Las joyas para huir de España de los presos del campo de Albatera salen a la luz
La prospección arqueológica del centro de reclusión alicantino halla objetos de valor que los prisioneros pensaban utilizar para salir del país
Miguel Lamiel, preso en el campo de concentración franquista de Albatera (12.000 habitantes, Alicante), contó en sus memorias, publicadas por la CNT de Zaragoza, que un grupo de falangistas entró en la prisión alicantina “con el fin de que todos los prisioneros diéramos nuestros relojes, nuestros anillos, el dinero, plumas estilográficas y demás objetos aprovechables”. Por medio de la “intimidación y el saqueo”, expoliaron todo lo que pudieron y, al día siguiente, la prensa de aquel momento contó que “los rojos del campo de Albatera” habían hecho “un donativo al Caudillo de catorce millones de pesetas”. La investigación arqueológica que se está realizando en los terrenos donde se ubicaba el campo de concentración de Albatera confirma que los prisioneros republicanos llevaban consigo numerosos objetos de valor con los que pretendían “costearse la comida tras huir, adquirir billetes de barco o malvivir mientras se encaminaban al exilio”, aventura Felipe Mejías, director de la excavación.
Durante la segunda campaña sobre el terreno, sufragada con ayudas de la Consejería de Calidad Democrática de la Generalitat valenciana, y con la colaboración del Ayuntamiento de San Isidro (2.146 habitantes), en cuyo término se ubican actualmente las parcelas, el equipo de Mejías ya encontró en 2021 “un anillo infantil de oro, probablemente tragado por un preso”, en una de las arquetas sifónicas de las letrinas. Un año después, “la pauta se confirma”, continúa Mejías, con la prospección intensiva de cobertura total que los siete miembros del grupo arqueológico han practicado en tres parcelas que suman unos 70.000 metros cuadrados, durante un mes y medio, que acaban de dar por finalizada. Buena parte de los prisioneros de la antigua prisión republicana que Franco reconvirtió en campo de concentración a finales de marzo de 1939 llevaba consigo monedas, joyas o relojes que, ahora, han aflorado gracias a los detectores de metal utilizados por los arqueólogos con metodología científica.
Junto a los habituales hallazgos de “munición, insignias, remaches, herramientas, hebillas o tubos de pomada”, el equipo que mapea el centro, que llegó a albergar unos 14.000 presos, ha hallado varias muestras de los tesoros que los prisioneros intentaban usar como moneda de cambio o salvoconducto hacia la libertad. Destacan, cuenta Mejías, dos monedas de plata. La primera, de ocho reales de 1809, la época de Fernando VII. La segunda, cinco francos suizos, acuñados en 1908. “El dinero republicano se devaluó”, explica el director de la excavación, “y los ciudadanos empezaron a acaparar piezas de plata” para comprar cualquier cosa que les permitiera seguir viviendo y escapar del país. “Muchos de los reclusos de Albatera”, prosigue Mejías, “fueron capturados en el puerto de Alicante”, el último reducto republicano, “donde trataban de huir con lo más preciado que tenían en sus casas”.
La prospección, que se prolongó desde el 17 de octubre hasta finales de noviembre, también permitió encontrar “una cadena de plata de un reloj de bolsillo” y “un reloj de mujer” de diseño art déco, “posiblemente de plata y perteneciente a alguien con una posición económica elevada”, según Mejías. Esta joya permanecía oculta “en una zona cercana a la valla del campo”, sin que haya un motivo aparente que pueda explicar su ubicación. “Quizá lo enterraron para volver a buscarlo” y allí quedó, con las manecillas paradas en el momento exacto en el que desapareció.
Farmacia
Otro de los aspectos que ha corroborado la búsqueda de materiales metálicos realizada este año es la mala alimentación de los presos, basada casi en exclusiva en latas de lentejas y sardinas. Como ya contó Mejías, “los prisioneros recibían “una lata cada dos días para dos personas y un trozo de pan para cinco”. Durante el periodo en que el campo albaterense albergó una prisión republicana de 14 hectáreas, entre octubre de 1937 y marzo de 1939, “los reclusos estaban bien alimentados, con sardinas, naranjas o carne enlatada argentina”, afirma el arqueólogo. Bajo el dominio franquista, ya como campo de concentración, en el que los detenidos “eran identificados, registrados, redistribuidos por prisiones y carecían de garantías jurídicas”, el hambre y las enfermedades intestinales lideraron las causas de muerte en su interior.
Entre el material descubierto, ha aparecido “un tapón de Ceregumil, un reconstituyente de miel y cereales de los años 30″. También, “un pedazo de botella de color morado con parte de una inscripción que dice ORT y que “la especialista en arqueología del siglo XX Andrea Moreno ha identificado como jarabe del Doctor Trigo”, el creador del Trinaranjus, “un extracto de limón que se usaba como depurativo y laxante”. Finalmente, en una arqueta de las letrinas se hallaba “un trozo de botella con la inscripción CAR” que, según Moreno, es agua de carabaña, “un agua mineromedicinal con mucho azufre que también se usaba como laxante”. Mejías ha enviado “sedimentos de la arqueta” a la Universidad de Valencia, “para ver si hay trazas de alimentos, bacterias inactivas, larvas o parásitos intestinales” que desvelen “en qué condiciones vivían los presos”.
Mejías adelanta que para el año que viene ya han solicitado una línea de subvenciones del Ministerio de Presidencia y otro de la Consejería de Calidad Democrática, con el fin de “seguir prospectando bancales en búsqueda de fosas comunes”, el objetivo prioritario de la investigación. La intención es que la Generalitat valenciana compre “seis de las 14 hectáreas de terreno total del campo para su musealización como primer yacimiento arqueológico de la Guerra Civil”.
Munición militar y fusilamientos paramilitares
Cada vez que el grupo de arqueólogos encuentra una pieza en los terrenos del campo de Albatera, envían una señal de GPS para mostrar su ubicación exacta. Así han podido descubrir que mucha de la munición percutida, disparada con los máuseres del ejército sublevado, se encuentra agrupada en la zona en la que se erigían las torres de vigilancia del centro de reclusión. Durante los dos años de excavación, han aparecido también balas disparadas “en una explanada a campo abierto, donde, según los testigos, se fusilaba a los prisioneros”. Y, “como suele ser recurrente en toda España”, los arqueólogos han encontrado también “munición de la tercera guerra carlista, bolas de plomo de armas de avancarga o cartuchos Lefaucheux, fabricados entre 1876 y 1878″, que eran los que utilizaban “falangistas y requetés paramilitares que se ofrecían como voluntarios para los fusilamientos”, indica Mejías.
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