El pacto con el PSC en Barcelona se le atraganta a ERC en plena precampaña para el 12-M
Los volantazos de los republicanos en su relación con los los socialistas vuelven a quedar expuesto en un momento complicado para los independentistas
Hay piedras con las que un partido político está condenado a tropezar, usualmente más de una vez. En Esquerra Republicana (ERC), vendría a ser la relación con el Partit dels Socialistes de Catalunya (PSC). El último trompicón y que con seguridad servirá de munición en su contra en la precampaña de las elecciones autonómicas, llegó el pasado miércoles. Ambas formaciones tenían cerrado un pacto para gobernar juntos la capital catalana, pero el adelanto de las elecciones al Parlament lo ha aplazado. El alcalde Jaume Collboni afirmó la semana pasada que, tras la aprobación del presupuesto en mayo, por cuestión de confianza, el paso siguiente “será ampliar el Gobierno municipal”, sin citar a ERC. En las filas republicanas oficialmente no se dan por aludidos, aunque en privado lo admiten. Sobre todo en el consistorio, donde aseguran que la idea es incorporarse al gobierno de Collboni después del 12-M o de las elecciones europeas. La dirección de ERC insiste en señalar que su adversario en las autonómicas es precisamente el PSC. El propio president Pere Aragonès advirtió: “Que nadie se ponga en la boca lo que hará ERC ni en Barcelona ni en otros sitios”, pero no fue capaz de desmentirlo.
El anuncio de Collboni, al final del pleno que activaba la moción de confianza para aprobar las cuentas pactadas con ERC, cogió por sorpresa al grupo municipal republicano. Un imprevisto que podría explicar el semblante serio de Elisenda Alamany, su líder. Fuentes del grupo en el Ayuntamiento insisten desligar lo dicho por el alcalde de su partido. “No anunció ningún pacto”, “no citó a ERC”, “lo que dijo es que después del presupuesto toca ampliar gobierno”, insisten. Pero otras voces del mismo grupo aseguran en que el acuerdo que está cerradísimo. “Si fuera por el grupo, hubiesen entrado el mismo miércoles. Está todo atado”, explican. Ambas partes, eso sí, coinciden en que Collboni no les adelantó nada de qué diría en la intervención.
Nadie en el grupo municipal de los republicanos compareció para desmentir al alcalde y la pregunta le cayó al president durante una visita a Vilanova i la Geltrú (Barcelona). “Por ERC habla ERC. Que nadie se ponga en la boca lo que hará ERC, ni en Barcelona ni en otros lugares”, manifestó sin realmente desmentir a Collboni. Las fuentes del grupo municipal que dicen que sí hay pacto, que se cerró hace un mes y que fijaba la entrada en el Gobierno en mayo. Pero el adelanto electoral derivado del fracaso de los Presupuestos de la Generalitat (que el PSC apoyó) lo cambió todo. Si ya había voces críticas en el Govern, especialmente entre los secretarios generales, de la conveniencia de pactar con el PSC en el Ayuntamiento antes de disolver la legislatura, la perspectiva de tener en plena campaña una foto del pacto con el rival y ganador de las elecciones, según las encuestas, no ayudó sino a arreciarlas.
La normalización de los pactos políticos entre los socialistas catalanes y los dos mayores partidos independentistas es uno de los deberes pendientes de la digestión del procés independentista. La posibilidad de un pacto de izquierdas o uno sociovergente en el Parlament, es impensable según las cúpulas de ERC y Junts. Es más, ha sido una de las armas preferidas del arsenal usado tras 2017 para intentar sembrar mutuamente dudas sobre el compromiso con la causa independentista. Aún hay quien dice que no se puede pactar con “el bloque del 155”. Incluso responsables políticos como el propio Oriol Junqueras y en su día Ernest Maragall, llevaron la discrepancia hasta el nivel personal con líderes socialistas.
El abrazo de la ruta parlamentaria del procés impuso desde 2015 una monolítica política de bloques independentista – constitucionalista, donde era imposible cualquier pacto trasversal. Esta comenzó a desmoronarse en un pacto parlamentario de diciembre de 2021. PSC, ERC y Junts finalmente desbloquearon el relevo la cúpula de entidades como el Síndic de Greuges o la Corporación Catalana de Medios Audiovisuales, donde se requería una mayoría cualificada. Desde entonces, además, existen pactos municipales y supramunicipales a dos bandas e, incluso, el propio Carles Puigdemont ha llevado a Junts a compartir con Esquerra asiento en la mayoría que sostiene el Ejecutivo de Pedro Sánchez.
