El disgusto de Canadell
A un ultraliberal como él le choca de sobremanera que la CUP vote en contra del presupuesto por motivos socioeconómicos
Esta vez, Joan Canadell no escandalizó a Pere Aragonès. El diputado de Junts, ejemplo vivo del integrismo indepe, es el portavoz de su partido para los presupuestos, y el día que se presentaron, hizo una “defensa” tan peculiar de las cuentas que el president abandonó el hemiciclo, indignado. En aquella ocasión, Canadell centró su discurso en atacar el pacto presupuestario con los comunes y en denostar la estrategia dialogante de ERC. Por suerte para la deteriorada salud del Govern, este jueves el diputado y empresario no apuntó contra los republicanos, sino contra la CUP. A un ultraliberal como él le choca de sobremanera que los cupaires voten contra el presupuesto por motivos socioeconómicos. Le sorprende, sobre todo, el rechazo a los macropoyectos: Hard Rock, ampliación de El Prat y Juegos de Invierno. “Alguien podría pensar que prefieren una Cataluña dentro de España sin estos proyectos singulares a una Cataluña independiente con estos proyectos singulares”, dijo.
Es una afirmación que define la mentalidad que antepone la independencia a cualquier otro asunto, la del “primero un Estado propio y luego ya veremos qué tipo de Estado”. En realidad, es la misma línea política que esgrime la unidad independentista por encima de todo y la que reivindica la mayoría del 52%. La que llevó al exvicepresidente del Parlament Josep Costa a una reunión con dirigentes de la extrema derecha identitaria.
Todos los partidos indepes han apostado por esta estrategia en algún momento del procés, pero el debate presupuestario ha puesto más de relevancia los diferentes modelos de sociedad de cada formación. La CUP ha ejercido de anticapitalista intransigente, y eso resulta incompatible con Canadell y la columna vertebral de Junts. Algo que no sería sorprendente en un país que no haya vivido el terremoto político que ha sacudido a Cataluña desde 2015.
Tiene todo el sentido, en esta situación, que la portavoz de la CUP, Eulàlia Reguant, citara a Marx (ya lo hizo en su día Aragonès, lo que causó zozobra en la coalición), como respuesta al consejero de Economía, Jaume Giró, que había apoyado sus argumentos en John Rawls, teórico de la democracia liberal y del Estado de bienestar. En los meses que lleva frecuentando el Parlament, Giró ha mostrado una gran comodidad en sus intervenciones, como si hubiera dedicado su vida a ello. Tal vez le ayuda su formación periodística. En el debate de este jueves fue más allá de su papel estricto de hombre de las cuentas para adentrarse en los debates del momento, como la lengua de las escuelas o la politización de la justicia. Ha sido en ese momento cuando ha introducido un concepto que, probablemente, jamás se había oído en el hemiciclo: critarquía, es decir, el gobierno de los jueces. Mucho han cambiado las cosas desde que otro periodista, Puigdemont, en ese mismo escenario, citaba a Gerard Piqué.
Aunque tal vez lo que quedará de esta sesión es que, de nuevo, la maldita pandemia ha obligado a reducir el aforo, y más de la mitad de escaños quedaron vacíos a la fuerza.
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