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Barcelona recurre al reciclaje de aguas residuales para garantizar el suministro potable en 2050

El AMB y el Govern anuncian un plan para casi triplicar la regeneración y garantizar el caudal del Llobregat ante futuras sequías

El río Llobregat a su paso por Castellbisbal, en una imagen de archivo.
El río Llobregat a su paso por Castellbisbal, en una imagen de archivo.Carles Ribas

El cambio climático seca a una Barcelona que deberá ingeniársela de todas las formas posibles para tener agua en 2050. Incluso “fabricarla”. La capital catalana y los 35 municipios que conforman su área metropolitana se preparan para un futuro climático en el que las sequías serán recurrentes y la tecnología pasará a ser la solución para sustituir el agua que la emergencia climática arrebata del cielo. Si se cumplen los pronósticos que maneja el Govern, en 2050 el agua de precipitaciones se reducirá en un 18% y para cubrir ese déficit hídrico no quedará más remedio que recurrir a medios hasta ahora solo utilizados para casos excepcionales. El uso de aguas regeneradas (aguas residuales que son tratadas para poder ser reutilizadas) casi se triplicará en dos décadas y pasará de los actuales 56 hectómetros cúbicos a 130. Con este volumen, el Govern no solo busca garantizar el caudal ecológico del río Llobregat a través de inyecciones, sino también que esta agua reciclada se mezcle con la del río y acabe después potabilizada en la planta de Sant Joan Despí. Las administraciones creen que así se logrará ahorrar agua suficiente de los embalses en futuras sequías y evitará restricciones de suministro.

El anuncio de ayer tanto del Área Metropolitana de Barcelona (la Administración que agrupa la capital y los municipios de su área metropolitana) y de la Generalitat en el tramo final Llobregat augura un futuro muy difícil para un río que necesitará a todas luces agua inyectada para no bajar muerto. Denota, además, los graves augurios en materia de suministro que sobrevuelan la segunda ciudad de España en población, forzada a normalizar un modelo hasta ahora excepcional para garantizar el abastecimiento doméstico. La premisa es reutilizar el máximo de agua posible para mantener el agua buena de los embalses.

El agua regenerada ya cubre, de hecho, el 25% de las necesidades de agua en Barcelona (se ha multiplicado por 15 desde 2018), pero ante todo se destina a la limpieza de calles o riego de jardines. La emergencia climática fuerza ahora también a extenderla cada vez más para usos agrícolas, industriales e incluso domésticos. “Se está avanzando en su uso para la agricultura y la potabilización”, ha dicho este jueves Samuel Reyes, director de la Agencia Catalana del Agua (ACA), en una rueda de prensa convocada frente a la ladera del Llobregat a la altura de Molins de Rei. “Cada vez será más presente [el agua regenerada]. Hace unos años no imaginábamos que lo iba a ser tanto. La regeneración será una fuente principal para combatir el cambio climático”, ha añadido Eloi Badia, concejal de Emergencia Climática del Ayuntamiento de Barcelona.

En 2019, se inició un proyecto piloto en el tramo final del río, supervisado por la Agencia de Salut, para empezar a inyectar agua regenerada y que esta terminara (mezclada) en la potabilizadora de Sant Joan Despí. El pasado diciembre, frente a la grave sequía (los embalses catalanes se sitúan al 30%), la ACA decidió empezar a aportar unos 0,2 metros cúbicos al segundo y ahora ya se aportan cerca del 0,6. Una quinta parte del agua que circula ahora por el Llobregat en este tramo ya es reciclada y la ACA pretende que en febrero pase a ser una cuarta parte e inyectar 800 litros por segundo.

La Generalitat prevé que la estrategia se extienda a toda la comunidad e invertirá 125 millones para doblar la capacidad de regenerar agua residual en cinco años. Cataluña ya cuenta con más de 40 estaciones de regeneración. En paralelo, el grupo Agbar está proyectando junto a la ACA lograr reutilizar las aguas finales del Besòs, un río que en los ochenta se asemejaba más a una cloaca a cielo abierto y que apestaba a su paso por Barcelona, víctima de los vertidos industriales. Desde hace años, vive una recuperación progresiva gracias a las plantas depuradoras instaladas en su ladera, y ahora ya se abre la idea de que su agua pueda incluso ser reutilizada y tratada para ser bebida.

Otras regiones del mundo usan agua regenerada potabilizada como Namibia desde hace cuatro décadas o California desde hace varios años. Tanto el proyecto de la AMB y ACA, como el que planea Agbar, deben mezclar este agua reciclada previamente con la del río por una cuestión legal. A pesar de que la tecnología lo permita, no puede potabilizarse el agua regenerada para el consumo humano directamente porque lo prohíbe la normativa sanitaria, “salvo situaciones de declaración de catástrofe en las que la autoridad sanitaria especificará los niveles de calidad exigidos a dichas aguas y los usos”.

Fuentes de la ACA remarcan que no ha habido “aportaciones significativas de aguas de lluvia en los embalses” desde la primavera de 2021, y añaden que el régimen de lluvias desde otoño de 2020 ha sido “inferior al habitual”. El área de Barcelona sigue en alerta por sequía desde finales de noviembre, lo que supone restricciones en riegos agrícolas, jardines y usos lúdicos, entre otras limitaciones del decreto de alerta hidrológica. El Ayuntamiento barcelonés presentó en febrero de 2022 un plan para combatir la falta de precipitaciones donde los servicios municipales —sobre todo los de limpieza, parques y jardines y alcantarillado— sustituyan el agua potable por las aguas freáticas del subsuelo de la ciudad y explotar el acuífero donde se asienta. Unas aguas que, a corto plazo, no se ven enormemente afectadas por el cambio climático y que —si la sequía castiga — permitirían liberar agua potable para que no peligre el suministro.

La Generalitat construyó la planta desaladora de El Prat tras la grave sequía de 2008 y sin su aportación (lleva al máximo rendimiento desde hace un año), Barcelona ya habría aplicado restricciones domésticas de agua, advirtió ayer Reyes. A parte de la regeneración, el Govern pretende doblar en cinco años también la capacidad de desalinización con una nueva planta en la cuenca del Foix y aumentar el rendimiento de la planta de la Tordera. La de El Prat, que abastece a Barcelona, tiene un problema: ya no puede ampliarse más porque está encajonada entre el aeropuerto y el Puerto de Barcelona. Y ya no basta solo con desalinizar para que salga agua del grifo.

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