El bulevar de las gobernanzas frágiles
De Pedro Sánchez hace tiempo que se dice que es un “superviviente”, pero también Salvador Illa está aprendiendo a moverse en ese terreno en Cataluña
El lugar común asegura que es indeseable un Gobierno que necesite pactar demasiado. La fragilidad no vende; la “masculinidad frágil” define a aquel varón que oculta sus emociones tras una máscara de dureza para responder al modelo clásico de macho alfa: es, por tanto, un concepto negativo. Entonces, nadie va a defender en política la idoneidad de un Gobierno frágil.
La gente, a priori, prefiere la imagen potente de un Ejecutivo que avanza con paso firme sin escuchar las reclamaciones de los rivales; no digo los ataques vacíos o los insultos vanos, digo las propuestas alternativas. Pues bien, no estamos en ese punto, muy al contrario. Si las cantara Sabina, diría que la política española y la catalana transitan por el bulevar de las gobernanzas frágiles. Es una verdad incontestable, pero también es cierto que parece que los principales gobernantes se han acostumbrado a vivir peligrosamente. De Sánchez hace tiempo que se dice que ”es un superviviente”, pero también Salvador Illa está aprendiendo a moverse en ese terreno.
Por ejemplo, la comparecencia de este miércoles ante el Parlament fue demandada por cuatro grupos de la oposición (Junts, ERC, Comuns y CUP), pero el Govern estuvo a favor de ella desde el primer momento: ninguna resistencia, al contrario, un intento de revertir a su favor la polémica por el último acuerdo en materia de seguridad, la inclusión de Guardia Civil y Policía Nacional en el sistema de emergencias 112 sin contrapartida positiva para los Mossos. Illa se ha plantado ante el atril y ha hecho la afirmación esperada largamente por los independentistas: la policía catalana tendrá competencias en puertos y aeropuertos a principios de 2025. Es una rectificación en toda regla, pero el president la ha vendido con la contundencia de un anuncio. Reconociendo, eso sí, que “más bien es ratificar un trabajo hecho por el Govern anterior del president Aragonès”. Pero sin explicar por qué no se pudo pactar ese asunto conjuntamente con el del 112, con lo que se habría ahorrado una andanada de pullas.
Con el mismo espíritu mostrado en esa crisis por la política de seguridad, el presidente de la Generalitat también ha anunciado, solemne: “Catalunya será la primera comunidad autónoma de España en disponer de un régimen sancionador” para los propietarios que incumplan la ley de vivienda. En realidad estaba respondiendo a la exigencia de la líder de los Comuns, Jéssica Albiach, pero el tono de la afirmación ha invertido, una vez más, los términos; y ha sido la misma Albiach quien ha acabado dándole las gracias por una “buena noticia”.
Pocas horas antes, el mismo Govern había dado marcha atrás en un tercer asunto, devolviendo a la literatura catalana y castellana el carácter de asignatura obligatoria para los bachilleratos sociales y humanísticos. Una vez más, Illa vendió el volantazo como una decisión firme en defensa de “la singularidad, personalidad e identidad catalana”. Aún más, se declaró ardiente defensor de las humanidades: “Encontrarán siempre en mi a un aliado: me gustaría que tuvieran más presencia.” Lo dicho, hacer de la fragilidad virtud.
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