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Junts traslada su campaña al cuartel electoral de Puigdemont en el sur de Francia

El partido busca cómo solventar el obstáculo de tener a su candidato en el extranjero

Carles Puigdemont, en un acto en Elna (Francia) el 6 de abril que congregó a más de 2.000 personas.
Carles Puigdemont, en un acto en Elna (Francia) el 6 de abril que congregó a más de 2.000 personas.Gianluca Battista
Marc Rovira

Las prisas por la cita electoral catalana han acelerado la mudanza de Carles Puigdemont, que se ha trasladado de Bélgica al sur de Francia. Él mismo ha dicho que aún tiene algunas cosas por recoger de la Casa de la República en Waterloo, la que ha sido su residencia en los últimos seis años y medio —desde que en 2017 se marchó de España para evitar rendir cuentas ante la justicia—. Pero ahora se ha instalado en la zona del Vallespir, en las cercanías de la localidad francesa de Ceret, y allí prepara su base de operaciones para tratar de regresar al Gobierno de la Generalitat. Con la amnistía en el alero, Puigdemont se fortifica.

Todo el aparato de Junts per Catalunya se ha trasladado a Francia para asistirle en la campaña electoral, se movilizarán autocares para darle apoyo y el partido busca apaños para tratar de solventar los obstáculos que implica la promoción de un candidato en el extranjero. Puigdemont despacha desde un centro de coworking en Perpiñán, no estará en ningún debate entre candidatos y ya sabe de antemano que, igual que le ha sucedido en las distintas convocatorias electorales desde que se fue de España, el 12 de mayo él no votará.

El sur de Francia es el nuevo epicentro de la actividad de Puigdemont. En 20 días ha tenido dos actos públicos en Elna y otro en las cercanías de Perpiñán, además de conceder una entrevista, la primera en más de medio año. El candidato, según su equipo, trata de conectar con las distintas inquietudes sociales que hay ahora en Cataluña. Pese a no llevar tanto tiempo ausente como su número dos en la candidatura —la empresaria Anna Navarro, instalada en Estados Unidos desde hace 30 años—, Puigdemont es consciente de que la situación es hoy diferente a la de 2017. Mantiene habitualmente contactos y reuniones con entidades sociales y representantes de distintos sectores.

Quienes le rodean aseguran que el expresidente se siente cómodo en su nueva región de residencia. Buen dominador de la lengua francesa, ha mostrado su interés por el vecindario, como cuando acudió a presenciar un partido de rugby del equipo de los Dragons de Perpiñán. Públicamente se ha dejado ver sin su habitual traje azul oscuro con corbata, que ha cambiado por unos vaqueros y unas zapatillas deportivas con puntera de goma. La tertuliana Pilar Rahola colgó algunas imágenes en las redes sociales.

Para definir la nueva ubicación, ni Puigdemont ni su entorno aluden, en ningún caso, al sur de Francia. Siempre identifican el territorio como “Catalunya nord”, pese a que —además de que la región pertenece a Francia— es complicado dar con alguien que domine el catalán en el triángulo comprendido entre Perpiñán, Elna y Argelers. La única autoridad que se ha dejado ver públicamente con Puigdemont es Nicolas Garcia, alcalde de Elna, de ideario comunista y con sensibilidad hacia la lengua catalana, Garcia se caracteriza por la bufanda roja que luce incluso cuando la temperatura invita a vestir manga corta.

De cara a la campaña electoral, la estrategia de Junts para captar votos se fía a un mitin diario de Puigdemont desde la localidad de Argelers, a una treintena de kilómetros de la frontera española, y a una flota de autocares que, desde diversas partes de Cataluña, desplacen a grupos de simpatizantes para llenar el polideportivo municipal.

“Argelers tiene un significado especial”, manifestaba un alto cargo de Junts, este jueves. Aludía a las señas de resistencia que identifican la localidad. En el invierno de 1939, casi medio millón de republicanos llegaron al pueblo, y a su extensa playa, huyendo del franquismo. En el sur de Francia fueron acogidos, pero en condiciones deplorables. Más allá del legado antisfascista, Junts reivindica el sur de Francia como un espacio amigo, una supuesta continuación sentimental de Cataluña. En las últimas elecciones presidenciales francesas, en abril de 2022, la candidata de extrema derecha, Marine Le Pen, se impuso en Argelers con el 55% de los votos a Emmanuel Macron.

En el catálogo de símbolos del independentismo catalán, los nombres de Elna, Perpiñán y Prada de Conflent están asociados al referéndum ilegal del 1 de octubre de 2017 y a los almacenes que, en esas localidades, sirvieron para resguardar urnas y papeletas en los días previos. También fue en las cercanías de Prada de Conflent donde se reunieron la mayoría de miembros del Gobierno catalán la noche del 27 de octubre de 2017, tras la declaración unilateral de independencia en el Parlament. Aquella escapada fue el preludio de la marcha de Puigdemont a Bélgica unos días después. Un viaje del que, según asegura él, ahora ha emprendido el camino de vuelta.

Los últimos días de Waterloo

SILVIA AYUSO

Carles Puigdemont ha cerrado la puerta de su casa en Waterloo, a las afueras de Bruselas, pero todavía no entrega las llaves. La bandera catalana y la europea siguen ondeando junto a la casona de ladrillo, en cuya entrada también continúa pegada la placa que informa a los curiosos que se acercan —bastantes menos que hace unos años— de que se trata de la “Casa de la República Catalana”. Un hombre que guarda la vivienda, convertida los últimos seis años y medio en el símbolo de la fuga del expresident —el "exilio" en el relato independentista—, asegura: “Todo sigue igual”. Al menos por el momento. 

El chalé, situado en un aburrido barrio residencial de esta localidad famosa porque en ella se produjo la derrota definitiva de Napoleón, seguirá siendo utilizado como residencia por Puigdemont cuando se vea obligado a acudir a la capital belga por trabajo, ya que aún es eurodiputado. Hasta nuevo aviso, seguirá siendo también la sede de su autoproclamado Consell de la República, una especie de gobierno paralelo al oficial de la Generalitat. Su web ni siquiera ha actualizado su presentación, donde la describe como “la residencia oficial en el exilio del 130º presidente de la Generalitat de Cataluña, Carles Puigdemont”.

“La Casa de la República no está cerrada”, confirmaba esta semana en el Parlamento Europeo de Bruselas el propio Puigdemont, que regresó desde el sur de Francia para participar en la penúltima sesión plenaria de la Eurocámara. Todo ha sido tan rápido, reconocía sobre la convocatoria de elecciones anticipadas en Cataluña, que sus planes se han precipitado. Aunque ya está instalado en el sur de Francia, mucho más cerca de la frontera española, su residencia oficial a las afueras de Bruselas sigue funcionando. “Cumpliré mi mandato de eurodiputado hasta el último día (…) Tengo previsto ir al último pleno en Estrasburgo y cumplir mis obligaciones”, dijo también esta semana. La mudanza definitiva quedará, indicó, para “después de las elecciones”. Aunque él asegura que no tiene un plan b tras los comicios, Waterloo, por el momento, lo seguirá esperando.

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