El hígado del delfín listado mediterráneo desvela un mar repleto de tóxicos
Un estudio revela que los compuestos químicos conocidos como PFAS se magnifican en el hígado de estos mamíferos
Un equipo de científicos ha descubierto que los contaminantes conocidos como PFAS –un grupo de agentes químicos artificiales que se encuentran en baterías de cocina, envases de alimentos o neoprenos- se biomagnifican, es decir, se acumulan y multiplican en los hígados de los delfines y podrían suponer un riesgo para su salud y potencialmente también para los humanos. Los investigadores han llegado a esta conclusión a partir del análisis de muestras del contenido estomacal y del hígado de medio centenar de delfines que han varado en la costa catalana desde los años 90.
El delfín listado (Stenella coeruleoalba) es un cetáceo que puede medir hasta 2,6 metros y pesar 160 kilos. Aunque no se le considera una especie amenazada, está expuesto a múltiples amenazas como la interacción con las redes de pesca o el alto nivel de contaminantes en mares y océanos. Es extraño verle cerca de la costa, como sí se divisa a delfines mulares.
El estudio sobre el efecto de los PFAS está impulsado por ocho científicos del Instituto de Recerca y Biodiversidad de la Universitat de Barcelona (UB), el Instituto de Química Orgánica y del Instituto de diagnóstico ambiental y estudios del Agua del CSIC de Madrid y Barcelona, que han publicado el artículo Biomagnification and temporal trends (1990-2021) of perfluoroalkyl susbtances in striped dolphins (Stenella coeruleoalba) from the NW Mediterranean sea, en la revista Environmental Pollution.
“Los niveles de PFAS en el contenido estomacal y el hígado de los delfines son perjudiciales para ellos e indirectamente también para los humanos, porque sobrepasa el estándar de calidad marcado por la UE, por concentraciones demasiado elevadas de estos contaminantes”, explica Odei Garcia-Garin, primer autor del artículo. Diferentes estudios muestran que las PFAS, que están en el aire y en el mar, entran en la red trófica desde el plancton, pasando por los peces pequeños, los más grandes, calamares y delfines. “Una vez llegan al medio son ingeridos por distintos organismos y con el tiempo se bioacumulan en sus tejidos. Cuando estos organismos los ingieren depredadores de eslabones tróficos superiores, como los delfines, los contaminantes cambian de nivel trófico, que es lo conocido como biomagnificación”, explica otro de los autores del artículo, Manel Gazo.
La investigación ha analizado si los PFAS aumentan su concentración en la red trófica, de la presa al depredador. Es decir, si al ingerir calamares y peces el delfín acumula la contaminación de cada uno de ellos y presenta unos valores mayores de concentración de toxicidad. Y así ha sido. “Los PFAS aumentan en la red trófica, y como el delfín está en la parte superior de la cadena acumula todo lo que los otros animales que ha ingerido”, explica Garcia-Garin. Como los delfines se alimentan de muchos cefalópodos y pescados como los humanos, como sargos, doradas, jureles o pescadillas, los científicos creen que potencialmente esta toxicidad podría provocar un riesgo en la salud de los humanos.
Los PFAS empezaron a usarse en los años 40 del siglo pasado, se analizaron y algunos se acabaron prohibiendo por dañinos. El estudio dispone de muestras de los hígados recogidas en necropsias de delfines varados en las playas en tres periodos: de 1990 a 2004, de 2004 a 2009 y de 2014 a 2021. Estas han permitido constatar que en el hígado es donde se acumulan los contaminantes, porque es el filtro de la sangre y potencialmente un indicador de la salud del mar. También han visto que “entre 1990 y 2009 los contaminantes aumentaron su concentración, y entre 2009 y 2021 se estancaron”. Para Garcia-Garin “es un hallazgo positivo porque se correspondería con la regulación a nivel mundial –excepto en China y otros países, que todavía las producen- que se hizo de estas sustancias al saberse que eran tóxicas”.
Los expertos están convencidos que la contaminación en delfines también se da en otras partes porque “son contaminantes orgánicos persistentes que no se degradan fácilmente y con un rango de expansión muy amplio”. Diversos investigadores confirman la presencia de estas sustancias en otras partes del mundo, como en la Antártida y el Ártico. Los delfines viven en un radio de entre 300 y 500 km por lo tanto la afectación en ellos hallada en la costa catalana es extrapolable a Valencia, las Islas Baleares y Francia.
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