Cataluña estrena el fondo antisequía para retribuir a las desalinizadoras
Las plantas aceleran su actividad al quedar expuestas las reservas de los pantanos
La tozuda escasez lluviosa ha dejado expuestas las reservas de los pantanos y ha obligado a activar medidas alternativas para frenar su vaciado. Las plantas desalinizadoras del Llobregat y de la Tordera están trabajando a destajo, lo que ha multiplicado los costes de suministro para la Agencia Catalana del Agua (ACA). Por primera vez ha sido necesario recurrir a un fondo extraordinario antisequía, nutrido con una provisión anual de cuatro millones de euros, para pagar los sobrecostes.
Los días de cielo raso se suceden sin tregua. El año nuevo enjuagó todo atisbo de precipitaciones y agudizó una sequía que ya había condicionado la despedida del 2021. La mayoría de comarcas de Cataluña sufren la escasez de lluvia. En ciudades como Manresa, Tarragona, Reus o Berga se encadenan 70 días sin agua. Lo mismo pasa en zonas de Girona o en el Penedès. El agua no llega, pero los consumos se mantienen. Solo en 22 municipios del Alt Empordà se han impuesto laxas recomendaciones acerca de restringir el riego. La consecuencia más inmediata de la falta de lluvias es el desplome de las reservas líquidas que hay en los embalses y pantanos. Están a la mitad de su capacidad, cuando el mismo mes del año pasado la mayoría estaban por encima del 75%. Para mitigar la mengua de las reservas, la ACA ha acelerado la actividad de las desalinizadoras del Llobregat y de la Tordera. Operan al 85% de su capacidad, concreta el ACA, para garantizar el suministro a Barcelona y su área metropolitana, además de las comarcas del Penedès, el Baix Llobregat, Anoia, Garraf, Vallès Occidental, Vallès Oriental y Maresme. Agua para más de cinco millones de personas.
En el caso de la planta del Llobregat, considerada la más grande de Europa para el abastecimiento urbano, el aumento de ritmo implica el tratamiento de 140.000 metros cúbicos o, lo que es lo mismo, a diario genera un suministro de agua que cubriría las necesidades de 1000 hogares durante un año. La instalación de la Tordera, de menor capacidad, filtra más de 50.000 metros cúbicos diarios. Ambas desalinizadoras las gestiona Aigües Ter Llobregat (ATL), una empresa pública de la Generalitat, adscrita al departamento de Acción Climática y con dependencia del ACA. La hiperactividad desalinizadora minimiza la descarga de los pantanos, pero multiplica los costes de tratamiento del agua, una estrategia que ha obligado a echar mano por primera vez del fondo de emergencia antisequía. “Es un fondo pensado expresamente para situaciones de necesidad”, detalla un portavoz del ACA.
El fondo se activó en 2019 para cubrir tesituras de sobrecoste de explotación del sistema productivo de abastecimiento. Los desvelos que propició la sequía entre 2017 y 2018, con los embalses rayando el 40% y las desalinizadoras exprimidas, impulsó al consejo de ATL a decidir que era menester incorporar una red de seguridad a las cuentas. Se activó una dotación anual de cuatro millones de euros, bajo el argumento que en los recurrentes episodios de falta de lluvia la medida sería útil para “financiar los gastos adicionales derivados del aumento del funcionamiento de las instalaciones de tratamiento de agua marina”.
El régimen de funcionamiento de las desalinizadoras contempla que estén en marcha permanentemente. En épocas de abundancia de lluvias operan a baja intensidad, al 20% de su capacidad, y los costes que se derivan de su aporte de agua a la red quedan contenidos. Pero, la ecuación cambia cuando la falta de lluvia arrecia y sobreviene la necesidad de apresurar la producción. Entonces, la hucha antisequía “permite evitar tensiones presupuestarias”. El consejo de ATL calcula que, en el peor de los escenarios, el sobrecoste que soporta la empresa por aportar agua a la red supera los 4,5 millones de euros anuales.
Sin efecto inmediato en la factura de los consumidores
La ATL asegura que todavía no se ha entrado en “un escenario con aplicaciones de medidas restrictivas”, pero destaca que “hace un año las reservas se situaban en un 86,4% y la media de los últimos 10 años es del 84,9%”. Los datos “muestran un episodio de falta de lluvias excepcional”, que, si se mantiene, puede comportar un “episodio de sequía generalizado”.
Recurrir al apoyo de las desaladoras multiplica los costes de gestión del suministro de agua. La compañía niega que pueda tener un efecto inmediato sobre la factura de los consumidores. La situación también repercute en un aumento del desecho que genera la desalinización: la salmuera. El rendimiento del sistema es del 45%. De cada 100 litros de agua de mar que se captan, 45 se convierten en agua potable y 55 se devuelven al fondo marino. Ese agua restante se mezcla con las salmueras resultantes del proceso de desalinización. Una tubería expulsa la mezcla a una distancia de tres kilómetros mar adentro, a 60 metros de profundidad.
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