La eterna espera del buda mangurrino: Cáceres aguarda durante seis años la construcción de un santuario con una estatua de 47 metros
El proyecto, presentado por la Fundación Lumbini Garden con el apoyo del ayuntamiento y financiación extranjera, prometía la llegada de decenas de miles de turistas al año


El monarca Jigme Khesar Namgyel, quinto rey dragón de Bután y figura importante del budismo, esperaba a la delegación extremeña en uno de sus palacios de trabajo en Timbu, la capital del país, en medio de los preparativos del Día Nacional del estado asiático. Aquella visita del 4 de diciembre de 2022 con representantes de tierras lejanas no era habitual, ni tampoco el proyecto que traían bajo el brazo para presentárselo: la construcción en Cáceres de un macrocomplejo de peregrinación budista de unas 110 hectáreas coronadas por una estatua de un buda de 47 metros sobre un pedestal de otros 20. Ese supersantuario también requería la superfinanciación de unos 40 millones de euros, uno de los motivos principales que motivaban el viaje de esas personas.
En la comitiva figuraba el alcalde socialista de la ciudad, Luis Salaya, la presidenta de la Asamblea de la Junta de Extremadura, Blanca Martín, y José Manuel Vilanova, presidente de la Fundación Lumbini Garden, impulsora de la idea. La reunión se alargó hora y media con Khesar Namgyel, un monarca atípico conocido por llevar un tupé al estilo de Elvis Presley. El líder butanés escuchó los detalles del santuario. La gran estatua sería del buda Mahar Karuna (que simboliza la compasión) y estaría recubierta de jadeíta blanca de Birmania. En torno a ella, los planos proyectaban varios templos y espacios dedicados para la meditación, el rezo y la celebración de rituales, además de una residencia para una veintena de monjes y un lugar para la exposición de reliquias, algunas de Siddhartha Gautama, el primer buda. A esto se le suma un centro de estudios budistas y “una embajada para países con fuerte arraigo en esta filosofía, como China, Japón, Corea del Sur y Nepal”. Todo ello envuelto en jardines de estilo oriental con la presencia de “vegetación autóctona”
De esa reunión surgió un comunicado que la Junta publicó en su web: ″Su Majestad el Rey de Bután ha mostrado un especial interés en el proyecto cacereño". Aquel encuentro era otro broche publicitario más para un proyecto que aterrizó en el ayuntamiento cacereño en 2019. La promesa era tentadora: decenas de miles de turistas y peregrinos al año con los beneficios económicos que eso suponía para los habitantes de la provincia, conocidos coloquialmente como mangurrinos.
El coste inicial de 25 millones de euros lo pondría Lumbini Garden (la fundación promotora) y para eso se valdría de donaciones altruistas y de gobiernos asiáticos como Bután. Al Consistorio, indicó entonces Salaya, de 31 años, no le costaría “ni un euro”, tan solo cedería el uso de terrenos de titularidad municipal para la construcción. Seis años y decenas de reuniones y horas de trabajo institucional después, no hay rastro del santuario con el gigantesco buda.
Ricardo Guerrero, representante de la Fundación, admite que la iniciativa está en stand by, porque “los proyectos tan grandes como éste, con tantos actores internacionales, son complejos y surgen obstáculos”. A las preguntas de este diario sobre la financiación, la entidad se ha negado a responder: “No nos parece pertinente hacer declaraciones. Seguimos trabajando en silencio”.
La situación actual, con la incertidumbre de los resultados de las próximas elecciones autonómicas, difuminan el futuro de este proyecto. ¿Cómo ha sido la cronología del macro santuario del buda mangurrino?
Detrás del plan hay un hombre: José Manuel Vilanova Alemán, promotor inmobiliario y de eventos, consultor turístico y empresario en el ámbito de la fotodepilación y la estética, según figura en internet. Antes de recalar en Cáceres, intentó colocarlo en 2018 en Madrid, durante el mandato de Manuela Carmena, de Ahora Madrid. Pero el proyecto se vino abajo con la llegada al poder de José Luis Martínez Almeida, del PP, un año después. Vilanova, que ya por entonces ya había constituido la empresa Buddha Lumbini Group SL y la Fundación Lumbini Garden para gestionar las obras, consiguió que la capital cacereña aceptara el proyecto y, con él, llegó el anuncio del mastodóntico santuario (incluso su presentación en Fitur de 2020) y la sucesión de viajes por países asiáticos en busca de financiación.
El promotor consiguió el apoyo de empresarios extranjeros, como la filántropa hongkonesa Alice Chiu o líderes budistas como Riponche Shyalpa, del Dragon Temple del Tailandia. Así figura en una decena de reportajes de la prensa local, en la que Vilanova aparece fotografiado con estas figuras internacionales. También fraguó el primer viaje del alcalde de Cáceres a Nepal, a la ciudad de Lumbini (donde nació Buda), para firmar un memorando de compromiso con el regidor nepalí. Todo parecía ir en marcha. “Me han tachado de loco y de iluminado, y fui víctima de una guerra política en el Ayuntamiento de Madrid, pero ahora ya puedo decir que el gran Buda va para adelante y se hará en Cáceres”, dijo el empresario en el periódico local Hoy.

