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La falta de camareros pone en apuros la hostelería de la Costa Brava

El turismo sufre una severa falta de personal mientras la administración y los sindicatos piden mejorar las condiciones de trabajo

Hostelería Costa Brava
Una camarera atiende a clientes en el paseo marítimo de Palamós.Toni Ferragut (EL PAÍS)

Se busca camarero. La Costa Brava sufre la falta de personal más grave que recuerda la hostelería. Hace años que el sector detectó cierto desinterés por la profesión. La pandemia de coronavirus fue la puntilla: con los locales cerrados y sin ERTE, los camareros cambiaron de tercio y vieron que “había vida más allá de la hostelería, y además con mejores condiciones”, según los sindicatos. Propietarios de bares, restaurantes y hoteles buscan trabajadores desesperadamente para la temporada alta. Si la situación no cambia, dicen, tendrán que abrir el local parcialmente o solo algunas horas, y obligarán a los clientes a largas esperas.

Diversos factores han llevado a una situación que consideran alarmante. Se trata de un sector precario, con muchísimo intrusismo, con una estacionalidad corta, falta de días de fiesta y horas de descanso, imposibilidad de progreso profesional… Según los agentes de la hostelería, es necesario ajustar la oferta laboral.

Lloret de Mar organizó el día 9 la jornada Retos y tendencias del mercado laboral, porque el Servicio de Ocupación Municipal (SOM) detectó la creciente necesidad del tejido productivo local: cada vez cuesta más cubrir la demanda de personal. El SOM tiene una bolsa de más de 500 empresas y 120 ofertas de trabajo por cubrir del ámbito turístico. Para el concejal de Promoción Económica de Lloret, Jordi Orobitg, “el mercado laboral en el ámbito turístico y las actividades relacionadas con él están en un momento convulso”. “La competencia por la captación de personal es despiadada; por el de mayor talento, feroz”, añade Orobitg.

La Federación de Hostelería confirma que esta situación afecta a toda la Costa Brava. Restauradores de Calella de Palafrugell se plantean si podrán abrir todos los comedores: temen que, con el escaso personal con el que cuentan, no puedan dar un buen servicio. Denuncian que parte del personal es “poco profesional” y no se implica en el trabajo.

En Begur, donde coexisten unos 70 bares y restaurantes y una veintena de hoteles, muchos no saben cómo afrontar la temporada. La incertidumbre es el común denominador. “No encuentro camareros, quizás deberé cerrar a mediodía”, dice Juan, propietario de un restaurante. Está indignado porque los candidatos a quienes ha entrevistado “no quieren trabajar los fines de semana”.

El Instituto Escuela de Hostelería y Turismo de Girona tenía dos líneas de grado medio de Servicios en Restauración, 60 plazas. Hace unos años, la administración cerró una línea y este curso solo cuenta con 15 alumnos. En cambio, en cocina y pastelería faltan plazas. El director de la Escuela de Girona, Jordi García, cree que “se hace mucha más promoción a todos niveles de estos sectores y no se pone en valor la importancia de un profesional de sala, de un camarero, muy importante para dar un servicio de calidad”.

Lo mismo piensa Antonio Ferro, de CC OO, que cree que “se va irremediablemente hacia una promoción en la que habrá llevabandejas y sirvecopas, pero no profesionales. Es un sector cada vez menos atractivo”.

Los sindicatos están negociando el convenio colectivo del sector, caducado en 2019. Por lo general, se entiende la necesidad de una reforma con mejoras de horarios, salarios y derechos del trabajador. Ferro denuncia que, en la práctica, “los planteamientos de la patronal son de recortes”. “Ellos mismos provocan una situación como la actual”, indica. Los empresarios esperan a que los estudiantes acaben las clases para incorporarlos a sus negocios, “en muchos casos para explotarlos”, afirma.

“Muchos no respetan el convenio, ni en cuanto a dar dos días de descanso consecutivos, ni a eliminar las jornadas interminables. Les hacen contrato por 20 horas y trabajan 40″, afirma. Sin embargo, con la escasez de alumnos de este grado, aunque se empleen el 100% seguirá faltando mano de obra. Sin embargo, “suelen fidelizar a los trabajadores de todo el año con condiciones más dignas”, asegura. Los de temporada tienen las peores, añade.

Viviendas para las plantillas

La Costa Brava no tiene una problemática tan grave como la de Baleares de falta de alojamiento para los trabajadores por alquileres desorbitados, pero en localidades como l’Estartit o Begur, —donde casi todas las viviendas para alquilar se anuncian en Airbnb—, el edil de Turismo, Eugeni Pibernat, apunta que ya se ha dado algún caso en el que un empresario ha optado por alquilar una vivienda para poder alojar a su plantilla. El litoral catalán está en pleno boom de construcción y muchos camareros eligen mejores salarios y horarios, de lunes a viernes. Algunas voces proponen a la Administración habilitar alojamientos para temporeros, como se hace en Lleida con los recolectores.

En marzo había 34.111 desocupados en las comarcas de Girona. Orobigt cree que “las personas paradas no quieren trabajar en la hostelería”. Algunos empresarios critican que han encontrado a gente que está cobrando ayudas o el paro y se ofrece a trabajar, si es “en negro”. Maurici Abad, restaurador de Begur, lamenta que “acabará todo en manos de grandes cadenas”.

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