“Pedí ayuda cuando vi que me alteraba con los pacientes”
Un servicio de atención psicológica del Colegio de Médicos atiende a cerca de 500 profesionales durante la crisis sanitaria
Nunca le había pasado. Perder la compostura con un paciente era impensable para Ana (nombre ficticio). Ella sabía gestionar la tensión. Convivía con ella, como cualquier médico de atención primaria acostumbrado a gestionar agendas infinitas y fuertes cargas de trabajo. Pero la pandemia ha significado “mucha más sobresaturación”, señala. Un día, cuando un paciente empezó a chillarle, ella respondió: “Le di una medicación y me empezó a chillar, que yo no tenía ni idea, que esos fármacos ya se los había dado y no le funcionaban y que lo derivase al traumatólogo. Yo le respondí mal y eso no me gustó. Sentí una frustración enorme por no poder contener mis emociones y no tener temple con mis pacientes”, lamenta.
Después de ese episodio, Ana, que ejerce como doctora de familia en una zona rural de Barcelona, descolgó el teléfono y llamó a la Fundación Galatea, vinculada al Colegio de Médicos de Barcelona. La entidad, desde la que se presta atención en salud mental a los médicos que lo precisan, ha desplegado también un servicio de teleapoyo psicológico a los profesionales sanitarios que estaba en primera línea contra la covid-19. Este programa, que cuenta con el apoyo de la Fundación La Caixa, ha atendido a 466 sanitarios, la mayoría médicos y enfermeras. “Llamé por estrés, por sobresaturación, por la alteración emocional que tenía en el trabajo. Peté. Me di cuenta de que tenía que pedir ayuda cuando vi que me alteraba con los pacientes”, relata Ana.
En los dos meses que lleva el servicio de la Fundación Galatea, una red de 48 psicólogos han realizado cerca de 1.500 intervenciones para sanitarios como Ana. “El miedo, el estrés causado por la falta de recursos o el temor al contagio” son, según el director de la Fundación, Toni Calvo, las principales motivaciones para acudir al servicio de la entidad. Un tercio de los atendidos son médicos y otro tercio, enfermeras. El resto de los profesionales asistidos son auxiliares de enfermería, trabajadores sociales, educadores sociales, odontólogos y sanitarios de otras disciplinas. La mayoría, de Cataluña, pero también han recibido llamadas de Madrid, Ourense, Granada o Algeciras, entre otras zonas. “Las demandas no difieren demasiado, pero en los de Madrid y Barcelona también se veía el impacto de la gestión de la muerte de pacientes o compañeros de trabajo”, apunta Calvo.
La mayoría de los cuadros clínicos son como los de Ana: estrés, ansiedad, agotamiento emocional, dificultades de gestión de la incertidumbre. “El cansancio, la frustración, el intento de solucionar las cosas sin medios, hace que reacciones mal. Y eso no es profesional”, reflexiona la doctora. Ella ha realizado tres visitas telemáticas con el servicio y le queda otra pendiente, como la media de los casos atendidos. “Me ayudaron a buscar estrategias para saber cómo reaccionar. Respirar tres veces. Pensar que la gente está como yo, muy alterada emocionalmente. Hablar”, señala.
Tanto la Fundación Galatea como los propios sanitarios admiten que tienen miedo a pasado mañana. Las cargas de trabajo continuarán y habrá que convivir con el virus y la incertidumbre que le rodea. “A todos nos tiemblan las piernas con lo que se viene encima”, admite Ana. “Cuando baja la presión en primera línea, aumenta la toma de conciencia de la situación”, coincide Calvo.
Intervenciones grupales
La Fundación Galatea también ha tenido que hacer intervenciones grupales entre los propios equipos sanitarios. “Aquí crece mucho la demanda. Ha habido tensiones emocionales fuertes entre los equipos y con la gerencia”, admite Calvo. Ya han participado más de 170 profesionales.
“Las tensiones se producen porque, por ejemplo, un profesional que ha optado por salirse de la primera línea por miedo al contagio y se genera una sensación de culpa en sí mismo y relaciones complejas con sus compañeros. Pero hay que entender que no todos tienen la capacidad de resistir”, señala Calvo. No hay recetas mágicas, advierte, para solucionar eventuales conflictos de grupo. “Hay que exteriorizar tensiones, y ver cómo empatizar con las direcciones médicas y de recursos humanos, que también han tenido que tomar decisiones difíciles”.
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