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Un 20% más por el rape o por unas zapatillas: la guerra en Ucrania también llega a Sants

Un recorrido por comercios de este barrio de Barcelona evidencia el impacto de la inflación en los negocios y en el ahorro familiar

Una mujer revisa su monedero a la salida del mercado de Hostafrancs, en Barcelona.
Una mujer revisa su monedero a la salida del mercado de Hostafrancs, en Barcelona.Carles Ribas (EL PAÍS)
Cristian Segura

Las trincheras de la guerra en Ucrania quedan a 2.500 kilómetros de la carretera de Sants, pero sus estragos llegan hasta los hogares de esta artería de Barcelona. La calle de tiendas más larga de Europa —según reza el conocido lema promocional de su asociación de comerciantes— es un termómetro ideal para captar el impacto que ha causado la invasión rusa en el bolsillo de los ciudadanos europeos. La inflación en la zona euro era en mayo del 8,1% y en España, del 8,7%.

El precio de los combustibles y la reducción de las exportaciones de materias primas ucranias y rusas, sobre todo los cereales, están detrás de un encarecimiento de la vida que ya había apuntado alto en los meses previos por la subida del precio de la energía. España arrancó 2022 con un Índice de Precios de Consumo (IPC) del 6,1%. EL PAÍS realizó el pasado martes un recorrido por negocios de la calle de Sants para ilustrar cómo ha afectado a comerciantes y consumidores la escalada inflacionista.

Filete de salmón, de 19 a 28,9 euros

Martes al mediodía en el mercado de Hostafrancs. Poca clientela y caras de preocupación. “Tenía clientas que venían tres veces por semana, ahora con suerte lo hacen una vez”, dice Carmen León, propietaria de una pescadería. El precio del gasoil que utiliza la flota pesquera ha disparado el precio del producto. Una cola de rape que en febrero costaba 24 euros el kilo, justo al empezar la invasión rusa en Ucrania, ahora lo cobra León a 28,9 euros, un 20% más. Todavía más caro es el pescado que debe transportarse lejos del Mediterráneo, como el filete de salmón: de los 19 euros que costaba el kilo hace tres meses, ahora está también a 28,9 euros, un 52% más caro.

León opina que pintan bastos para el consumo tras las vacaciones de verano: la gente tiene ganas de viajar, tras dos años de pandemia de la covid-19, “y viajar ahora es más caro, y en septiembre ya no querrán gastar”.

Escalopes rebozados, de 13,9 a 15,5 euros

La causa de que la carne que vende Noelia López sea más cara es sobre todo el pienso. El pienso de los animales, compuesto de cereales, también se ha disparado por la disrupción del mercado de cereales ucranio y en menor medida, ruso. La carne que López vende en su parada del mercado de Hostafrancs, al proceder de Cataluña, no se ve tan afectada por el encarecimiento del transporte. Los escalopes rebozados que vende López en su parada valían hace tres meses 13,9 euros el kilo y hoy, 15,5, un 11% más; las albóndigas también han subido un 11% y la espalda de ternera, un 6%.

Una de sus clientas más fieles es Núria Voltes. Cargada con el carro de la compra, Voltes afirma que lo que compraba en el mercado por 50 euros, ahora vale 65, y concede que antes podía comprar 20 escalopes para los seis miembros de su familia, por si alguno quería repetir: “Ahora les doy dos justas a cada uno”.

Silicona aislante, de 2,5 a 3,9 euros

Todos los precios han subido en la Ferretería Hostafrancs, dice su encargado, Abdillah Boafati. La mayoría de productos han sido fabricados lejos, en países como China, y el coste del transporte está por las nubes. Una bolsa de bridas de nailon que hay expuesta frente a la caja cuesta 4,9 euros, 30 céntimos más que en febrero; un ladrón de enchufes de varias tomas ha subió de 6,9 a 7,6 euros, un 11%. Pero lo que más se ha encarecido, afirma Boatafi, es la silicona que se utiliza como aislante. Un pote de 280 mililitros se cobra a 3,96 euros, frente a los 2,5 del mes de febrero. “Cada mes suben las tarifas”, afirma el dependiente de la Ferretería Hostafrancs, “por suerte, la gente es consciente de la situación porque lo ven en la televisión cada día”.

