Un Eliot completo en catalán para entender la sociedad “desorientada y asustada” de hoy
Josep Maria Jaumà invierte tres años en la traducción de toda la obra del Nobel de ‘La terra erma’ y ‘Quatre quartets’
“…i malgrat que els dies de l’amor són pocs / fem que siguin divins”, concluye a sus 16 años el estudiante de Secundaria Thomas Stearns Eliot su Un poema líric, de los primeros que se le conocen. Lo empieza “Si Temps i Espai, tal com diuen els savis, / no poden tenir lloc, / el sol, que no decaurà mai, / no és més gran que tu i jo”. Y los dos primeros versos casi se repetirán en alguna composición posterior porque, durante 17 años, T. S. Eliot está buscando “un lenguaje y unos temas diferentes de la poesía del XIX; para él, la poesía no es un juego para entretenerse, y esa trascendencia no la encontrará hasta La terra erma, de 1922″. Esa es la tesis de Josep Maria Jaumà (Reus, 1938), que, tras tres años de trabajo, acaba de verter, anotada y de manera cronológica, por vez primera al catalán, toda la trayectoria lírica de uno de los más influyentes bardos del siglo XX en las 732 páginas de su Poesia completa (Edicions de 1984). “Es mi despedida, la campanada grande, una traca final”, cualifica su labor tras haber vertido antes a Philip Larkin (su tesis doctoral, de 1979), Thomas Hardy y Robert Frost, entre otros, siempre tratando de rellenar las grandes lagunas de la literatura anglosajona en las letras catalanas.
“Él va porfiando en nuevos temas: la familia, la ciudad, los negocios, los prototipos del banquero o del periodista… a partir de una experiencia personal dolorosa fruto de un matrimonio terriblemente infeliz y de vivir una Primera Guerra Mundial y una posguerra dura: Eliot se ahoga”, cree Jaumà. “Ciutat irreal, / sota la fosca boira d’una matinada d’hivern / una gernació s’escolava pel Pont de Londres, tants, / no creia que la mort n’hagués anorreat tants”, vuelca su estado anímico en el primer poema de La terra erma. “En el infierno de Dante las almas no están muertas, como sí lo están a menudo en la vida”, diría el británico de origen estadounidense Eliot (1888-1965) sobre la vida de sus coetáneos.
“En La terra erma es ya la ciudad, la sociedad, la desgraciada; en Prufrock i altres observacions, anterior, el desgraciado era aún sólo él”, dice el traductor de un poemario del que George Orwell afirmó: “Yo marcaría el comienzo de la literatura moderna el 1917, cuando Eliot publicará Prufrock”. Porque a la conquista de nuevas temáticas, Eliot, coherente, buscará a la par “un nuevo lenguaje que también sea útil para el siglo XX, como lo son a la música el jazz o Stravinski”, compara. “‘Escribo para hacerme una casa donde vivir’, decía Eliot”, recuerda Jaumà. Hay, pues, una lógica eliotiana: si el mundo moderno era “desierto y confuso”, como lo cualificó en algún poema, para reflejarlo debía recurrir a un lenguaje “directo, desnudo, rocoso”, como él mismo admitió.
Dante y Shakespeare se convertirán en modelos de una versificación donde la emoción no está disociada de la razón y en la que, según el propio escritor, los poemas querían sonar “como textos musicales”: arrancan a partir de un ritmo “que da ímpetu al contenido”. Todo un reto para Jaumà, como puede apreciarse en esta edición, que confronta los versos originales con su propuesta. “Admito que ha sido muy complejo; Eliot ya es un poeta complicado para el lector inglés; su sintaxis es muy difícil y seguro que en algún momento me habré equivocado”, admite, modesto. ¿Es una poesía intelectual, la de Eliot? “Seguramente, pero el quiere y anhela ser lo más directo y claro posible y eso se aprecia bien en los famosos Quatre quartets: si no lo logra es por el tema”.
Fiel al autor que en 1948 fuera reconocido con el Nobel, Jaumà admite: “He intentado ser lo más directo posible, como él, con un catalán legible y ordenado, contra la tesis de que si en inglés es difícil, en catalán también debía serlo”, asegura, alejándose así de la opción más dura que en su momento adoptó para el castellano, por ejemplo, un clásico como José María Valverde. Jaumà, sin embargo, no ha aterrizado en una tierra baldía, en tanto Eliot ya ha sido vertido al catalán desde, al menos, 1965, con una versión de los Quatre quartets de Lluis Maria Aragó y otra posterior de Àlex Susanna (1984, con prólogo de Jaime Gil de Biedma); hay algunos otros hitos, como La terra eixorca, de Agustí Bartra (1977), y La terra gastada, de Joan Ferraté (1977, con una primera versión en 1952), amén de los Prufrock de Francesc Parcerisas (1981) y Marc Masdeu (2011). “Los cerré todos y no quise abrirlos: la tentación de copiar era demasiado fuerte porque, por ejemplo, Ferraté acierta muchísimo con el vocabulario; su lengua es viva y la palabra, exacta”. En cualquier caso, admite, “Eliot requiere del lector un esfuerzo, pero lo fácil nunca deja huella”.
Después de las cúspides de La terra erma y Quatre quartets, los poemas de Eliot son Versos de circumstàncies o Versos per als amics (1933-1954), como así son titulados y que también recoge el volumen de Edicions de 1984. “Son casi bromas privadas, pareados, nada curiosos en una persona un punto bromista, como demostraba tirando petardos bajo las sillas en un consejo de la editorial Faber & Faber donde trabajó, pero sí lo son en un poeta tan dolido y serio, que sólo se permitirá ser feliz en una última excepción, cuando se casa ya mayor, a los 60 años, encontrando una felicidad doméstica y corporal”, contextualiza Jaumà los últimos versos recogidos.
¿Por qué leer a Eliot hoy, en el siglo XXI? “Porque la sociedad que él intenta describir no ha cambiado tanto: cierto es que no hemos vivido dos guerras mundiales, pero la sociedad hoy está tan desorientada y asustada como entonces; el mundo hoy no es una terra erma, pero casi con relación al futuro”, responde raudo Jaumà. Y va a la raíz más profunda del bardo inglés: “Eliot va disparado a encontrar un orden el cual tendemos a ignorar y que nos haría más sosegados; nos falta la dimensión trascendente: vivimos en la circunferencia y no nos damos cuenta de que es en el centro donde está la verdadera vida”, sostiene. “Hemos perdido la dimensión de lo que no se ve, lo que nos da la estabilidad; el centro de la circunferencia, y no la periferia, es la realidad… Y toda esa reflexión son los Quatre quartets, su llegada a la quietud”, sentencia.
La tesis de Eliot, que parte de Aristóteles (“el movimiento sale del centro del círculo”), tiene una rabiosa vigencia para la sociedad, desliza Jaumà: “Quizá su poesía no cambie nada, pero sí la manera de vivirlo: él no se hace la ilusión de que no habrá más guerras, pero entiende que es inútil gritar contra ellas si no sabes explicar por qué existen; él vivía contra las ilusiones, sabía que no había que hacerse falsas ilusiones, pero propone que maduremos y quizá así algo sí cambien un poco; y plantea que encontremos también el lenguaje para hacerlo”. En cualquier caso, como el verso de madurez de Eliot, Jaumà ya ha hecho su aportación: “Sols hi ha l’intent; la resta no és cosa nostra”.
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