Verdún, toda la primera Guerra Mundial en una batalla
Francia conmemora el centenario de la batalla que simboliza el sufrimiento del conflicto
La batalla de Verdún comenzó hoy hace un siglo con un bombardeo de artillería sin precedentes: en unas horas los alemanes lanzaron cientos de miles de bombas sobre las posiciones francesas. Trescientos días y 300.000 muertos después, en diciembre, los franceses recuperaron el terreno perdido. El frente de la I Guerra Mundial regresó al mismo lugar en el que se encontraba. Aquel combate tan absurdo como cruel ha quedado incrustado en la memoria colectiva francesa como uno de los acontecimientos más importantes de su historia.
"Para los franceses, es el símbolo de toda la guerra", explica el historiador Paul Jankwoski, que acaba de publicar Verdún. 1916 (Esfera de los Libros). Antonio Prost, presidente del Consejo científico de la Misión del Centenario, ha escrito que esta excepcionalidad se explica porque, al establecerse un sistema constante de reemplazos, un 75% de los soldados franceses movilizados pasaron por Verdún. Y también por la violencia extrema del combate. "Verdún fue lo peor que los soldados habían vivido hasta entonces. Los testimonios son tan numerosos que es incontestable. En el inconsciente colectivo francés, todas las familias tienen un Verdún", señaló Prost.
Después de los combates que marcaron el principio de la I Guerra Mundial, en julio de 1914, el frente occidental quedó estabilizado cuando los franceses lograron parar la ofensiva inicial alemana. Durante 1915, se establecieron las siniestras trincheras con movimiento escaso en el frente. La ofensiva de Verdún fue un intento del Estado mayor alemán de romper las defensas francesas y acabar con el statu quo. Casi lo logran, entre otras cosas por la falta de preparación francesa. Llegaron a tomar el estratégico fuerte de Douaumont, un hecho que se vendió como una gran victoria en Alemania, pero no avanzaron más allá de seis kilómetros y no llegaron a tomar Verdún.
En julio de 1916, los británicos dirigieron una ofensiva un poco más al norte, en el Somme, para aliviar la presión sobre Verdún. Fue una batalla todavía más salvaje —murieron 20.000 soldados aliados en unas horas—, pero tampoco logró un movimiento significativo en el frente. La guerra duraría todavía dos años más. Tanto en Somme como en Verdún, siguen apareciendo no solo bombas sino también cadáveres de soldados.
Pese a que se vendió como una victoria en Francia, los historiadores todavía mantienen el debate abierto. "Sí y no", responde Paul Jankowski, profesor de la Universidad estadounidense de Brandeis, preguntado sobre el asunto. "Los franceses ganaron porque en una batalla de desgaste, el defensor vence si logra frenar al enemigo. Pero, en cambio, es imposible afirmar que el resultado de este batalla debilitó más a una parte que a otra o cambió la guerra. No fue un Stalingrado o un Waterloo". Verdún, además, conecta con la II Guerra Mundial porque el general que organizó la defensa francesa, Philippe Pétain, acabaría por convertirse en el presidente del Gobierno filonazi de Vichy. Su prestigio militar se cimentó aquellos meses de 1916.
Huella profunda
Su huella sigue siendo muy profunda. Aunque los actos oficiales del centenario se celebrarán el 29 de mayo con la presencia del presidente francés, François Hollande, y la canciller alemana, Angela Merkel, los medios franceses están inundados de Verdún. Además, hoy volvió a abrir el Memorial construido en los escenarios de la batalla tras dos años de remodelaciones. Este lugar se ha convertido en un símbolo de la reconciliación franco-alemana y de la paz en Europa, como prueba la fuerza de la imagen, tomada en 1984, en la que Helmut Kohl y François Mitterrand aparecen agarrados de la mano ante el osario de Verdún, que reúne a víctimas de los dos bandos.
Por encima de todo, Verdún ha perdurado como un constante recuerdo del horror de la guerra. "Fue una batalla terrible para las unidades de infantería, sometidas a un fuego de artillería estremecedor. Las dificultades de aprovisionamiento eran enormes, la sed era muchas veces terrible y el peligro constante", asegura el historiador François Cochet, asesor científico del Memorial. Paul Jankowski agrega: "Miles de relatos no solo recogen la muerte y el sufrimiento físico, sino el aislamiento, la soledad, el miedo a desaparecer sin dejar rastro, pulverizado o ahogado en el barro, temores más intensos que la propia muerte. Siempre he pensado que los soldados franceses, los poilus, y los alemanes, los Feldgrauen, vivieron la misma batalla".
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