El virus se enquista en tres comarcas catalanas
Médicos y expertos apuntan a circunstancias económicas y sociales para explicar que la covid dañe especialmente a determinadas territorios
El coronavirus ha demostrado ser un enemigo temible. En algunas zonas, se desenvuelve con especial tenacidad y perserverancia. “Se habla de olas, pero aquí siempre hemos tenido mar de fondo”, ilustra Jaume Heredia, director médico del Hospital de Olot y Comarcal de La Garrotxa. “Ahora parece que está entrando la cuarta ola, pero nosotros ya no sabemos ni en cuál estamos, llevamos meses surfeando sin parar”, apunta el jefe de UCI del Hospital de Vic, José Luis Lopera.
En el mapa de color de la propagación de la covid hay comarcas que aparecen permanentemente en colorado. Sin tregua. “Mucha gente está escandalizada por la situación de Osona, que siempre está en rojo”, opina Gerard Giménez Adsuar, miembro del grupo de investigación en estadística, econometría y salud (GRECS) de la Universitat de Girona. Antes trabajó para el Departamento de Salud. Recaba datos del virus y desde que empezó la pandemia divulga en las redes sociales un minucioso seguimiento de su evolución en Cataluña.
“A partir de 170 casos positivos semanales por cada 100.000 habitantes es zona roja, y Osona lleva 10 semanas sin bajar de ahí”. Admite que los mapas de incidencia pueden resultar engañosos en ocasiones, pero cuando la situación de alta propagación se dilata en el tiempo hay que buscar las causas: “En una comarca pequeña es fácil que se disparen los indicadores en un momento puntual porque hay un brote en una fiesta y se contagian unos cuantos. Pero Osona es una comarca grande, con casi 160.000 habitantes, hace falta mirar qué pasa ahí”. El doctor José Luis Lopera elucubra dice: “Es posible que esta sea una comarca donde la interacción familiar es muy estrecha, porque hemos visto muchos ingresos de personas pertenecientes a un mismo grupo familiar”.
“No soy epidemiólogo pero las explicaciones de que hay más contagios porque la gente no vigila o no usa bien la mascarilla no me convencen. En la calle no hay contagios, si acaso puede ser atribuible a un clima más frío o a que haya una determinada actividad económica más dominante”, razona Gerard Giménez. Un informe de la Cámara de Comercio atribuye a la industria alimentaria el 26% del volumen de negocio que genera Osona. Un impacto de más de 2.600 millones de euros, donde los mataderos y las empresas cárnicas desempeñan un papel preponderante. “Los ambientes fríos, poco ventilados y con baja humedad facilitan la transmisión del virus”, indica Giménez.
Industria esencial
Osona y Garrotxa son comarcas vecinas, cosidas por el túnel de Bracons y con muchas características socioeconómicas similares. “Tenemos mucha industria considerada esencial y aquí no se ha dejado de trabajar ni con los confinamientos más estrictos”, explica el doctor Jaume Heredia. “El virus se ha comportado de forma distinta en el sur. Aquí ha habido condiciones que han propiciado la tormenta perfecta”, añade el médico. Y alude a la incidencia de la cepa británica en la Garrotxa: “El primer caso lo tuvimos el 31 de diciembre y nos dimos cuenta de que era distinto de lo que habíamos visto, con una capacidad de contagio muy alta”.
Heredia reconoce que el virus ha “trastocado” al Hospital de Olot. En un año han tratado a 83 pacientes en el área de críticos, más del triple de lo habitual, y 10 de ellos han ingresado en la última semana. “Si no fuera por la expectativa de vacunación que tenemos, diría que estamos peor que hace un año. Sin una vacunación masiva, esto no lo vamos a parar”, añade. Las consecuencias de tener que plantarle cara al virus de manera sostenida hacen mella en el personal sanitario.
La Plana de Lleida es otro punto crítico de la pandemia. “Allí están en la quinta ola, tuvieron un brote muy importante en verano, cuando parecía imposible”, indica Gerard Giménez. El Departamento de Salud estrenó esta semana, en la Universidad de Lleida, un cribado masivo entre estudiantes y personal universitario. La experiencia se replicará en todas las universidades, pero se adelantó en Lleida tras detectar una alta incidencia del virus en el Segrià y en comarcas vecinas como la Noguera, l’Urgell y el Pla d’Urgell, similar a la registrada con la oleada el pasado verano.
La prueba entre los universitarios era voluntaria, pero despertó un efecto llamada en el campus de Cappont. Los profesores Marc Clarà y Sílvia Cavalcant aseguran que “mayoritariamente la gente quiere hacérsela”. Víctor Castelló, estudiante de ADE, dice que nunca ha tenido ninguna sospecha de haber cogido el virus, pero se hizo un test por si acaso. “Tengo curiosidad por saber si he sido asintomático”. A Mariona Camats, estudiante de Magisterio, la movió un factor de riesgo. “Soy asmática, como mi padre, y pese a no haberme movido de mi pueblo en Semana Santa, quiero estar tranquila”.
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