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Guardiola y Feijóo cambian en diez días su posición para meter a Vox en el Gobierno de Extremadura

La presidenta extremeña del PP integra a la ultraderecha en su pacto de gobierno, al contrario de lo que dijo que haría, y el líder de los populares se desdice de su límite al 8% de representación para acordar con el partido de Abascal pese a afirmar: “sin palabra no hay política”

La candidata del PP a la Junta de Extremadura, María Guardiola, junto al candidato de Vox, Ángel Pelayo Gordillo, en rueda de prensa este viernes. Foto: JERO MORALES (EFE)

Las contradicciones disparadas desde todos los flancos y de todos los colores están permitidas en el PP de Alberto Núñez Feijóo. Tanto, que uno puede decir una cosa y otra completamente distinta a la semana siguiente, y todo sigue como si nada. Es más, el presidente de los populares bendice los argumentos encontrados, se enmienda a sí mismo y luego saca pecho de la “política de palabra”. Pero el viraje de este viernes fue tan radical que hasta los dirigentes más accesibles del PP corrían despavoridos de los periodistas para no tener que dar explicaciones, ni en público ni en privado, en un acto de precampaña en Madrid. Tampoco Feijóo. “Respetadme un poco”, espetó el líder de la oposición a los medios mientras repartía selfis y abrazos a sus simpatizantes antes de abandonar un centro de eventos en el madrileño barrio de Salamanca.

Después de erigirse como la baronesa popular más tajante contra el argumentario de Vox, y de rechazar de plano su entrada en el Ejecutivo, Guardiola dio este viernes un giro de 180 grados al pactar un Gobierno de coalición con los ultras. El pasado día 20, la candidata había sentenciado que no regalaría consejerías a la extrema derecha y que si incluso había que ir a unas segundas elecciones, se iba. Afirmaciones que repetía una y otra vez en entrevistas y comparecencias sucesivas. “Yo no puedo dejar entrar en mi Gobierno a aquellos que niegan la violencia machista, a quienes usan el trazo gordo, a quienes están deshumanizando a los inmigrantes, y a quienes despliegan una lona y tiran a una papelera la bandera LGTBI […] He hecho todo lo que estaba en mi mano. Mi promesa y mi tierra no son moneda de cambio de nada”, sentenció tras dar el portazo a Vox. Pero, después de “una profunda reflexión” —según se pronunció este viernes—, todo lo antedicho quedaba en agua de borrajas.

María Guardiola (i) y el candidato de Vox a la Presidencia de la Junta, Ángel Pelayo Gordillo, rubrican el acuerdo de gobierno de coalición este viernes en la Sala de la Autonomía del Parlamento extremeño.
María Guardiola (i) y el candidato de Vox a la Presidencia de la Junta, Ángel Pelayo Gordillo, rubrican el acuerdo de gobierno de coalición este viernes en la Sala de la Autonomía del Parlamento extremeño. Jero Morales (EFE)

Esa “profunda reflexión” a la que aludió ayer Guardiola vino precedida de diez días en los que Extremadura se había convertido en el gran culebrón del PP tras el resultado en las urnas autonómicas del 28-M. En algunos foros y chats que comparten diputados, senadores, cargos orgánicos y dirigentes territoriales inquietaba la mala gestión de la crisis en el seno del PP. Entre los mensajes había una parte que insistía en censurar el comportamiento de Guardiola, mientras otro grupo de dirigentes deslizaba críticas más indirectas a Feijóo y su estilo de liderazgo.

Mensajes a los que se sumó el pleno de investidura de la presidenta de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, celebrado el día 23 en el edificio principal de la Puerta del Sol ―la sede de la Comunidad de Madrid— y en el que los distintos presidentes del PP se reunieron de manera amistosa en una sala antes del acto. En una conversación posterior al encuentro de los barones, con periodistas, Feijóo expresó que la decisión de Guardiola en Extremadura había generado “ruido”. La baronesa fue apercibida para que rebajara el tono. Y, tres días después, Guardiola cambió el guion de las negociaciones con una carta enviada a la militancia el pasado domingo en la que se abría a allanarse a Vox.

