El ecólogo marino Enric Sala urge a proteger el 30% del planeta para 2030 al recoger en Barcelona el Premio Nat
El fundador del proyecto Pristine Seas, ganador ganador de la quinta edición del galardón que otorga el Museo de Ciencias Naturales
Nos jugamos el planeta, pero las cosas no son aún irremediables. Se ha calculado que es preciso proteger el 50% de la Tierra mientras hacemos un uso responsable de la otra mitad; sin embargo, a corto plazo (2030) podríamos ir tirando con un 30%. Más de cien países ya se han comprometido a ello y esta tarde el ecólogo marino catalán Enric Sala ha abogado y urgido a aplicar esa fórmula del “30 para el 30″ que nos permitiría avizorar con cierto optimismo el futuro. Lo ha hecho Sala durante la conferencia que ha impartido tras recibir el Premio Nat que otorga el Museo de Ciencias Naturales de Barcelona en un acto que ha tenido lugar en la sede del centro en el Fòrum.
Sala (Girona, 53 años) ha ganado el premio en su quinta edición, la primera que se celebra con el nuevo director del Nat, el genetista Carles Lalueza, que ha aprovechado para recordar que el museo ha de compaginar su función social y científica y ser además un referente en cuestiones de conservación de la biodiversidad. El galardón ha tenido dos menciones de honor, respectivamente a la geóloga Alicia Masriera, ex directora del Museo de Geología jubilada en 2005, y, a título póstumo, al primatólogo Jordi Sabater Pi.
Enric Sala estudio Biología en la Universidad de Barcelona y se doctoró en Ecología por la universidad francesa de Aix-Marsella. Explorador residente de National Geographic y director del proyecto de conservación de los últimos mares salvajes Pristine Seas, ha realizado 36 expediciones científicas por todo el mundo para estudiar el estado del planeta, ha contribuido a crear 25 reservas marinas (el equivalente a 13 veces la superficie de España) y es autor del reciente La naturaleza de la naturaleza. Por qué la necesitamos (Ariel, 2022).
En su conferencia bajo el título ¿Por qué necesitamos un mundo más salvaje?, Sala ha recordado cómo de joven en los veranos en la Costa Brava observaba el contraste entre los documentales de Cousteau con sus mares llenos de vida y la realidad de su Mediterráneo esquilmado y entendió que “lo habíamos agotado”. Ha saltado luego al presente para explicar cómo la covid nos ha demostrado de qué manera estamos interconectados todos los organismos del planeta y un simple virus ha conseguido parar a la especie más poderosa y arrogante de la Tierra.
Ha ofrecido datos como que el peso del 96% de los mamíferos corresponde al ganado y los seres humanos, mientras que sólo el 4% a los animales salvajes. Que únicamente el 7% del mar está protegido (en Cataluña, sólo dos kilómetros cuadrados, el tamaño de Poble Nou), y apenas el 3% completamente protegido. Ha recordado la dependencia de grandes regiones de África de los bosques pluviosos de la cuenca del Congo, y ha puesto ejemplos como el de la importancia de los murciélagos para la polinización; de ellos dependen los cultivos de mango y de agave: “No habría tequila sin los murciélagos”, ha destacado.
Se ha mostrado optimista en la posibilidad de que regresen especies: “Si dejamos espacio, la naturaleza vuelve”, ha subrayado. Y ha mostrado imágenes de fondos marinos y corales regenerados por la actividad de los peces una vez se ha suspendido la pesca y se los ha dejado multiplicarse. Ha apuntado también que dejar crecer a las hembras de los peces provoca aumentos exponenciales de las puestas de huevos. “¿Cuánto océano hay que proteger?”, se ha preguntado antes de ofrecer la cifra citada del 50% y recalcar que al menos el 30% para 2030. Ha parafraseado lo de es la economía, estúpido, para afirmar que no podemos anteponer la economía, al cabo un constructo humano, a la naturaleza, y que hemos de dejar de considerarnos “los Masters del Universo”.
Enric Sala suma su nombre a los anteriores ganadores del Nat, Frans de Waal, Elisabeth Rasekoala, Ramon Folch, y Nalini Nadkarni. Especialmente emotivo ha sido el parlamento de Oriol Sabater al recoger la mención de honor a su padre, del que ha dicho que estaría muy contento como barcelonés de recibir un premio de su ciudad. Ha recorrido la vida del primatólogo, su estancia en Guinea, sus estudios sobre los gorilas de costa y la cultura de los fang, “una gente extraordinaria”, uno de los colectivos humanos más interesantes del mundo. Ha subrayado la capacidad de observación y la curiosidad de Jordi Sabater Pi y su calidad de gran dibujante, y ha recordado también a la esposa del científico, su madre, Núria Coca, soporte fundamental de su carrera y su vida.
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