Un ‘thriller’ sobre el olvido impuesto remueve el barro de la riada en Valencia
La directora Inés París estrena este sábado su película sobre el desastre de 1957, con guion de Fermin Palacios, en el festival Cinema Jove
Un banquero que arriesgó la vida cruzando el río para acceder a su caja fuerte y pagar a sus empleados, un arzobispo que coordinó la ayuda humanitaria enfermo desde su cama y un alcalde al que sus críticas le costaron el puesto son algunas de las intrahistorias secundarias. Una Valencia “cubierta de barro, miseria y muertos” tras la riada de 1957, el escenario. Y una España bajo la dictadura franquista, que imponía silencio, olvido y “una visión optimista de la reconstrucción tras el desastre”, el contexto histórico. Este es el escenario de Olvido, un thriller dirigido por Inés París, con guion de Fermin Palacios, que se estrena este sábado en el festival Cinema Jove de Valencia, una ciudad que hace 66 años estaba inmersa en la llamada guerra del barro tras el desbordamiento del río Túria. Una capital arrasada en la que la protagonista, una periodista llamada Olvido, viuda de un represaliado por la dictadura (interpretada por María Caballero) se hace preguntas: ¿Esos cuerpos de jóvenes marcados con cicatrices se ahogaron con la riada o ha ocurrido algo que las autoridades no quieren que se sepa? Le ayudará a responderlas un policía del régimen, Joaquín Caplliure (Morgan Blasco), que representa a esa España que “se empeñaba en aceptar como parte del destino cualquier desgracia sin cuestionarla”.
El fantasma de la riada del 57, el “miedo a que volviera a pasar”, es uno de los primeros recuerdos de infancia de la directora Inés París, que vive en Madrid pero nació en una Valencia anterior al desvío del río con el Plan Sur, en la que sus padres iban a recogerla a la guardería y al colegio cuando crecía el río, por si acaso. El guionista valenciano Fermín Palacios recibió de su iaia una colección de periódicos de la época que contaban el desastre cuando le dijo que quería ser periodista. A ambos les fascinó esa ciudad primero inundada y después embarrada, imagen de un recuerdo de infancia, un episodio de memoria colectiva que hasta los extras de la película se emocionaban al recordar por la vinculación con su familia o su historia.
A Olvido, en la película, le piden que borre lo que ha visto, que no busque respuestas sobre esos muertos para los que no hay explicación. “Las autoridades franquistas no querían ver las razones por las que se desbordó el río”, asegura Inés París. “Hay que ir a por otras historias, a por las historias de verdad”, reivindica la periodista Olvido al director de su periódico en el film y se pregunta: ¿Se podría haber evitado manteniendo más limpio el río? ¿Puede volver a pasar? ¿Por qué no hay un recuento oficial de víctimas? “Lo que la gente quiere escuchar son buenas noticias, optimismo, fuerza y esas cosas”, le contesta el director del periódico. Y así se hizo: en la prensa de la época hay menos rastro del desastre que testimonios de solidaridad. “Hasta se contó cómo en Murcia se sorteó un burro para destinar lo recaudado a la ayuda a los afectados”, relata Palacios. Las preguntas que se hacía el personaje de Olvido quedaron durante mucho tiempo sin respuesta.
“No hay solo un doble sentido en la palabra Olvido [el nombre de la protagonista y la imposición de silencio por el franquismo], sino que a eso se suma un tercer signo de desmemoria, “el hecho de que la sociedad valenciana ha olvidado lo que sucedió entonces”. “Los mayores nos cuentan sus historias, pero las generaciones más jóvenes todavía llaman río al Jardín del Túria y no saben ni siquiera por qué”, lamenta el guionista. “Parece que hemos dejado de mirar hacia atrás para saber de dónde venimos”, apunta.
La riada es “un momento muy concreto, poco contado, pero que explica en gran parte por qué Valencia es como es”, según París. Testimonios actuales de aquella catástrofe son el inmenso jardín que recorre el antiguo trazado del río, el cauce nuevo que separa la ciudad de parte de su área metropolitana, y grupos de viviendas, hoy de protección oficial, que se levantaron para dar cabida a los damnificados por el agua. También barrios como la Fuensanta, que recibe el nombre de una virgen murciana, en honor a la región que más dinero donó. Pero rodar una película sobre 1957 en la Valencia de hoy no es tan sencillo. “No queda prácticamente nada de los años 50″, asegura Palacios, y por eso han rodado también en otros lugares como Burjassot, Sagunt o Sueca.
“La intrahistoria es lo más cinematográfico”
Antes de empezar el rodaje, Palacios había entrevistado a unas 50 personas para Olvido, que no iba a ser una película, sino una novela gráfica, hasta que pensó que “tenía más potencial”. “Todo el mundo tiene una historia sobre la riuà: te cuentan que tuvieron que subirse a un tercer piso para evitar el agua, que construyeron una pasarela para cruzar al edificio de al lado, o recuerdan que las críticas del alcalde del momento, Tomás Trenor, al retraso de las ayudas le costaron el puesto”. Esas “pequeñas historias increíbles”, según el guionista, “intrahistorias”, según Inés París, son “lo más cinematográfico”.
El convencimiento de que “tras una catástrofe, para los que sobreviven, la vida sigue” es lo que ha hecho que Palacios concibiera Olvido como un thriller, una historia de suspense y no una película histórica o un documental sobre la inundación, pero tampoco un film de desastres. “No es una película de olas de barro, ni Lo imposible a la valenciana”, asegura. Para el guionista, “no es cierto que en el cine español solo se trate el franquismo y la memoria histórica”, pero sí reconoce que es complicado “hacerlo desde otro punto de vista distinto al habitual, desde un género como el de suspense”.
Un espacio para la utopía
Para París, lo más difícil en el cine actual es “conservar el espacio para la autoría”. La guionista de la serie La valla y creadora de El accidente reconoce que hay trabajo en el cine y la televisión en nuestro país, pero alerta del riesgo de “tomar a España como un plató, porque tiene muy buenos técnicos y es más barato rodar que en otras partes del mundo”. “El cine es identidad y cultura, y los rodajes que vienen de fuera se tienen que combinar con lo que nuestros autores puedan contar”.
Sobre los festivales como el que acoge la presentación de Olvido, celebra su papel como plataforma de promoción y como punto de encuentro de profesionales, pero asegura que “en el terreno del arte es imposible la competición”. “Hablamos de cine, no de carreras de caballos”, concluye.
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