Toni Comín, el escudero que sedujo a Junqueras y Puigdemont, se queda sin amigos
Las acusaciones de acoso presentadas contra el eurodiputado electo de Junts se suman a las sospechas de malversación de las donaciones al Consell de la República
Toni Comín ha logrado lo que es raro de ver en la política catalana: que Carles Puigdemont y Oriol Junqueras se pongan de acuerdo en algo. Los dos líderes del procés consideraron, en momentos distintos, que Comín podría ser un fiel escudero. Primero lo fichó Esquerra y, más tarde, Junts se lo arrebató a los republicanos. Ahora, ambos coinciden en apartarse de él. El eurodiputado electo de Junts per Catalunya ha sido denunciado ante el comité consultivo del Parlamento Europeo por haber acosado laboral y sexualmente a un exasesor suyo en la Eurocámara. Una acusación que se suma a las sospechas por supuestas prácticas de malversación de las donaciones al Consell de la República, la entidad privada que creó Puigdemont en Bélgica para ejercer como una suerte de Generalitat paralela. Comín dice que no hay fundamento para dudar de él y ciñe los tratos amistosos con su exasesor a “bromas y comentarios más o menos oportunos, en el marco de una relación de confianza y amistad”.
Comín, de 53 años, tiene formación musical y es muy habilidoso cuando se pone a tocar el piano, pero lleva meses sin acertar con la tecla que lo aparte de la polémica. Pese a ser elegido eurodiputado en las elecciones europeas del año pasado, no ha podido obtener la credencial, ni cobrar la mensualidad de 8.400 euros netos, porque la Junta Electoral Central dejó vacante su escaño al considerar que no acudió al Congreso a jurar o prometer la Constitución, un requisito indispensable. Corre riesgo de ser detenido si entra en España porque se escapó a Bélgica en 2017 para evitar responsabilidades judiciales en la organización del referéndum del 1 de octubre y sigue a la espera de poder beneficiarse de la ley de amnistía.
Se ha visto en otros bretes, y siempre supo buscarse un refugio seguro. Pero la situación actual lo ha dejado aislado. Hijo de Alfonso Comín, quien fue una de las personalidades más activas y relevantes de la lucha antifranquista en Cataluña, recibió el influjo de la izquierda catalanista en su ámbito más cercano y llegó a lucir la etiqueta de joven promesa en la órbita del PSC. Pero se fue alejando de los socialistas y durante el bullicio del procés Oriol Junqueras lo captó: “Es un buen ejemplo de lo que representa la nueva Esquerra Republicana, que es abierta y transversal”, difundía entonces ERC. Era 2015. Comín fue consejero de Salud del Govern de Puigdemont, en aquel experimento que se bautizó como Junts pel Sí, una confluencia de partidos y personas vinculadas al independentismo, y ahí nació un vínculo que se estrechó cuando ambos pusieron rumbo a Bélgica después del 1-0.
Tras pasarse finalmente a Junts, Comín compartió andanzas con Puigdemont en el Parlamento Europeo y al frente del Consell de la República, pero el expresident ha evitado ahora expresar cualquier apoyo público a su antiguo camarada, a medida que se han ido conociendo cargos en su contra. El pasado viernes, una vez que trascendieron las acusaciones de un exasesor suyo por acoso, Junts publicó una breve nota anunciando la puesta en marcha de “los mecanismos de investigación interna”. El denunciante, según avanzó La Vanguardia, colaboró con Comín desde 2018 en Bruselas y relata tocamientos, insinuaciones, interrogatorios sobre la vida sexual con su esposa y propuestas de tríos con otro hombre. También detalla que tomó su toalla y su baño para ducharse, que le acarició el brazo y el pecho y que llegó a colarse en su habitación para darle un beso de buenas noches.
Astuto e impuntual
Licenciado en Filosofía y en Ciencias Políticas, Comín es un astuto orador. Quienes han tenido trato frecuente con él señalan que es capaz de alternar la afabilidad con explosiones de irritación. Se le afea que muestre una impuntualidad recurrente, un vicio que enfada a Puigdemont, que durante sus ruedas de prensa acostumbra a plantarse en el atril incluso unos minutos antes de la hora convenida. Sin embargo, en las últimas semanas Comín ha respondido con rapidez cada vez que ha salido una acusación en su contra. Atacó al rapero mallorquín Josep Miquel Arenas, Valtònyc, cuando este le acusó esta semana de apropiarse de donaciones al Consell de la República y de mentir diciendo que necesitaba dinero para pagar el funeral de su madre. Valtònyc, que durante más de tres años permaneció en Bélgica para evitar su procesamiento acusado de apología del terrorismo —incitó durante un concierto a “matar a un guardia civil”— e injurias a la Corona, fue en su día el responsable informático de gestionar las donaciones de particulares al Consell de la República.
Comín anunció una querella y negó haber echado mano del dinero, lo mismo que a finales del año pasado desmintió la validez de una auditoría que destapó el uso de 15.530 euros de los fondos del Consell para pagar sus gastos personales, tales como contratar un coche de alquiler, abonar tarifas de parking o arrendar un apartamento. Dijo que no eran caprichos sino gastos de representación en viajes al sur de Francia. por su condición de vicepresidente del órgano de gobierno del Consell de la República, y señaló que no es el único con capacidad para manejar el dinero. “Son gastos del mismo carácter, idénticos, que los gastos de representación de los otros miembros del gobierno: costes de desplazamiento y alojamiento”, dijo.
Las sospechas de prácticas fraudulentas con los fondos del Consell de la República coinciden con la candidatura de Comín a suceder a Puigdemont al frente de la entidad. La última vez que fue candidato, en las elecciones europeas, se llevó un revés porque Junts perdió medio millón de votos. Entonces, lo valoró como un “buen resultado” y lamentó haber tenido que hacer su campaña electoral en el extranjero. Ese exilio en Bélgica lo usa ahora como carta para reivindicarse como sucesor de Puigdemont al frente del Consell de la República. “Es importante que al frente haya alguien del exilio”, proclama en un vídeo que ha publicado para captar votos. La filmación está hecha en una calle de Waterloo, frente a la residencia de Carles Puigdemont. La puerta de la casa aparece cerrada.
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