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Raskólnikov, el protagonista de ‘Crim i càstig’, vuelve a dudar de sus actos en catalán

Nueva traducción del clásico de Dostoievski a los 92 años de la histórica que realizara Andreu Nin

Carles Geli
Crim i castig
Dostoievski, retratado por Vasili Perov en 1872.

¿Puede justificarse el mal, es lícito hacerlo, si con ello se consigue un bien mayor, quizá colectivo? Creyéndolo inicialmente así, el mísero exestudiante de 23 años de familia humilde Raskólnikov descarga el hacha sobre la vieja usurera Aliona Ivànovna y su hermana. Y aquí empiezan la escisión interior, el cisma que predestina su propio nombre (raskol), las dudas, la culpa o lo del fin y lo medios que marcan al protagonista de Crim i càstig, una de las novelas capitales del XIX. El torturado personaje de Fedor Dostoievski levantó el arma y dudó en catalán en 1929 (Proa), en traducción directa del ruso (y desde Rusia) del político e intelectual Andreu Nin, de la que se dijo que era la primera íntegra en Occidente y “de las mejores que se han dado en un idioma de raíces no eslavas”, en opinión de Josep Pla. Casi un siglo después, Raskólnikov repite acción y remordimientos bajo la voz del traductor y lingüista Miquel Cabal Guarro, para la edición de la colección Bernat Metge Universal.

“En estos tiempos con tendencia a relativizarlo todo y a lanzar y repetir eslóganes sin pensarlo mucho, Dostoievski es justo lo contrario: plantea grandes dilemas morales, escribe para responder las grandes preguntas: qué es y cómo afrontar el mal, la inocencia, la fe, la condición humana…”, recita Raül Garrigasait, presidente de La Casa dels Clàssics, surgida a rebufo de la histórica colección Bernat Metge de clásicos griegos y latinos, ahora bajo el paraguas del grupo multimedia Som. Tras promover nuevas versiones de la Iliada y Robinson Crusoe (traducidos en su momento también por tótems como Carles Riba y Josep Carner), ahora llega la del drama de Raskólnikov, quien afronta dos visiones irreconciliables: “Es la ética cristiana, la que defiende a la persona como terreno sagrado, inviolable, aunque sea mala, y la ética del utilitarismo, que busca el bien mayor, aunque sea pisando a la persona… Algo de esos planteamientos hemos visto en esta pandemia”, lanza Garrigasait. Y añade como otras brasas ardiendo atizadas por el escritor ruso “si un criminal puede recuperar la inocencia; si se puede atravesar el territorio del mal y salir moralmente indemne, bien; si la bondad reside en las personas marginadas… Y Dostoievski lo aborda sin bromitas ni ironías: es una obra sin parangón en la historia de la literatura”, concluye el editor, que creía necesaria “una traducción para ser leída en el siglo XXI”.

Crim i càstig está tan cargada de reflexiones y expediciones morales a lo más hondo del alma humana (“Fuera de Dostoievski, nadie me ha enseñado nada en psicología”, afirmó Friedrich Nietzsche) como de trampas lingüísticas. “Dostoievski escribía como le daba la gana”, constata Cabal, que ya abordó anteriormente la particular gramática del ruso al verter Apunts del subsòl (2002). “Tiene un estilo originalísimo y a la vez extremadamente incorrecto, roto, nervioso (…) pero es inseparable del contenido, con el que forma un todo único”, alertó ya en 1929 Nin, que logró un difícil equilibrio entre fidelidad al original y respeto a la idiosincrasia del autor ruso. “No fue el caso de Nin, que hizo una buena versión, pero los traductores plancharon mucho el estilo de Dostoievski, creyendo que estaba mal escrito”, ilustra Cabal.

Una “gramática propia”

Una de las causas que generaban esa sensación era, como califica el traductor, que “practicaba la objeción de conciencia a la norma y a las convenciones tipográficas, especialmente por lo que respecta a la puntuación y al uso de las cursivas”. Esa puntuación es de las pocas cosas que Cabal se ha permitido corregir en tanto “el lector actual arrastra ya un bagaje sobre esas convenciones gráficas que le sirven de llave para leer, lo que no ocurría con sus lectores coetáneos, que no era ni el 1% de la población”, fija. Sí ha respetado su “caótico” uso de cursivas y comillas porque “ayudan a entender los acentos estilísticos que se traslucen del texto”. El escritor ruso llegó a defender: “Cada autor tiene un estilo propio y, por tanto, una gramática propia” y, ante ello, un corrector “ha de ser capaz de adivinar” su ortografía.

El otro gran reto para Cabal ha sido “la mezcolanza, el vocabulario Frankenstein que utiliza Dostoievski”, donde cada personaje utiliza la lengua rusa según su función social. Y así asoman vulgarismos, extranjerismos, dialectalismos, registros cultos, léxico burocrático…, “una polifonía de voces muy diferentes que dialogan entre ellas y dicen cosas distintas, contradictorias y complementarias, como las mismas ideas que destila la novela”. Cabal admite que el catalán no es rico en esas formas coloquiales del habla. Y es ahí donde apunta veladamente que puede haber ido más allá que la versión de Nin: “En lo coloquial, él no fue tan atrevido, esos fragmentos los literaturizó más; Josep Maria de Sagarra, en la época, le criticó que se hubiera desconectado de esa habla coloquial, que atribuyó a los años que llevaba viviendo en Rusia”, enmarca Cabal, quien tampoco ha utilizado dialectos del catalán, sino que ha recurrido a “buscar formas antiguas o coloquiales”.

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Miquel Cabal, traductor de 'Crim i càstig', de Dostoievski.
Miquel Cabal, traductor de 'Crim i càstig', de Dostoievski.La Casa dels Clàssics

“Los conflictos de Dostoievski son aún nuestros conflictos”, dice el escritor Francesc Serés en el prólogo a una edición de casi 700 páginas (34,95 euros), que incluye una nota y un listado sobre los personajes y un epílogo del traductor, como la edición de 1929 llevaba un proemio de Nin, que criticaba la libertad a la que parece tener derecho el hombre superior, como apunta Dostoievski, de quien se cumple el bicentenario de su nacimiento. “No tiene razón Raskólnikov porque su solución es individualista, quiere resolver el problema solo… La sociedad no la puede modificar un individuo solo sino toda una clase. El héroe es fuerte cuando se apoya en la masa”, escribió Nin, influido por sus profundas creencias comunistas, que le llevaron a la muerte por orden de Stalin.

Cabal recuerda que abordó la traducción en plena pandemia, situación que hizo emerger “episodios de la bondad más desprendida y la maldad más mezquina”, capaces todos de “crímenes, castigos y perdones”. Un periodo en el que “el mundo parecía que quisiera dar la razón a Raskólnikov. Una razón que él no querría tener me parece. Que Dostoievski no querría tener”. O sí. E invita a leer el libro. O sea, a entrar en la cabeza de Raskólnikov cuando alza el hacha.

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Sobre la firma

Carles Geli
Es periodista de la sección de Cultura en Barcelona, especializado en el sector editorial. Coordina el suplemento ‘Quadern’ del diario. Es coautor de los libros ‘Las tres vidas de Destino’, ‘Mirador, la Catalunya impossible’ y ‘El mundo según Manuel Vázquez Montalbán’. Profesor de periodismo, trabajó en ‘Diari de Barcelona’ y ‘El Periódico’.

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