A pesar de la pandemia, el proyecto avanzó en una cuestión importante: conseguir el espacio para levantarlo. El ayuntamiento cerró la cesión para el uso de una finca municipal de más de 110 hectáreas el en cerro Arropé, al sur de la ciudad, pero el inicio de la obras aún no estaba claro. Antes, una delegación nepalí debía formalizar in situ la declaración de los terrenos como “tierra sagrada” para levantar el templo. La visita oficial llegó en la primavera de 2021, encabezada por el presidente de la Asamblea Nacional de Nepal y el alcalde de Lumbini.
Cáceres vio un hermanamiento entre dos culturas. Destaca la imagen de un grupo de monjes con atuendos anaranjados y sombreros crestados paseando entre los palacios medievales del casco antiguo de la ciudad. O la de los miembros del gobierno municipal uniéndose a rituales budistas frente a una réplica del buda que fue llevada a Cáceres, al museo Casa Pedrilla. Entre las autoridades presentes ese abril estuvo la socialista Carmen Calvo, entonces vicepresidenta del Gobierno.

De hecho, en el monte Arropé un grupo de monjes plantaron una encina y un bodhi (especie de higuera donde el buda Siddhartha meditó y alcanzó el nirvana) con tierra sagrada de Lumbini y la recién bendecida de Cáceres. Luego encendieron una lumbre y celebraron el rito del fuego pacificador, donde los clérigos y muchos asistentes echaron hierbas aromáticas, una plegaría de abundancia y para alejar el mal. La Junta aportó casi 300.000 euros para la celebración de los eventos de ese viaje, con el título de “Actividades y Jornada de Trabajo en Cáceres dentro del proyecto Gran Buddah”, según aparece en Diario Oficial de Extremadura.
Salaya recuerda que, a pesar del exotismo del proyecto, este llegó a su mesa después de haber sido respaldado por Manuela Carmena y un gran número de instituciones internacionales (llegaría a sumar hasta 15 países colaboradores). Por otra parte, cuenta que “no tenía coste de oportunidad”, pues en la finca donde se iba a levantar no iba a utilizarse para otra iniciativa." El papel del Ayuntamiento y la junta era más simbólico que otra cosa, de ahí los viajes que hicimos", cuenta el exalcalde, que solo realizó tres viajes, dos a Nepal y otro a Bután, que también pasó por la India. Fueron pagados por con dinero público, y eran cortos, “de cuatro días con hasta 15 horas de trabajo”.
Salaya matiza que el foco de las reuniones en los países asiáticos estaba en los terrenos en la cesión del uso, ya que eso mostraba un respaldo institucional. “Me da mucha pena que no haya salido adelante. Aportó mucho en visibilidad a la ciudad y también fue bonito. Era factible en su momento”.
Parón del proyecto
Meses después llegó el primer parón. Los terrenos están dentro de la ZEPA Llanos de Cáceres y Sierra de Fuentes y su suelo es “No Urbanizable de Especial Protección Masas Forestales”. Es decir, para levantar el santuario y plantar la gigantesca estatua se necesitaba una evaluación de impacto ambiental. La resolución, que llegó en febrero de 2022, fue contundente: el proyecto planteado debía estar fuera de la ZEPA. Vilanova y su equipo insistieron en buscar una alternativa: instalar uno de los expositore de madera que Nepal utilizó en la Exposición Universal de Milán en 2015 y utilizarlo como un centro de interpretación. Mientras, el Consistorio se comprometió a redefinir la zona ZEPA y que la Junta elaborase un expediente con una propuesta para que la UE diera el visto bueno. Pero esto podría alargar el inicio de las obras varios años.
