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La riada de 1957 no pudo con Goya

Los grabados de una 'Tauromaquia' estaban en un cajón de la casa de Benlliure

Un tesoro aguardaba oculto desde nadie sabe cuándo en el cajón de un escritorio de la casa del pintor valenciano José Benlliure (1855-1937), nacido en El Cabanyal, hasta que el director de Museos del Ayuntamiento de Valencia, Miguel Ángel Catalá, se topó, en 1986, con los valiosos grabados. Se trataba de una colección casi completa (32 de las 33 obras) de una Tauromaquia de Goya, perteneciente además a la primera edición de las láminas y cuya presencia en la casa museo del pintor constituye todavía hoy un misterio, pues ni siquiera estaban incluidas en la relación de bienes del convenio de cesión del inmueble sellado en 1957 entre el Consistorio y la heredera, María Benlliure.

El Museo del Prado y el de Hamburgo también tienen una 'editio princeps'

Las láminas, cosidas en forma de volumen al uso de la época, y de la que solo falta la primera, la numerada con el 1, necesitaban una restauración y presentaban restos de barro, lo que confirmó que habían sido afectadas por la riada de 1957, la gran inundación provocada por el río Turia que llevó a su desvío por un nuevo cauce fuera de la ciudad.

La Casa Museo Benlliure inauguró ayer una exposición en la que se exhiben los 32 grabados de Francisco de Goya (Fuendetodos, 1746-Burdeos, 1828) que sobrevivieron al agua y al barro. Se restauraron en 2010, casi 24 años después de ser descubiertos, a pesar de que desde el primer día, como indicó ayer Catalá, se supo del gran valor de unas obras de la primera edición, tirada en 1816, hecho constatable por la filigrana del papel, ya que Goya prefería el de la fábrica Salvador Morató, de Beceite (Teruel).

Series de la Tauromaquia de aquella edición, según Catalá, solo quedarán media docena en el mundo. Entre las instituciones que cuentan con una editio princeps están el Museo del Prado, el de Hamburgo o Calcografía Nacional. En su día se tiraron 50 copias de aquella edición, que Goya puso a la venta por 300 reales, aunque también se vendían sueltas a tres reales, "lo que costaba una entrada de sombra en una plaza de toros", según Catalá. Sin embargo, no tuvo mucho éxito, al igual que le ocurrió con los aguafuertes de las series Los Caprichos o Los desastres de la guerra. Y muchos de los grabados acabaron con el pintor aragonés en su destierro en Burdeos. Catalá explicó que por incomprensión de los taurinos o por indiferencia de los entendidos, la serie pasó sin pena ni gloria. Nada sorprendente para un pintor considerado un precursor del impresionismo, un adelantado a su época y referente para la pintura contemporánea.

Después de su muerte, los herederos acometieron en 1855 con las planchas originales la segunda edición en Calcografía Nacional. La tercera edición se realizó en París en 1876 (ya con siete estampas adicionales). De vuelta a Madrid, Calcografía Nacional ha realizado las restantes ediciones, siempre con 40 grabados, en 1905, en 1921, en 1928, 1979 y 1984. La institución vende grabados sueltos a un precio módico (inferior a 1.000 euros) pero el Ayuntamiento de Valencia no ha adquirido ningún original del número 1 por lo que la muestra del Museo Benlliure se completa con un facsímil del titulado Modo con que los antiguos españoles cazaban los toros a caballo en el campo.

Aunque no hay mercado para un conjunto de obras de tal valor artístico, Catalá aventuró que cada uno de esos grabados podría alcanzar un precio de entre 5.000 y 10.000 euros. Un tesoro, sin duda, el de estos toros que sobrevivieron apenas mancillados por el lodo a la riada de 1957.

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