle, Amparo Rubiales o Rafael Román, actual presidente de la comisión de Ética y Garantías. “¿Dónde está ese PSOE clásico frente al actual? Eso no existe,” zanja Román.

Quedó claro que tampoco podían contar con Susana Díaz en un supuesto grupo disidente frente al actual secretario general. Nadie como ella sabe lo que fue el enfrentamiento con Sánchez. Desde entonces, ha habido unas primarias internas, que ganó el político madrileño; una moción de censura a Mariano Rajoy; dos victorias electorales y unas terceras elecciones, hace dos semanas, que sin ganarlas pueden permitirle formar una mayoría parlamentaria.

Pero antes del 23 de julio se produjo una severa pérdida de poder municipal y autonómico. Los socialistas no pudieron formar mayorías en Valencia, La Rioja, Baleares y Extremadura. El PSOE ganó las elecciones extremeñas pero Guillermo Fernández Vara se quedó sin el Gobierno al unirse PP y Vox. Y Extremadura, como antes la Comunidad Valenciana, ayudó a que los resquemores y los impulsos de culpar a Sánchez de los males del 28-M se fueran mitigando.

Durante la campaña de las generales se escuchó a candidatos del PP centrar sus ataques en los males que supuestamente ha traído a España el Gobierno de Sánchez con Unidas Podemos, con el añadido de haber tenido a ERC y a Bildu como soportes en muchas leyes de la legislatura. Por el relato parecía que Oriol Junqueras y Arnaldo Otegi estaban sentados en el Consejo de Ministros. A ello se le unió el derrumbe de Unidas Podemos.

Los alicaídos dirigentes territoriales socialistas no parecían predispuestos, tras la derrota, a dejarse la piel en la cita del 23-J. Pero los movimientos del PP y Vox en toda España, y de Coalición Canaria y del PP en Canarias, ayudaron en forma y fondo a los socialistas a salir de la postración.

La satisfacción del PSOE se concentró en Castilla-La Mancha. El presidente Emiliano García-Page resistió y se alzó con la única mayoría absoluta para el partido. También en Asturias, con el presidente Adrián Barbón, que repetirá con apoyos de su izquierda. En Aragón, el presidente Manuel Lambán supo enseguida que no podría revalidar su Gobierno. En Navarra, la presidenta en funciones, la socialista María Chivite, aún negocia para repetir al frente del Ejecutivo foral. Desde Madrid, Juan Lobato, líder del PSM, y Reyes Maroto tienen la ardua tarea de horadar las mayorías absolutas del PP en la Comunidad y el Ayuntamiento, respectivamente.

Mitigar la frustración

El PSOE no pensaba tras el 28-M que fuera a tener tantos alicientes para mitigar su frustración por el poder local y autonómico perdido. Los interlocutores consultados —líderes territoriales, presidentes y cuadros medios— reconocen que entre las municipales y autonómicas y la convocatoria de las generales empezó a bullir la necesidad de reivindicar al PSOE. Algunos interlocutores recuperan la expresión “patriotismo de partido”. La insistencia del PP y de Feijóo en que, una vez derogado el sanchismo, empezaba una nueva etapa en la que su interlocutor sería “el PSOE”, tuvo como reacción manifiestos de apoyo a todas las candidaturas y a Sánchez. Durante la campaña, día tras día, en conversaciones privadas, aún confiaban en que el expresidente Felipe González pidiera el voto para su partido. No ocurrió. Pero sí lo hizo la mayor parte de sus ministros.

La paz en el PSOE está asegurada si Pedro Sánchez vuelve a gobernar. La búsqueda de nuevos liderazgos no se producirá hasta que el PSOE pase a la oposición. Antes, tiene que dilucidarse si Sánchez puede formar Gobierno, a la vez que los barones territoriales en la oposición fijan sus posiciones en el reto de conseguir perfil propio y relevancia desde la oposición.

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Sobre la firma

Anabel Díez
Es informadora política y parlamentaria en EL PAÍS desde hace tres décadas, con un paso previo en Radio El País. Es premio Carandell y Josefina Carabias a la cronista parlamentaria que otorgan el Senado y el Congreso, respectivamente. Es presidenta de Asociación de Periodistas Parlamentarios (APP).

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