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“Nadie tiene 100.000 euros para empezar una película”

El director Marc Fàbregas cuenta con humor, anécdotas y conocimiento de causa el proceso de creación en ‘Cómo hacer películas y no odiar el cine’ (Azimut)

Toni Polo Bettonica
El director de cine y autor del libro, Marc Fàbregas.
El director de cine y autor del libro, Marc Fàbregas.

Marc Fàbregas (Barcelona, 1973) conoce como nadie la situación en la que se encuentra el cine en Cataluña (y en el resto de España): además de diversos cortos, ha escrito, dirigido, producido, realizado, editado y distribuido (“solo me ha faltado interpretarlas”, comenta) dos películas (Cuinant -2014- y Colisión -2016) y ha perdido dinero. Acreditado por su experiencia, ha publicado Cómo hacer películas y no odiar el cine (Ediciones Azimut), un libro escrito desde el cariño, desde la pasión y desde la rabia, en el que cuenta con todo detalle aquello a lo que se enfrentan muchos futuros cineastas que quieren estrenar una película sin apenas presupuesto. Es decir, a lo que se enfrentan casi todos los futuros cineastas. “Además de ayudar a quienes están empezando, pretendo dar visibilidad a las películas que se han hecho prácticamente con nada, que se conozca esta situación y que se arregle”, adelanta.

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Por supuesto, Fàbregas, licenciado en Comunicación Audiovisual por la Universitat Rovira i Virgili, no vive del cine. Trabaja en TV3 (en producción de series como Com si fos ahir) y da rienda suelta a su pasión por divulgar el cine en la Escola Montcau, donde desde hace cinco años enseña cine a adolescentes.

La semana de los Premios Gaudí, TV3 emitió el documental El cinema que no veiem, donde Fàbregas da voz a tres directores y tres directoras de cine que analizan la precariedad en la que trabajan muchos creadores catalanes que se ven obligados a autoproducirse y a autodistribuirse. Pero el documental le dejó una espinita clavada: “Yo no intervengo”, dice. “Así que, de alguna manera, me explayo en el libro. Por eso agradezco a la editorial Azimut que me diera absoluta libertad”. Esa absoluta libertad convierte el libro en una propuesta arriesgada que no esconde las dificultades ni las ilusiones de hacer cine.

El libro cuenta, paso por paso, todo lo que se necesita (y, en muchos casos, no se tiene) para rodar una película desde el minuto cero: desde la idea, hasta la exhibición, pasando por la escritura de un guion, la formación de un equipo, la consecución de capital, el acceso a ayudas, las cuestiones contractuales, el rodaje, el montaje y la distribución. A lo largo de las 130 páginas, grandes nombres del cine argumentan lo que Fàbregas cuenta. “Soy de los pocos que se miran las entrevistas y los contenidos adicionales de los DVD”, explica.

De esos comentarios de directores, guionistas, actores… Fàbregas extrae muchas píldoras que salpimientan la lectura. “Ser director es como ser vigilante, porque hay muchos egos entre los presentes y debes vigilar cómo interactúan”, escribe Brian de Palma, constatando lo que cuenta Fàbregas al hablar de la creación de un equipo. También reconforta que las verdades que explica el autor se vean confirmadas, por ejemplo, por Agustí Villaronga: “Descubrí que el cine se rige más por el dinero y por el negocio que por el arte y por la cultura”, comenta el director de Pa negre. “Lo que pasa es que hemos llegado al punto de que la película pura no existe; sería la que querrías hacer como a ti te gustaría, y eso no lo vería nadie, seguro”, concluye Fàbregas.

De ahí se entiende que el guion sea la clave de una película. “El guion es la esencia, la chispa. Si no está bien, si la historia no atrapa y ya empieza la cosa con muy mal pie. En cambio, un buen guion puede salvar a un director mediocre”, dice. “Secundo plenamente las palabras de John Boorman [director de Excalibur], cuando dice que ‘la dirección consiste en escribir y todos los directores deberían escribir’. En cambio, fíjate la poca importancia que se le da al guionista, que una película como Sueños de un seductor, escrita y protagonizada por Woody Allen, es una película de Herbert Ross, que la dirigió”. David Mamet sale al rescate de la profesión en otra píldora que recoge el libro: “A los guionistas se los trata mal porque supongo que hacen el único trabajo al que ningún productor que se precie podría aspirar”.

Las cubiertas del libro.

Fàbregas echa mano del humor para transmitir su mensaje: “A través de anécdotas de mis rodajes, de los errores, de las previsiones… en el fondo lo que pretendo es que los que quieran hacer una peli se lo pasen un poco mejor haciéndola”, dice. Que sepan, de verdad, a lo que se enfrentan: “A ver, con 100.000 euros yo también hago una película, pero no los tengo, nadie los tiene para empezar”. Así que lo importante es saber dónde ir a buscar el dinero. “Hay ayudas para grandes películas (las que pueden hacer Bayona, Amenábar, Almodóvar…), cosa que está bien, por supuesto, pero deberían diversificarse más entre las pequeñas producciones, que son las que más las necesitan. Que un requisito para participar en premios sea el estreno previo de la producción no es bueno. Hay mucho material y muy pocos altavoces”.

El panorama está cambiando con la irrupción de las plataformas digitales. “Lo que interesa es que aporten a la producción, que hagan como antes hacían las privadas. Pero apuestan demasiado por nombres conocidos”, explica Fàbregas, que se queja aunque entiende la actitud de algunas: “Las condiciones de Netflix son draconianas: por ejemplo, exigen cámaras para rodar e ítems técnicos difíciles para un joven creador. Me temo que es por descartar ante la cantidad de propuestas que reciben. Aquí, en Filmin tenemos también esperanzas, porque es más independiente”.

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Sobre la firma

Toni Polo Bettonica
Es periodista de Cultura en la redacción de Cataluña y ha formado parte del equipo de Elpais.cat. Antes de llegar a EL PAÍS, trabajó en la sección de Cultura de Público en Barcelona, entre otros medios. Es fundador de la web de contenido teatral Recomana.cat. Es licenciado en Historia Contemporánea y Máster de Periodismo El País.

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