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Barcelona comienza a desmantelar los albergues de ‘sin techo’ de la covid

El Ayuntamiento ha destinado 9 millones a las 750 plazas creadas durante la pandemia. De estas, solo mantendrá 160

Alfonso L. Congostrina
Uno de los dormitorios de las instalaciones de Fira de Barcelona.
Uno de los dormitorios de las instalaciones de Fira de Barcelona.Albert Garcia (EL PAÍS)

“Llegué en barco desde Marruecos hace ocho meses. En todo este tiempo no he conseguido trabajo y me he visto durmiendo en cualquier rincón de las calles de Málaga y Barcelona. Un paisano me dijo que había una enfermedad que te mataba solo con respirar. Me entró miedo. No sabía qué hacer. Otro me dijo que podía refugiarme aquí. Cuando nos echen de este pabellón no sé qué haré porque la enfermedad sigue fuera ¿Verdad?”, pregunta Hamza Zohair. Es uno de los 450 sin techo que pudo confinarse en el interior de dos de los pabellones de Fira de Barcelona que el Ayuntamiento –junto con entidades como Salud y Comunidad, Cruz Roja y la asistencia de la Unidad Militar de Emergencias (UME)- puso en funcionamiento el 25 de marzo.

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La regidora de salud, Gemma Tarafa, anunció este jueves que solo tres de los siete equipamientos de emergencias creados durante la pandemia seguirán abiertos hasta el 31 de diciembre: uno exclusivo para mujeres, otro para jóvenes y un tercer para personas con adicciones, que suman 160 plazas de las 750 creadas de forma excepcional, que han costado nueve millones de euros. A partir del 1 de junio, los dos pabellones de la Fira estarán abiertos solo de noche, tal y como avanzó este diario, y previsiblemente hasta el 30 de septiembre (con servicio de cena, desayuno, higiene, lavandería y ropero). Tarafa recordó que el Ayuntamiento dispone de manera estable de 2.200 plazas para personas sin techo.

Arcadi Minguet y Judit Deprez son los directores del pabellón coordinado por la fundación Salud y Comunidad. En su pabellón han trabajado 60 personas y han acogido a un máximo de 210 usuarios a la vez. Antes de entrar en el pabellón una empleada toma la temperatura. Personal de seguridad obliga a pasar por un detector de metales. Dentro, los sin techo duermen en literas. Es el caso de Ismael Akdi, de 34 años, de origen marroquí. “Me han deportado cinco veces y cinco veces he conseguido volver”, advierte Akdi mientras ayuda a Hamza Zohair a ordenar su cama. “Me cogió la pandemia en Barcelona, sin papeles y sin ayuda. Por favor que mantengan esto abierto. Ahora nadie nos va a dar trabajo”, implora.

“Solo ocupan la cama de abajo no la de arriba”, explica Minguet, sobre las literas, remarcando que se cumplen las distancias de seguridad. Deprez asegura que la conflictividad ha sido escasa. En el interior, unas vallas dividen los espacios en el interior del pabellón: el comedor, la sala para ver la televisión... Toni Garin, de la fundación Salud y Comunidad, reconoce que los sin techo prefieren la comida que prepara la UME, que se sirve en el otro pabellón, el de la Cruz Roja, que el catering del suyo. La movilidad ha sido escasa, pero todo aquel que se ha ido, ya no ha podido volver. Dentro han logrado organizarse para celebrar el ramadán, y se ha seguido con mucha preocupación lo que ocurría en el exterior. También podían fumar y dar pequeños paseos en un patio trasero que las lluvias dejaron impracticable.

Bah Algassimov descansa en su litera. Tiene 20 años y es de Guinea Conakri. A penas habla castellano. Lleva solo unos meses en Barcelona la mayoría de ellos viviendo en el pabellón. Como a él, a la mayoría les preocupa el futuro y se han acostumbrado a vivir la vida con mascarilla. Desde el lunes, cuando la ciudad entró en fase 1, se les permite salir cuatro horas al día. El lunes de la siguiente semana, 1 de junio, solo entrarán en el pabellón para dormir.

Los datos revelan que 1.025 personas han pasado por las 750 plazas extras para personas sin hogar habilitadas por el Ayuntamiento. De estas, el 87% son hombres y el 13%, mujeres. La concejal de salud denuncia que la mitad de las personas alojadas son de fuera de Barcelona. “El Ayuntamiento gestiona 2.950 plazas mientras que en el resto de Cataluña solo hay 180 plazas”, critica Tarafa, que reclama a la Generalitat implicación en la lucha contra el sinhogarismo. “Barcelona no ha de hacer de Generalitat”, subraya la concejal, que ha pedido por cartas al vicepresidente de la Generalitat, Pere Aragonès, y al consejero de asuntos sociales, Chakir El Homrani, que “ahora” ellos ofrezcan 450 plazas alojamiento a personas sin hogar en otros puntos de Cataluña.

El perfil de las personas que ha pasado el confinamiento en estos centros de emergencia es – como Hamza, Ismael o Bah - hombres, de nacionalidad extranjera no comunitaria, que dormía en la calle previamente. Entre el conjunto de las 1.025 personas atendidas, un 8 % pernoctaba en otros municipios del área metropolitana antes de acceder a los recursos, un 7 % provenía de municipios más lejanos y hasta un 17 % adicional ha preferido no informar del sitio donde estaban antes de la entrada al recurso.

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