Artur Mas: “Junts tiene que apretar, pero sin romper el Govern”
“Si no somos capaces de hacer o mantener un Gobierno independentista, ¿cómo vamos a convencer a alguien de que vamos a dar la independencia?”, reflexiona el expresidente catalán en plena crisis del Ejecutivo de Aragonès
No es militante de Junts per Catalunya, pero sus opiniones pesan, y mucho, en el seno de la formación que hoy lideran Laura Borràs y Jordi Turull y que vive inmersa en el debate de si deben abandonar el Ejecutivo de Pere Aragonès. Artur Mas (Barcelona, 66 años) vive apartado de la primera línea política después de verse apeado de la presidencia de la Generalitat en pleno proceso independentista, el fenómeno político que él mismo lideró desde sus inicios. Diez años después del comienzo de ese pulso con el Estado, Mas llama al independentismo a buscar nexos y rechaza que Junts abandone el Govern.
Pregunta. Coincidiendo con el aniversario del inicio del procés y cinco años después de la declaración de independencia fallida vuelve a asomar el debate de si hay que reactivar la declaración unilateral de independencia (DUI). ¿Es partidario de ello? ¿Lo ve realista como defiende la Assemblea Nacional Catalana?
Respuesta. La DUI se ha convertido en una especie de tótem. Pero lo importante no es proclamarla o verbalizarla; es saber qué quiere decir, qué consecuencias tiene. Entonces la gente podrá calibrar entre los sacrificios y los beneficios, decidir si aquella batalla compensa o no. Ese debate no existe en Cataluña. Ya hubo una DUI en octubre de 2017 y seguimos siendo una comunidad autónoma en el marco del Estado español.
P. Junts, pese al desmarque del jueves, es la formación que le ha dado más alas a ese discurso.
R. Esquerra fue el que más empujó hacia ahí antes de 2017. Pero el tema es cómo se recupera en el soberanismo catalán e incluso más allá, un consenso básico, un mínimo común denominador. Ahora, con la división actual, no somos creíbles. Además de este consenso entre independentistas es necesario otro para blindar los temas básicos del país, que puede incorporar perfectamente al PSC y a los comunes.
P. Pero el Govern es reacio incluso a pactar unos presupuestos con el PSC.
R. Los comunes pactaron las últimas cuentas y yo no veo por qué el PSC no pueda estar en ese posible pacto. De hecho, el consejero de Economía ha abierto la puerta a ello.
P. ¿Cree que Junts será capaz de trabar un discurso unitario sobre la ruptura o permanencia en el Govern?
R. Hay que entender a Junts como un proyecto en construcción. Mi opinión personal, aunque no soy militante de Junts, es que tiene que apretar, tiene que exigir, pero sin romper el Govern. Porque si no somos capaces de hacer o mantener un Gobierno independentista, ¿cómo vamos a convencer a alguien de que vamos a dar la independencia?
P. ¿Qué cree que Junts puede exigir?
R. No se puede tener una mesa de diálogo con el Gobierno que no haya sido previamente pactada en Cataluña por parte de las fuerzas políticas soberanistas. No tiene ningún sentido que Junts no esté ahí. En la mesa se tiene que mostrar fuerza y esa fuerza pasa por la cohesión. Si solamente está uno, el Gobierno español, ya tiene el trabajo hecho. Y Junts tiene que estar representado como ellos decidan. Y hay que fijar una estrategia común de presión y de influencia en las Cortes españolas.
P. Pero Junts, en el Congreso, parece instalada en el no a todo.
R. Hay que mantener una política común en Madrid, que no tiene por qué ser en el 100% de los casos, pero sí en lo fundamental. Entre otras cosas, porque el soberanismo catalán, al igual que el nacionalismo vasco, tienen una fuerza aritmética muy significativa en las Cortes españolas. Y más la tendrán, porque cada vez parece más lejos la posibilidad de que haya un gran consenso en la política española entre populares y socialistas. Algunas veces se da en algunos temas concretos. Se dio para anular la autonomía catalana en octubre de 2017. Ahí se dio ese consenso, pero pocas otras veces. Por tanto, ahí hay margen para actuar.
P. Usted acabó por apartarse de la política después de que la CUP exigiera su relevo para apoyar la investidura de un presidente catalán. Carles Puigdemont sigue en la primera línea desde Bruselas. ¿Comparte la idea de que debería apartarse siguiendo la petición de entidades como Òmnium Cultural que reclaman nuevas voces?
R. Las personas que han ejercido un liderazgo muy intenso en estos últimos cuatro o cinco años han de poder tener un papel, a menos que ellos renuncien a ese papel. Sería un error dejarlos al margen. Se trate de Puigdemont o de Oriol Junqueras.
