El PSOE resurge de las cenizas del 28-M mejorando el resultado de las elecciones de 2019
Sánchez: “El bloque involucionista de retroceso PP y Vox ha fracasado. ¡Somos muchos más los que queremos que España avance y así seguirá siendo!”
El PSOE ha resurgido de las cenizas del 28-M encomendado a un Pedro Sánchez que ha vuelto a encumbrarse como el patrón de los imposibles. La bala de plata del adelanto electoral del 23 de julio hizo que lo que parecía una utopía, truncar el cambio de Gobierno con el que la derecha llevaba martilleando media legislatura, no sonara a milagro. Con una remontada de infarto y tirando de épica, el presidente del Gobierno se ha superado a sí mismo con una nueva demostración de su manual de resistencia. De nuevo contra todo pronóstico, es decir, de la misma forma en que Sánchez fue elegido secretario general del PSOE en 2014 y en 2017 y ganó la moción de censura de 2018 a Mariano Rajoy.
La derrota supo a victoria en Ferraz. El PP no ha culminado el plebiscito al sanchismo, penalizado por los pactos de cogobierno con Vox en la Comunidad Valenciana y Extremadura y en docenas de ayuntamientos. La consecuencia es una victoria que le resulta insuficiente para alcanzar La Moncloa, con el respaldo del partido de Santiago Abascal y el hipotético apoyo de UPN y Coalición Canaria, en un escenario de potencial bloqueo institucional. La presencia de la ultraderecha en la ecuación imposibilita automáticamente la sintonía con otras fuerzas y anima a Sánchez a perseguir la investidura.
“Gracias de corazón, en primer lugar, a todos los españoles que han votado y demostrado un comportamiento democrático como corresponde a una gran democracia como la nuestra. Gracias a toda España porque hemos demostrado al mundo que somos una democracia fuerte y limpia, una gran democracia. Gracias a todos los millones de votantes que han votado al PSOE, hemos sacado más votos, más escaños y más porcentaje que hace cuatro años. Gracias de corazón. Es un orgullo, un honor y una enorme responsabilidad”, ha celebrado Sánchez, que no ha felicitado a Feijóo por su victoria, al filo de la medianoche en un escenario montado en Ferraz.
“Convoqué las elecciones anticipadas porque creía que debíamos decidir qué rumbo tomar como sociedad: un rumbo de avance o de un rumbo involucionista como el del PP y Vox. Creo que España ha sido bien clara. El bloque involucionista de retroceso que planteaba una derogación total de avances ha fracasado. Somos muchos más los que queremos que España siga avanzando, así que españoles, compañeros, ¡somos más, muchos más, los que queremos que España avance y así seguirá siendo!”, se despidió entre los gritos de “¡no pasarán!” de la muchedumbre. La fiesta de verdad no fue en Génova. La vicepresidenta Teresa Ribera y ministros como María Jesús Montero, Pilar Alegría, Miquel Iceta, Isabel Rodríguez, Diana Morant y Félix Bolaños lo dieron todo en una noche impensable mientras, a la espera de Sánchez, atronaba Pedro de Raffaella Carrà. La banda sonora de Verano Azul sonó por unos segundos en mofa de la campaña del PP.
Los socialistas mejoran incluso los 120 escaños de 2019 y han cosechado 930.000 votos más —7,7 millones, a menos de 300.000 del PP, lo que supone 100.000 menos que en las municipales y autonómicas de hace menos de dos meses—, a pesar de una legislatura durísima en la que ha tenido que gestionar la peor pandemia en un siglo, la inflación más elevada en 40 años y el desgaste cotidiano en un Parlamento fragmentado y marcado por la polarización y los ataques constantes de la derecha al presidente del Ejecutivo.
Las “buenas vibraciones” con las que Sánchez ha encarado la jornada se han traducido en una movilización del electorado progresista que en Ferraz y La Moncloa habían detectado los últimos días, pero que quedó por debajo del radar de las grandes casas de encuestas, que auguraban el triunfo holgado del PP con una ventaja de hasta 40 diputados sobre el PSOE. La última semana de campaña ha resultado decisiva para apuntalar la resistencia de los socialistas, que han aguantado mucho mejor de lo que se preveía con un gen competitivo que no lució el 28-M. Los errores cometidos por Feijóo en un tramo final para el olvido fueron un aliciente para la izquierda, que se activó cuando los medios ya no podían publicar encuestas diarias, espoleada por las meteduras de pata del candidato del PP, que empezó la semana afirmando falsamente en una entrevista en RTVE que su partido había votado a favor de la revalorización de las pensiones y terminó la campaña reconociendo que Marcial Dorado era un contrabandista cuando entablaron amistad en los años noventa. El esprint final del socialismo relegó al olvido las expectativas frustradas del cara a cara en el arranque de la campaña entre Sánchez y Feijóo. El mal sabor que dejó el presidente en el debate con el líder del PP pareció abocar al PSOE al desastre, pero el partido se vino arriba en un último acto de fe.
La reacción del PSOE no habría sido posible sin la cercanía en el tiempo de algunas de las primeras decisiones de los gobiernos del PP y Vox en comunidades y ayuntamientos. El impacto de la supresión de consejerías de medio ambiente en Baleares o La Rioja, de concejalías de igualdad en localidades o la censura de películas infantiles por la presencia unos segundos de una pareja de lesbianas o de obras de teatro de Virginia Woolf o de Lope de Vega han contribuido a movilizar a abstencionistas que el 28-M se quedaron en sus casas. Los equilibrismos del PP con la negación de Vox de la violencia machista o del cambio climático castigaron lo suficiente a Feijóo. Su efecto fue clave para que Andalucía recuperase su condición de granero tradicional del PSOE, manteniendo 21 escaños por los 25 de 2019 —la preocupación en el PSOE era que se llegasen a perder hasta ocho escaños, uno por provincia—. El PSC tiró de músculo y ganó en Cataluña con una subida crucial de 12 a 19 escaños, mientras en la Comunidad Valenciana crecía un escaño respecto a las anteriores generales (de 10 a 11), lo mismo que en Madrid.
Otro factor que ha enchufado lo suficiente a los votantes socialistas y les ha sacado de la apatía ha sido la reacción de la militancia a los insultos y los motes despectivos que se habían convertido en grito de guerra de la derecha. Cánticos como “Perro Sánchez” se han transformado en un emblema y motivo de orgullo. Los intentos de desmovilizar al electorado del PSOE pincharon en hueso.
El resultado también tiene su lectura interna en el PSOE. La revancha con la que varios barones contaban, mientras afilaban los cuchillos tras la hecatombe institucional del 28-M que se llevó por delante seis de los nueve gobiernos que presidían y tantos y tantos ayuntamientos, tendrá que esperar. Quienes infravaloraron al PSOE y a Sánchez fueron los grandes derrotados de unas elecciones de las que Sánchez sale vivo. Una vez más.
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