Pese a ese marco general, en el independentismo la acusación de cercanía con los socialistas es todavía algo recurrente de cara a desprestigiar al contrincante. Y nada hace pensar que los exconvergentes no usen el pacto en el Ayuntamiento para sostener su idea de que Aragonès y Salvador Illa pactarán en la Generalitat. La campaña de president tendrá que estar preparada para encajar una posible foto (o peor aún, su ausencia) entre Collboni y Alamany y cómo responde el electorado, especialmente la frontera con los secesionistas más convencidos.
Mientras, la militancia va haciéndose a la idea de que tarde o temprano el pacto se materializará. Con la federación barcelonesa partida en dos tras las últimas elecciones internas, la presidenta de la Federación, Eva Baró (que ganó por la mínima con el apoyo de la dirección) y la presidenta del grupo municipal, Elisenda Alamany “han avanzado convenciendo a cuadros medios”, apunta una fuente segura de que “si convences a los secretarios generales reticentes, es más fácil hacerlo con las bases”. Un militante que mantiene su rechazo a una alianza ERC-PSC en el Ayuntamiento de Barcelona advierte: “Podemos dejarnos cuatro diputados en el Parlament”.
Como se llegó al pacto, además, permite entender todas las fuentes de desgaste y los volantazos de ERC sobre el que también le ha salvado los Presupuestos de la Generalitat la pasada legislatura: Collboni fue elegido alcalde el año pasado gracias a una mayoría alternativa que incluía a los comunes y al PP. Esta desbancó a la lista ganadora, la que Junts dejó elaborar a Xavier Trias, y que contaba con el apoyo de ERC, entonces bajo las riendas de Ernest Maragall. Meses después, ERC abrazaba a Collboni en un pacto de izquierdas que dejaba al margen a los de Ada Colau.
La decisión de apoyar a Trias había salido de la boca de Junqueras. “Lo mejor para la ciudad es que haya un alcalde vinculado a un partido independentista, comprometido con la amnistía y la autodeterminación”, dijo en la rueda de prensa donde valoró los terribles resultados de las elecciones municipales de mayo. Uno de cada tres votantes de ERC se quedó en casa en esos comicios y, en el primer análisis, una de las razones tras el primer revés electoral desde que el exvicepresident había cogido las riendas del partido desde 2011 era que los pactos con los socialistas les penalizaban.
Acuerdos en las diputaciones
Los comicios municipales fueron un fracaso para el PSOE, pero el PSC recuperó el liderato en Cataluña y certificó que algo se estaba moviendo en la sociedad catalana tras el procés. La decisión de Pedro Sánchez de adelantar las generales a julio del año pasado cogió a Junts y ERC intentando negociar los gobiernos de las cuatro diputaciones. Ambas formaciones llegaron a un acuerdo en la de Girona y socialistas y republicanos mandan en Lleida y Tarragona. La de Barcelona tenía varias posibilidades aritméticas y el camino escogido entonces por ERC recuerda de alguna manera lo sucedido en el Ayuntamiento.
Los socialistas habían ganado y podían optar alguna de estas tres opciones: revalidar la coalición que tenían con Junts, sumar con Junqueras o explorar construir junto a los comunes y otros partidos pequeños. Pero las dos formaciones independentistas también podrían formar Gobierno pero su interés fue mínimo. Los de Puigdemont criticaron con dureza a ERC por los pactos de Lleida y Tarragona. Junqueras, lanzado a que fuera evidente la distancia con los socialistas, dijo insistentemente en la campaña electoral del 23-J que nunca haría presidente a un socialista en la Diputación de Barcelona, señalando a Junts de querer repetir Ejecutivo. En el pleno del día 16, la socialista Lluïsa Moret, salió elegida con el apoyo de su partido (17), el de los comunes (5), dos díscolos de Junts y el del único representante de Tot per Terrassa. Tras 48 horas de las elecciones generales, los republicanos anunciaron que ya si entraban al gobierno provincial.
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