P. ¿Debería el Consell per la República, que pilota Puigdemont, ser quien lleve la acción independentista?
R. Si el Consell es un espacio de consenso, no lo veo mal, o puede ser otra [dirección estratégica], pero tiene que haber una. El movimiento soberanista catalán, como decía el presidente de Òmnium este fin de semana, necesita una dirección estratégica. La necesita como el comer, y no la tiene. No es imposible de conseguir. La tuvimos.
P. La interinidad en la presidencia del Parlament es una situación absolutamente disfuncional. ¿Laura Borràs debería, como usted hizo en 2016, dar un paso al lado para facilitar el desbloqueo?
R. Si en 2018, con la autonomía suspendida, se eligió a un presidente de la Generalitat, ¿por qué ahora que no la tenemos suspendida, aunque sí vigilada y controlada, no se puede elegir presidente o presidenta del Parlament de Cataluña? Laura Borràs lleva una buena parte de razón cuando dice que lo que ha pasado tiene que ver con ser quien es y defender lo que defiende. Pero una cosa es tener la razón y otra cosa es que te la reconozcan y tener la mayoría para sostenerla.
P. No es solo una cuestión de mayorías. La suspensión es el resultado de la aplicación del reglamento votado por la propia Cámara.
R. Incluir ese artículo en el reglamento fue un error, porque es darle a jueces y fiscales el poder de poner y quitar a alguien que ha sido elegido en las urnas. Pero una vez metido, pues es el reglamento y solo te queda intentar cambiarlo.
P. La próxima semana se cumple una década de la reunión con Mariano Rajoy en La Moncloa para pedirle una financiación específica para Cataluña, el pacto fiscal, lo que fue avanzadilla del proceso independentista. Hoy, no solo no hay este pacto fiscal, sino que todas las autonomías siguen arrastrando el modelo de financiación caducado en 2014. ¿Alguna vez pensó que todo pudiera salir tan mal?
R. No. Tenía alguna esperanza, ingenua, quizá, de que Rajoy entendía lo que pasaba en Cataluña después de la sentencia sobre el Estatut y no atribuía [el malestar] a “un calentón de verano”, como lo definieron. El Tribunal Constitucional dilapidó la columna vertebral de lo que los catalanes habían votado, con una posición muy dura del PP. Pensé que no serían tan miopes ni actuarían de forma tan chulesca.
P. Quizá también fue interpretado como chulesco que su planteamiento fuera o pacto fiscal o nada.
R. Cuando digo chulesco me refiero a la actitud prepotente de alguien que, al tener la mayoría absoluta, sabe que no depende de nadie y trata a los otros con indiferencia. Me encontré con una miopía terrible ante la evidencia de que algo pasaba en Cataluña y de que yo había ganado las elecciones con la bandera del pacto fiscal para salir del atolladero tras la sentencia del Tribunal Constitucional. Y esa bandera no era ni la independencia ni la autodeterminación, era una salida dentro del marco constitucional, que buscaba resolver el tema económico y financiero.
P. Cataluña tradicionalmente lideraba el debate del modelo de la financiación autonómica, hasta que optó por borrarse de las mesas de discusión por el procés. ¿Qué salida ve si no cambia la posición de la Generalitat?
R. La ley obliga a revisar el modelo cada cinco años. Tocaba en 2014 y estamos en 2022. Estamos ante un fraude de ley. Y no le toca al independentismo catalán liderar este debate, sino al Gobierno.
P. Pero Cataluña rechaza participar en foros, por ejemplo, el de expertos sobre el tema puesto en marcha por el Ejecutivo.
R. Creo no nos tenemos que inhibir de este tipo de debates. Al final la realidad es la que es y nos necesitamos todos para mejorar nuestro sistema de financiación. Pero una cosa es no inhibirse y la otra liderar el debate. Cuando hacíamos esto recibíamos todos los golpes y al final había un acuerdo que acababa modificado para contentar al resto de gobiernos y luego en Cataluña muchos no lo entendían.
P. ¿Y no deberían aliarse con otras comunidades con problemas parecidos?
R. Sí, y en cualquier caso deberíamos tejer alguna alianza con Valencia y Baleares, territorios sistemáticamente castigados. No solo lo somos nosotros.
P. Xavier Trias y usted comparten haber dicho que no volverían a la primera línea de la política. El excalcalde parece que se lo está repensando, en parte porque cree que fue defenestrado injustamente por la llamada Operación Cataluña. ¿Y usted?
R. El nunca, el jamás, no existen ni en la vida ni tampoco en la política. Mantengo el sentido de la responsabilidad necesario, pero en este momento me falta algo que es fundamental, la voluntad. Como Trias, me siento víctima de ese Estado que permite que haya un Estado paralelo que intenta destruir a personas, familias e ideas. Y eso me interpela, pero no hasta el punto de volver a la primera línea de la escena política.
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