Gonzo: “Yo vengo de abajo, no me olvido; la diferencia es que ahora me reconocen y cobro más”
El director del programa ‘Salvados’ habla sin tapujos sobre la crisis de credibilidad de la profesión y relata un desencuentro con Núñez Feijóo
El cielo llevaba un rato amagando tormenta y a mediodía, se consuma la amenaza: cae un chaparrón sobre la playa de Badalona. De entre todos los lugares comunes que puede haber en una historia, tuvo que ser la lluvia la que acompañó a esta entrevista: entre chubascos, de gallego a gallego y en gallego. Fernando González, Gonzo (Vigo, 48 años), apenas se retrasa unos minutos de la hora convenida en el lugar acordado: el restaurante La Donzella de la Costa, en pleno paseo marítimo badalonés. Ahí mismo celebrará después con su equipo la comida de “fin de nevera”, como la llaman, el broche a la primera fase de preproducción de la nueva temporada de Salvados, el programa que dirige en La Sexta desde 2019 y que volverá a la parrilla televisiva con nuevas entregas el 15 de septiembre.
No hay otra primera pregunta posible entre dos gallegos que no se conocen: “¿E ti de quen vés sendo?” [¿quién eres, de dónde vienes y quién es tu familia?]. Gonzo coge carrerilla y responde sin tropiezos: “De Pepe do Queitano y de Dolores do Fidalgo. De la casa do Queitano de Soutelo, Ferreiravella, Riotorto. Y de la casa do Fidalgo, de Espasande de Baixo, Riotorto”. No se le olvida de dónde viene ni lo que le ha valido haber crecido entre dos mundos, el de la pequeña aldea lucense de sus abuelos, a donde se escapaba a cada rato; y el Vigo burbujeante de los ochenta en el que residía con sus padres. “Lo fundamental que aprendí y que uso mucho es la forma de tratar a la gente”. Esa mano izquierda que cultivó escuchando negociar en las ferias a los abuelos, o aquello de que “las formas siempre van por delante”, que le decían en casa. La aldea le ha dado eso y, probablemente, también la capacidad de contar historias, la cultura del relato y la tradición oral al calor de las lareiras: “Es parte de nuestra idiosincrasia: las noches eternas con los vecinos contando cuentos, los chistes en los entierros… Sabemos contar muy bien las cosas”.
Tras dos décadas bregando con la profesión, sobre todo, en la pequeña pantalla (Caiga Quien Caiga, El Intermedio, Salvados), Gonzo vive ahora saltando de un sitio a otro, allá donde lo lleven los reportajes de su programa, y siempre, al final, a medio camino entre Madrid, donde reside, y Barcelona, donde tiene la oficina. Habla de todo sin tapujos, aunque diferencia su voz como director de Salvados de la palabra del Fernando, ciudadano de a pie. Entusiasmado con la nueva temporada de su programa, asegura que la profesión solo le ha dado alegrías y se reconoce “un privilegiado” por poder ejercer el oficio “con tiempo, mimo y previsión”.
Sigue diciendo que vocación por el periodismo nunca tuvo. Si acaso, interés por lo que pasaba en el mundo y por eso participaba en el periódico del instituto y en una radio local de adolescente. Pero en el fondo, de casta le vino un poco al galgo: durante un tiempo, su abuelo repartía La Voz de Galicia por la zona y hacía las veces de corresponsal en la comarca: “Mi abuelo Manolo publicó dos noticias en La Voz: una sobre que él mismo atropelló un raposo cerca de su casa y la otra fue que se casó su hijo: la boda de mis padres salió en La Voz de Galicia”, relata entre risas. A pesar de los antecedentes, al escoger la carrera, Gonzo apuntaba a Filología Gallega. Fue su familia quien lo encarriló hacia el periodismo y él terminó por cogerle el gusto a eso de contar historias.
Con la carrera ya cimentada, el periodista defiende que mantiene los pies del suelo y el ego “bien pisadiño”, para que no enturbie. “Cada uno lo gestiona a su manera. Yo vengo de abajo. Fui becario. Fui el niño. No me olvido de eso. ¿Qué diferencia hay ahora? Que me paran por la calle y cobro más. Y eso lo único que significa es suerte y una consecuencia del trabajo”.
