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LA CRISIS DEL CORONAVIRUS
Crónica
Texto informativo con interpretación

¿De esta saldremos más gordos?

El sobre rojo de levadura Royal casi triplica sus ventas y la gente enloquece haciendo pasteles en casa

Ana Pantaleoni
Un bote de levadura en el obrador Sweet 180º.
Un bote de levadura en el obrador Sweet 180º.Joan Sánchez

Cuando la persona que escribe sobre asesinatos, Rebeca Carranco, ese ser humano runner que te despierta a las siete porque los mossos han encontrado un cadáver en un pantano, empieza a mandar fotos de pasteles de chocolate, con forma de corazón, es que el confinamiento nos está dejando tocados. Y a algunos hundidos. Momentáneamente. En este encierro obligado, impuesto por el bien común y que no tiene fin, la gente ha encontrado un lugar donde esconderse: la cocina. Y, sobre todo, un producto estrella, la levadura, pero también la harina y el hojaldre.

“Llevo más de 20 años trabajando en este sector y nunca antes había visto esto, ni en la época de mi padre cuando era pequeña. Es sorprendente todo lo que se está fabricando en casa. La parte divertida es que cada familia se haga sus propios pasteles, pruebe nuevas recetas sacadas de internet, y además que el consumo de harina haya subido tanto”, explica Olga Girona, responsable en Harineras España. “No significa que se haya acabado, es que el formato con el que se trabaja en los supermercados es un formato pequeño, adecuado al consumidor del hogar”. Royal es la marca de levadura química más conocida y cuenta con un 70% de cuota de mercado. No se dedica a la marca blanca. El sobre Royal se usa para bizcochos, dulces, rosquillas, masa de pizza… y su demanda, desde el 14 de marzo, “casi se ha triplicado”, según Adolfo Torre, director de mercadotecnia de Royal. Vas al súper y, si hay, coges tres cajitas rojas en lugar de una. Eso si te dejan. En un supermercado de la calle Bailén de Barcelona ya solo permiten comprar un paquete de pan bimbo por persona. “Para que llegue a todo el mundo”, dice la amable cajera.

Nos hemos convertido en la mejor versión de Con las manos en la masa. Te sientes orgulloso cuando ves tu creación en el horno, pero las imágenes que se suceden en el móvil, una y otra vez, en diferentes grupos de WhatsApp, no hacen más que recordarte que eres una pésima cocinera. La realidad es que la gente cocina mucho estos días y lo hace muy bien. Incluso hace cenas temáticas virtuales.

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“El confinamiento es un contexto propicio para ponerse a preparar elaboraciones que llevan harina o levadura (de panadería o química): panes, bizcochos, magdalenas, galletas y demás piezas de bollería. En general son sencillas de hacer y fácilmente reconvertibles en actividad infantil, ocupan bastante tiempo -un tiempo del que no solemos disponer en nuestra vida “normal”-, gustan a todo el mundo y son reconfortantes en un momento emocional en el que el cerebro nos pide caprichos de este tipo. El lado malo de esto es que la bollería, por muy casera que sea, no puede considerarse de ninguna manera como un alimento saludable, y menos todavía ahora que nos movemos tan poco”, dice Mikel Iturriaga, periodista y responsable de El Comidista.

La otra pregunta es: ¿saldremos más gordos del confinamiento? Hay decenas de memes en la red que bromean con esa idea de que seremos más viejos (claro) y más gordos y que la falta de ejercicio hará mella. Y en algunos casos hemos cambiado hasta los hábitos alimentarios: “¿Abrir compulsivamente tabletas de chocolate y botellas de vino cuentan como nuevos hábitos alimentarios/culinarios?”, bromea Carol Saliner, humanista y periodista. Pero ¿estaremos más gordos? “A veure, maca, la duda ofende. El descenso en el PIB será inversamente proporcional al aumento de peso”. Mi prima, sin ir más lejos, confiesa al otro lado del teléfono susurrando que ha desayunado tortitas varias veces esta semana. Según la Sociedad Española de la Obesidad (Seedo), los niños y adolescentes pueden aumentar de peso un 5%. “Lo esperable es que se suba entre tres y cinco kilos”, calculaba un médico para este diario.

Vale, más gordos, se acepta. Pero estemos como estemos, nos lanzaremos a la calle. Echamos de menos los restaurantes. Salir. Pasear. Comer. En casa se come bien, pero ir a un restaurante es ahora la aventura más apetecible. ¿Qué pasará cuando nos dejen salir? “Primero tendremos que recomponernos económica y emocionalmente, que no va a ser nada fácil. Pasará un tiempo, pero volveremos hacer lo que hacíamos. Creo que volveremos a salir y socializar. Somos mediterráneos”, reconoce Joan Roca, miembro del Celler de Can Roca. Algunos restaurantes, pese al estado de alarma, se han mantenido abiertos para hacer comida y llevarla a domicilio. Hace solo unas horas que Ada Parellada colgaba en las redes sociales las imágenes de su local vacío, el Semproniana, en el centro de Barcelona. “Es 13 de abril, hoy hace un mes que nos dijeron mañana tenéis que cerrar Semproniana. Un mes”, cuenta la cocinera catalana, que tiene el restaurante lleno de botes de desinfectantes, mascarillas, guantes, cajas… “Parece un Semproniana de guerra”, reconoce. Desde que se decretó el estado de alarma, Parellada se dedica a servir menús a precio de coste a trabajadores sanitarios y para el resto también cocina menús a 12 euros por persona más transporte. Saldremos más gordos, pero tiendo a pensar que también mejores. Iturriaga apunta: “Sí que es posible que salgamos de esto sabiendo un poquito más de cocina básica, y que hayamos descubierto lo gratificante que puede llegar a ser. Yo me conformaría con que aumente, aunque sea levemente, el número de personas aficionadas a guisar”.

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Sobre la firma

Ana Pantaleoni
Redactora jefa de EL PAÍS en Barcelona y responsable de la edición en catalán del diario. Ha escrito sobre salud, gastronomía, moda y tecnología y trabajó durante una década en el suplemento tecnológico Ciberpaís. Licenciada en Humanidades, máster de EL PAÍS, PDD en la escuela de negocios Iese y profesora de periodismo en la Pompeu Fabra.

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