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Primera venta masiva de agua en Andalucía: 1.333 piscinas olímpicas entre Sevilla y Almería

Al precio de 24 céntimos el metro cúbico, los arroceros de Sevilla venden y los agricultores de otras áreas andaluzas compran. “¿Se pudo vender más caro? sí, pero parecería una extorsión”

El arrocero Álvaro Grau se agachaba este viernes para recoger restos de la paja del arroz del año pasado, en una finca ahora baldía.
El arrocero Álvaro Grau se agachaba este viernes para recoger restos de la paja del arroz del año pasado, en una finca ahora baldía.PACO PUENTES
Javier Martín-Arroyo

Separados por unos 500 kilómetros, los agricultores de Sevilla y de Almería echan cuentas en tiempos de sequía y tienen que ponerse de acuerdo. Es un ejemplo. A las dos partes les falta agua, pero no se trata de hacer un reparto equitativo. Porque lo que le corresponde al arrocero sevillano este año no le va a servir de nada, sus cultivos están perdidos, el paisaje que podía parecer Indochina con los arrozales invadidos de agua es ahora una extensión seca y agrietada. Así que es mejor vender el agua que le corresponde al agricultor del Levante almeriense para que intente salvar sus cultivos de naranjos, limoneros y pomelos. Así es como se ha comportado el mercado del agua estas semanas.

El resultado es que 40 hectómetros cúbicos de agua (el equivalente a 11.850 piscinas olímpicas) no inundarán los arrozales que bordean Doñana. Gracias al inmenso recorrido del Guadalquivir, que atraviesa Andalucía, saciará la sed de otros cultivos de regadío. Es la primera vez que se produce una venta global de agua en Andalucía.

Será el resultado de un precio. Agua y dinero. Durante las últimas semanas se han sucedido las asambleas de arroceros para fijar el precio al que iban a vender sus derechos de agua, ya que este año la dotación que iban a recibir -solo un 12% de la cantidad habitual- era insuficiente para que el arroz prosperara. No hay siembra, todo está baldío. En las reuniones hubo momentos de tensión: algunos arroceros querían elevar el precio hasta 50 y 60 céntimos de euros el metro cúbico, aunque el precio de salida era de 23 céntimos. Finalmente, se impuso la postura menos especulativa: el precio de salida se subió un céntimo, hasta alcanzar los 24 céntimos. Resultado de la compraventa: los arroceros recibirán 9,6 millones para paliar sus pérdidas tras firmar casi 70 contratos con regantes de Sevilla, Córdoba, Jaén y Almería, según los arroceros de la margen izquierda y derecha del Guadalquivir. Cada uno de los 1.200 regantes recibirá una media de 8.000 euros.

Al pie de una finca baldía, Álvaro Grau, presidente de la comunidad de arroceros Bajo Guadalquivir se agacha y manosea los restos de la paja del arroz del año pasado. Sevilla, la mayor provincia productora del país con 36.500 hectáreas, está seca. Todo el arroz de la próxima temporada vendrá de provincias como Valencia o Badajoz, y países como Argentina o Camboya. “Esto debería estar inundado y todo verde, es desolador. Pero el campo no tiene techo y a veces te sale bien y otras no. Mi mujer me ve melancólico, pero es que ahora esta zona estaría llena de aviones sembrando, tractores funcionando y el arroz hacia arriba”, comenta. La cosecha este año es nula, pero el año pasado fue de solo el 30% y el anterior del 50% de la superficie habitual, y el bolsillo se resiente.

Granos de arroz secos, de la pasada campaña.
Granos de arroz secos, de la pasada campaña. PACO PUENTES
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Grau explica cómo se logró resistir a la tentación de subir el precio del agua: “¿Se podía vender más caro? Sí, pero se podía interpretar como una extorsión. Quien todo lo quiere, todo lo pierde. Hay un punto solidario en la venta, es una colaboración. Decidimos no regar porque con solo el 12% de la dotación, el agua se perdería por los canales y sería un malgasto”. Grau está en la sección segunda de la margen izquierda, a medio camino entre Sevilla y la desembocadura del río en Sanlúcar de Barrameda. Sobre la ausencia de cosecha, remata: “Se pasa fatiga en la siembra porque el arroz es como un bebé al que los vientos hacen daño, pero es la fatiga que añoramos”.