Finalmente, ayer, cinco días después, los populares y Vox sellaron un acuerdo que se venía materializando ya desde el miércoles para hacer presidenta de la Junta de Extremadura a Guardiola en un gobierno de coalición con los ultras al frente de la consejería de Gestión Forestal y Mundo Rural, que asumirá las competencias de infraestructuras rurales, control de incendios, patrimonio natural, caza, pesca y toros. Mientras que la consejería de Agricultura seguirá en manos del PP, Vox consigue también un senador autonómico que recaía en los populares.

Guardiola compareció este viernes tras firmar el documento conjunto, de 60 medidas, junto al candidato ultra, Ángel Pelayo Gordillo. Un pacto del que Borja Sémper, portavoz de campaña del PP, aseguró un par de horas antes que en él se hablaba “expresamente de violencia machista”, pero luego no fue así. No se menciona en ningún apartado y se introduce la promesa de “erradicar los discursos machistas”. En rueda de prensa, Guardiola tuvo que enfrentar a las preguntas de los periodistas, que en su mayor parte pivotaron sobre su cambio de postura. Sobre las 13.05, se defendió así: “Mi palabra no es tan importante como el futuro de los extremeños”.

Casi al mismo tiempo, solo diez minutos después, en torno a las 13.15, Feijóo intervenía en un acto de precampaña sobre cultura en Madrid. “En tiempos en los que la palabra de los políticos no vale nada, yo reivindico la política de la palabra. Sin palabra no hay política”, sostenía el líder popular, enmendando la plana a su baronesa y a sí mismo. El presidente del PP justificó el día 21 no dar entrada a Vox en el Ejecutivo extremeño por una cuestión de porcentaje de voto obtenido por los ultras el 28-M. Ni rastro de diferencias ideológicas. En aquella comparecencia, Feijóo pretendía acallar las críticas que afloraban desde dentro de su partido sobre cómo se estaba manejado la controversia extremeña, además de excusarse de puertas para fuera.

Feijóo argumentó que la exigencia de los ultras para entrar en el Gobierno en Extremadura con consejerías era “desproporcionada” porque allí solo cosecharon un 8% de los votos (el peor dato de los ultras en las elecciones autonómicas del 28-M), mientras que en la Comunidad Valenciana la formación ultra logró el 12%. “Creo que el PP es un partido que tiene principios y que no va a mimetizarse con las políticas de Pedro Sánchez. Cuando decimos que algo es desproporcionado y que esto va en contra de los votos obtenidos en las urnas, lo cumplimos”, sentenció entonces Feijóo. Pero no se cumplió.

Quizás fuera porque no podía seguir Feijóo en directo la rueda de prensa de Guardiola, porque en la redacción de su discurso nadie reparó en que la candidata tendría que dar muchas explicaciones o porque directamente le daba igual dejar en evidencia a su baronesa, pero el caso es que el líder de la oposición decidió justo ayer hacer gala de la honestidad del PP. Feijóo había pedido el jueves a Guardiola, en una comparecencia en Bruselas tras la reunión con el Partido Popular Europeo, que cerrara el pacto y “rápido” para evitar así unas segundas elecciones. Él ordenó, Guardiola obedeció. Y forzada, según fuentes de la cúpula del PP.

Para tragar con las directrices de la dirección nacional de su partido, Guardiola ha asumido un coste personal del que ha tenido que sacudirse sola. Según declaró este viernes, las airadas palabras utilizadas diez hace días, “fueron fruto de un enfado importante, una frustración en un momento concreto”. Dentro de su equipo esperan que la mala imagen esparcida entre parte de filas del PP se vaya diluyendo conforme avance la legislatura, gracias a su gestión y a la acción de Gobierno. “Tiene cuatro años para darle la vuelta a esta crisis de reputación y tiene el Gobierno. Para ella el día de hoy ha debido ser de los peores de su vida. Pero el tiempo lo cura todo. En la posición que estaba creo que ha acertado en su decisión política”, indican fuentes de su entorno. Feijóo, entretanto, queda satisfecho tras conseguir lo que había pretendido durante los últimos días: aplacar el ruido interno y el mediático, según fuentes de la dirección nacional. Queda por ver ahora si el futuro de Guardiola al frente de la Junta convence lo suficiente a su líder, y a sus detractores, como para olvidar el pasado.

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