Precisamente por su situación privilegiada, a Gonzo le da “pudor” valorar el estado de la profesión, pero como Fernando González admite que sí se pone de mal humor por las mañanas leyendo o escuchando según qué informaciones. “Creo que esta profesión, en este momento, en España, puede que esté haciendo más daño que ningún otro agente social de los que tenemos decidiendo el estado de ánimo del país”, resuelve con rostro serio. Y, a propósito de los sorprendentes apoyos que logró en las elecciones europeas el agitador ultra Alvise Pérez, afila una autocrítica: “Si hay 800.000 personas que llegaron a Alvise para informarse, la culpa no es solo de ellas ni la responsabilidad es de Alvise. ¿Quién echó a esa gente de donde consumía antes la información? Si creen en una persona así y no en los medios de comunicación, quizás dejamos la puerta de atrás abierta. Pero el problema no es tanto de los periodistas, sino de la propiedad de los medios de comunicación”.
¿Y toda esta situación de menoscabo profesional tiene arreglo? Gonzo responde cabizbajo: “Arreglo hay. Se ha salido de situaciones mucho peores, pero el periodismo está en uno de sus peores momentos y va a ser complicado que sobreviva porque de periodismo se disfraza cualquier cosa. Y los periodistas tampoco ponemos el grito en el cielo para que se haga la diferencia”.
Lo que más le preocupa del mundo que se está construyendo, dice, “es que cada vez la vida de más gente está en manos de menos personas”. “Mi principal preocupación es que el mundo se empiece a diseñar según intereses personales o egos desmedidos”.
Poco amigo de las redes sociales, Gonzo admite que tienen una parte útil para el trabajo e incluso, a veces, lo entretienen, pero también le dan miedo: “Lo que te sale a ti en tus redes lo maneja una persona. El algoritmo no tiene corazón, ni padecimiento, ni sentimiento; solo quiere dinero”. Y sabe de lo que habla: en la nueva temporada de Salvados desmenuzarán la trastienda de las redes a través de los testimonios de moderadores de contenidos y una figura clave en la seguridad de Facebook.
El periodismo está en uno de sus peores momentos y va a ser complicado que sobreviva porque de periodismo se disfraza cualquier cosa”
En el nuevo curso del programa, también viajarán a la historia de vida que hay detrás del trágico accidente del grupo musical Supersubmarina y volverán a la época de la socialización del dolor de ETA con gente que estuvo de escolta en esos tiempos. Entrevistas a políticos, eso sí, pocas o ninguna. Del último que ha exportado Galicia, Alberto Núñez Feijóo, Gonzo solo cuenta una anécdota que, asegura, ya le ha sido suficiente para definir al personaje: “Me lo encontré a la salida de un concierto en Santiago. Él iba con su mujer y yo con la mía y mis hijos. Y le dije a los niños: ‘Ese que viene ahí es el presidente de Galicia’. Y se lo dije con orgullo porque mis hijos son gallegos nacidos en Madrid, pero maman Galicia. Feijóo se acercó y me dijo: ‘Oh, pero, ¿estás casado? ¿Y tienes hijos? Pensaba que eras de los malos’. Al día siguiente, mis hijos me preguntaron: ‘Papá, ¿por qué el presidente de Galicia dice que eres de los malos?’ Para mí, desde ese día, ese es Alberto Núñez Feijóo. A un tío que no sabe separar delante de dos niños pequeños, mal no le deseo, pero bien tampoco”.
Con esa contundente escena, la charla con Gonzo empieza a tocar a su fin. Como el refresco de cola y la caña que ha caído después. Sus compañeros ya lo esperan para comer. El periodista está feliz en Salvados. De ahí, dice, ahora mismo no se mueve “ni a palos”. “Estoy en un punto en el que disfruto, aprendo y hacemos programas cojonudos. Y quiero estabilizarme ahí”. La carrera, eso sí, le gustaría terminarla donde empezó todo: en Galicia.
Sobre la playa de Badalona, hace un rato que ha parado de llover y sale el sol. Nunca choveu que non escampara.
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