Mientras se aclaraba esta cuestión, los representantes de la fundación viajaron para cosechar apoyos, pero no siempre fueron fructíferos. Uno de ellos fue en Birmania, de donde se extrae la jadeíta blanca con la que se planeaba forrar el gran buda. Allí, además de visitar las minas, Vilanova se reunió con miembros del gobierno de la dictadura militar birmana. “Muy negativa la imagen que se ha podido trasladar de Cáceres“, dijo el Partido Popular durante la comisión de seguimiento al proyecto que se convocó tras el escándalo.

La fundación explicó que la reunión con los militares fue casual y no estaba programada, y que su contacto con el país era anterior al golpe militar de 2021, que acabó con la detención de, entre otros, la activista Aung San Suu Kyi, premio Nobel de la Paz y por entonces Consejera de Estado en el país.
Tanto Salaya como Vilanova insistieron en que el proyecto seguiría adelante. Fue entonces cuando la comitiva extremeña y la fundación tomaron un avión a Bután a finales de ese año, para reunirse con el rey, varios ministros del país y la fundación Monjas de Bután, colaboradoras del proyecto e impulsoras también del viaje.
La financiación necesaria, decía la Fundación, ya estaba recaudada. Además de que la Junta, a pesar de que en un principio no aportaría dinero, destinó otros 50.000 euros en los presupuestos de 2023 para la fundación. Pese a ello, los planes de ubicar el complejo en el cerro Arropé se esfumaron y la fundación se quedó sin los terrenos. Poco después, las elecciones municipales de 2023 llevaron al PP al poder y, aunque desde el principio el alcalde, Rafael Martos, ha prometido “salvar el proyecto”, recomendó que la fundación utilizará una finca privada. La misma línea que marcó la recién nombrada presidenta autonómica, María Guardiola, que aseguró que se buscaría “otro emplazamiento”.

El nuevo “emplazamiento” no estaba en suelo municipal, sino privado. La Fundación contactó con varios propietarios de fincas en el Cerro de los Romanos, cercano al antiguo poblado minero de Aldea Moret. Lo que parecía un paso adelante, fue en realidad un gran salto hacia atrás. Los inversores no vieron con los mismos ojos el cambio de ubicación y, sumado a la subidas de precio de los terrenos y los constantes retrasos, se apartaron del proyecto este verano.
La fundación revela a EL PAÍS que el proyecto está en stand by, por lo que “no hay mucho que decir”. Ricardo Garrido avanza que está pendiente de “reuniones importantes” para la toma de decisiones, de las que informará a su debido tiempo. “Hay cambios en el seno de la Fundación que no son negativos en absoluto y que no tienen que afectar al futuro del Proyecto, en el que seguimos trabajando con optimismo”, ha explicado. Vilanova, ha respondido, “sigue siendo el presidente de la Fundación Lumbini Garden”.
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