Sobre el deseo de algunos arroceros de subir el precio del metro cúbico, Pedro Revueltas, presidente de las comunidades de regantes de la margen izquierda, con 12.300 hectáreas y 300 comuneros, un paso más arriba que Grau en la pirámide de arroceros, comenta: “Había muchos que pedían subir el precio a 60 céntimos, pero no queríamos que se nos viera al sector arrocero como que nos aprovechábamos de una situación de escasez, no nos parecía adecuado y se aplacó”.

Las ventas de derechos de agua se autorizan todos los años, pero con la sequía se han disparado y es la primera vez que sucede una venta global en Andalucía. “La venta es una pequeña solución para nosotros y una gran solución para la arboleda, que podría perderse”, añade Revueltas. El presidente de los arroceros en la acera de enfrente, la margen derecha del río, Álvaro Pallarés, matiza: “El agua es muy complicada y el dinero también, pero la presión del agua es enorme: si el agua no les llega a los árboles en un mes, ya no les sirve, por eso no podíamos especular con el precio. Yo calculo que en mi explotación de arroz no tendré beneficios, solo cubriré gastos”.

Un canal de riego, en la margen izquierda del Bajo Guadalquivir, este viernes.
Un canal de riego, en la margen izquierda del Bajo Guadalquivir, este viernes. PACO PUENTES

El agua de los arroceros sevillanos llegará a gente como José Caparrós, presidente de la sociedad anónima almeriense Aguas del Almanzora, con 10.500 regantes y 36.000 hectáreas detrás. “Necesito ese riego de emergencia para salvar los cítricos, para que los árboles sobrevivan, no el producto. El 90% del agua que compramos es para los árboles y solo el 10% para las sandías. A 24 céntimos ya me sale muy cara”, explica sobre su compra. Gracias al embalse del Negratín, en la cabecera del Guadalquivir, los compradores almerienses recibirán 4,5 hectómetros cúbicos (1.333 piscinas olímpicas) para salvar la peor cosecha que recuerdan. Hasta ahora. El cambio climático es su peor pesadilla y en el sudeste español el desierto avanza un poco más cada día.

Los afortunados no solo estarán en Almería, el punto más alejado. También los habrá en Sevilla, como Antonio López, de 65 años, arrocero pero también con seis hectáreas de olivar en Los Palacios, y que tendrá una mejor cosecha este otoño. “Llevamos tres años de pérdidas con el arroz”, recuerda. López y otros 4.200 comuneros del Bajo Guadalquivir han comprado ocho hectómetros cúbicos para sus naranjos, almendros, melocotones y olivos, repartidos en 14.000 hectáreas de arboleda. Fernando Iniesta, director técnico de esta comunidad de regantes, precisa: “Lograremos que los cítricos y almendros no mueran y el olivar tendrá un poquito más de cosecha”. Estos regantes reciben habitualmente 6.000 metros cúbicos por hectárea, este año solo han tenido 700 (un 11%), a los que sumarán 570 compradas a los arroceros. El 20% de sus tierras ya se han quedado sin sembrar este año aciago.

El agricultor Antonio López, en su finca de olivos de Los Palacios (Sevilla).
El agricultor Antonio López, en su finca de olivos de Los Palacios (Sevilla). PACO PUENTES

Al final, el truco para que el agua viaje centenares de kilómetros es simple: se trata de abrir las compuertas de los canales en un extremo del río u otro. En Almería, los comuneros de Aguas de Almanzora saben que la escasez hídrica es su peor amenaza y hace años se adelantaron a los acontecimientos. Compraron 1.500 hectáreas de arrozales y así se aseguraban unos derechos de agua que ahora, con la escasez, son oro. Al líquido elemento comprado estos días le añaden el que no han usado para sus propios arrozales, sin inundar esta temporada con los 10 centímetros de rigor. La Confederación del Guadalquivir, dependiente del Ministerio para la Transición Ecológica, acepta este trasvase de derechos porque el contexto es excepcional. Si la sequía se hace persistente, el año que viene el mercado del agua tendrá muchas más escenas dramáticas.

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Sobre la firma

Javier Martín-Arroyo
Es redactor especializado en temas sociales (medio ambiente, educación y sanidad). Comenzó en EL PAÍS en 2006 como corresponsal en Marbella y Granada, y más tarde en Sevilla cubrió información de tribunales. Antes trabajó en Cadena Ser y en la promoción cinematográfica. Es licenciado en Periodismo por la Universidad de Sevilla y máster de EL PAÍS.

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