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El nuevo mapa eólico en Cataluña: parques más reducidos pero molinos el triple de grandes

Arrecian las críticas por la sobresaturación de estas infraestructuras, con molinos tres veces más grandes

Marc Rovira
Un parque eólico, con los característicos molinos de grandes dimensiones.
Un parque eólico, con los característicos molinos de grandes dimensiones.EL PAÍS

El desarrollo del mapa eólico catalán se encomienda al avance de la tecnología para poder cumplir con el calendario, fijado por la Generalitat, que permita dar alcance al compromiso de atender la demanda de electricidad con energías renovables antes de 2030. Pese a la evolución de la maquinaria, molinos tres veces más grandes que evitan el diseminado masivo de torres en parques más pequeños, los proyectos siguen cargando de parques eólicos a comarcas, básicamente de Lleida y de Tarragona, donde arrecian las quejas por la sobresaturación de este tipo de infraestructura energética.

Al despliegue de la energía eólica en Cataluña le acucian las prisas. Cumplir el objetivo, comprometido por el Govern, de que en 2030 el 50% del consumo de electricidad provenga de origen renovable ha puesto el foco en la necesidad de acelerar la implantación de infraestructura eólica y fotovoltaica. Las renovables, incluso si se toma en cuenta la energía hidráulica, la solar y la termoeléctrica, cubrieron un 15,8% de la demanda eléctrica el año pasado en Cataluña.

El avance tecnológico para sacar provecho de la fuerza del viento juega contra el calendario, ya que la implantación de máquinas más potentes posibilita mayores rendimientos sin necesidad de tener tantas hectáreas disponibles. Es el caso de lo sucedido en el parque de Trucafort, en la frontera del Baix Camp con el Priorat, donde una obsoleta infraestructura de 91 molinos se va a sustituir por 7 aerogeneradores de última generación, que producirán más potencia que la vieja instalación.

“En 20 años hemos aprendido mucho”, refiere Jaume Morrón, gerente de Eoliccat, la asociación que representa a unas 40 empresas del sector. Menos aparatos instalados pero el triple de grandes. Las viejas torres no llegaban a los 40 metros de altura, las nuevas se elevan hasta los 82 y, sumando la longitud de la pala, el molino alcanza los 150 metros, una talla similar a la de la Torre Agbar.

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Pero con máquinas más altas y más potentes no se solucionan todas las contrariedades. La ubicación de los parques eólicos aviva el debate sobre el agravio comparativo por la saturación de infraestructuras energéticas que sufren las comarcas del sur. Cataluña tiene actualmente instalados 811 molinos, que producen 1.269 megavatios (MW) de electricidad.

En las Terres de l’Ebre hay 328 molinos y, juntando el global de todas las comarcas de Tarragona, se cuentan 521 aerogeneradores, el 64,2% de todos los que hay en Cataluña. “Las empresas que invierten en energía eólica tienen claro que un molino hay que ponerlo donde hay viento”, apunta Morrón, antes de apostillar que “los elaboradores de vino no plantan viñas en el Sáhara”.

La ponencia de energías renovables, integrada por representantes de distintos departamentos de la Generalitat con competencias en medio ambiente, energía o urbanismo, se encarga de filtrar los nuevos proyectos eólicos. En el último año han entrado 83 expedientes para construir nuevos campos de aerogeneradores. Entre todos suponían más de 700 molinos, una infraestructura suficiente para generar 3.376 MW. Al hacer el cribaje, la ponencia de energías renovables detectó una duplicidad de molinos en varios expedientes. Distintos proyectos proponían mismos enclaves. Por este motivo, y por causas de ineficacia o improcedencia, ha tumbado el 45% de los expedientes que ha revisado. El número de molinos viables y con visto bueno queda ligeramente por encima de los 250, unos 1.600 MW.

Eoliccat alega que se verán máquinas eólicas en zonas impensables hasta hace poco. “La tecnología ha evolucionado y permite instalar molinos en zonas donde, hace 10 años, a nadie se le hubiera ocurrido poner uno”, dice Jaume Morrón. Señala el caso de la Segarra, territorio en expansión eólica. En las comarcas de la llanura de Lleida, al filo de la frontera con la provincia de Tarragona, se proyecta la instalación de 114 nuevos molinos, por delante de los 64 que hay aprobados en las Terres de l’Ebre, los 41 de la Cataluña central (fundamentalmente la comarca del Anoia), los 28 del Camp de Tarragona y los 10 que se han previsto instalar en el Alt Empordà, en Girona.

La patronal de la industria eólica considera que deberían ser muchos más parques para lograr los objetivos fijados para las renovables. Victor Cusí, presidente de Eoliccat, insiste en que es necesario alcanzar a contrarreloj 4.000 MW de eólica. Una afirmación que no convence a varios ayuntamientos, colectivos de vecinos, empresarios agrícolas y asociaciones ecologistas de zonas que ya sufren una alta concentración de parques.

”Podemos estar a favor de las renovables, pero tiene que hacerse de acuerdo con la gente del territorio”, apunta Joaquim Paladella, alcalde de Batea, en la Terra Alta. El pueblo, 2.000 vecinos, tiene 12 molinos en activo y hay otros 21 proyectados. “Aquí nos ganamos la vida con la viña y con el paisaje, no con los molinos”, indica. Un discurso que ya cuajó años atrás en el Priorat, donde el sector vinícola siempre fue reacio a la instalación de aerogeneradores.

Paladella critica que los parques “no generan empleos” y que tienen un impacto económico cuestionable. Al propietario del terreno donde se planta el molino se le paga entre 3.000 y 6.000 euros al año y los ayuntamientos recaudan los impuestos de actividades económicas (IAE) y el de bienes inmuebles (IBI).

El Ayuntamiento de Batea cobra 180.000 euros anuales por un canon que en su día pactó con la empresa explotadora de los 12 molinos del municipio. “Cada año lo llevan al juzgado alegando que no procede. De momento las sentencias siempre nos han dado la razón”, celebra el alcalde, Joaquim Paladella. El recelo que hay en Batea con los molinos es generalizado en la Terra Alta, donde se ha creado una plataforma contra la instalación de nuevas torres eólicas. En el Baix Camp ha habido actos de protesta por el parque del Vedat del Pany, y los manifestantes llegaron a plantarse frente a las excavadoras. El rechazo se repite en el Alt Camp, con la oposición en Puigpelat o Alcover, y en la Segarra afloran los primeros movimientos en contra.

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