Zapatillas deportivas, de 49 a 59 euros

El calzado tampoco se salva de la inflación. Gemma Salvador, responsable de la tienda Sant Josep Calçat, prevé que el incremento se notará todavía más a partir de la temporada de otoño, cuando lleguen las colecciones que se fabrican ahora: los precios subirán entre 5 y 10 euros, según si se ha producido en España o se importa de países lejanos como China. La producción en las fábricas chinas también se ha visto afectada por la gestión de la pandemia del presidente Xi Jinping, una estrategia de contagios cero que impone severas restricciones y aislamiento de municipios.

Las zapatillas deportivas para mujer en Sant Josep Calçat se encarecerán de media de los 49 euros actuales a los 59 euros, un 20%. Unos zapatos de mujer clásicos de tacón bajo que Salvador tuvo que reponer en abril por su éxito de ventas, ya han pasado de 50 a 55 euros. “Antes, si a una clienta le gustaban dos modelos, probablemente se quedaba los dos; ahora, solo elige uno”, dice Salvador.

Lavadora, de 399 a 449 euros

El alza de precios en la tienda de electrodomésticos Estrada varía, como en los zapatos, según si la fabricación es nacional o si el producto es importado. El coste del transporte —es decir, del combustible— es el factor más determinante. Por eso, un ventilador S&P, fabricado en España, ha pasado de 37 a 39,9 euros, un 7% más; un ventilador EDM, procedente de China, salta de los 39 a los 45 euros, un 15% más.

Los vecinos continúan comprando electrodomésticos de primera necesidad, explica Francesc Estrada, copropietario del comercio, pero si antes un cliente se gastaba de media 500 euros por una lavadora, ahora su presupuesto es de 300 euros. Una lavadora Whirlpool que costaba hace tres meses 399 euros, ahora tiene una tarifa de 449 euros, un 12% más.

Tres calzoncillos, de 6 a 10 euros

Cuando no hay clientes en la tienda de ropa interior Culte al Cos, la encargada Isabel Zúñiga apaga el aire acondicionado. El precio de la luz lleva meses haciendo mella en el bolsillo de los europeos y los negocios tienen que apretarse el cinturón. El encarecimiento del transporte ha sido la gota que colma el vaso. La mayoría de productos que venden en Culte al Cos están fabricados en China, y la consecuencia es que un paquete de tres calzoncillos slip que costaba hace pocos meses 6 euros, ahora son 10 euros, un 66% más; un pijama que valía 12 euros, ahora se vende a 14,95, un 24% más.

Cruasán, de 1,05 a 1,20 euros

Los precios de los cereales y de la harina impactan en múltiples productos de alimentación, pero en la panadería y la repostería, el efecto es directo. Los proveedores de harina suben tarifas unos céntimos cada mes, dice Jordi Suñé, del Forn Esplugues. Suñé afirma que sus gastos, entre energía y materia prima, han subido un 38%. No cerrar con pérdidas el ejercicio es su objetivo. Los precios intenta subirlos lo mínimo: la barra de cuarto, de 95 céntimos a 1 euro; un pan de centeno tenía un precio de 2,4 euros a principios de año y ahora, de 2,55.

Cuantos más ingredientes, más caro. El xuxo de crema en la pastelería Kessler Galimany valía 1,8 y ahora 2,05 euros; el brazo de gitano ha subido 2 euros y el cruasán, de 1,05 a 1,2 euros, un 14% más.

Diésel, de 1,57 a 2,09 euros

La gasolinera más cercana a la calle de Sants, en el mismo distrito, es la estación de Servicio Moianès. El 1 de marzo, según explica su propietario, el litro de diésel costaba 1,57 euros y el martes ya superaba los 2 euros; la gasolina 95 se ha encarecido de 1,7 euros a 2,19 euros, las dos subidas han sido de un 28%.

La gasolinera Moianès tiene más de medio siglo de historia. En las escaleras que llevan a las oficinas hay fotos en blanco y negro del negocio y del barrio, pero también una fotografía en color de una refinería de Lukoil, la mayor petrolera rusa. Las restricciones europeas a la importación de crudo ruso han elevado todavía más la presión inflacionista.

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Sobre la firma

Cristian Segura
Escribe en EL PAÍS desde 2014. Licenciado en Periodismo y diplomado en Filosofía, ha ejercido su profesión desde 1998. Fue corresponsal del diario 'Avui' en Berlín y en Pekín. Desde 2022 cubre la guerra en Ucrania como enviado especial. Es autor de tres libros de no ficción y de dos novelas. En 2011 recibió el premio Josep Pla de narrativa.

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