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“Así es cómo acaba esta fiesta, Carlos”

Referentes y protagonistas de anteriores crisis similares del PP valenciano recomiendan a Feijóo que mida bien sobre el terreno cuándo y cómo provocar la caída de Mazón

Mariano Rajoy, Eduardo Zaplana, Francisco Camps y Federico Trillo, en un mitin en Alicante en 2004.
Mariano Rajoy, Eduardo Zaplana, Francisco Camps y Federico Trillo, en un mitin en Alicante en 2004.Luis Magán
Javier Casqueiro

La fiesta se acaba para Carlos Mazón y al PP de Alberto Núñez Feijóo solo le falta ponerle la hora exacta del final. El procedimiento es, más o menos, conocido. Este episodio ya se ha vivido en el PP valenciano varias veces, recientemente con los relevos abruptos de Francisco Camps o Eduardo Zaplana. Y tampoco fueron fáciles ni digestivos. Media docena de referentes y protagonistas directos de aquellos cambios recomiendan a Feijóo que mida bien sus fuerzas, recabe toda la información de cómo está el partido sobre el terreno, que prevea los escenarios de futuro, cuál será la posición y el voto de Vox, y, cuando se ejecute el relevo, empiece a reconstruir el partido con una dirección de “más nivel, más amplia y menos presidencialista que la actual, para facilitar la irrupción de nuevos liderazgos”.

La sentencia del entonces portavoz y vicesecretario de comunicación de Mariano Rajoy, el popular valenciano Esteban González Pons, pasó a la historia de las ejecuciones políticas en diferido más directas que se conocen en el panorama español. Fue el 9 de octubre de 2009. El presidente en ejercicio de la Comunidad Valenciana, Francisco Camps, se resistía a dimitir tras su imputación y la de varios miembros de su equipo por el escándalo en el caso Gürtel de los trajes no pagados, Rajoy le envió varios emisarios para que comprendiera la situación y, para dar la puntilla, González Pons compareció ante los medios y soltó: “La dirección nacional confía plenamente en Francisco Camps y espera que las decisiones que vaya a tomar Francisco Camps sean las adecuadas. En política las decisiones se toman cuando el tiempo político marca. Lo que sabemos es que el 9 de octubre es fiesta en Valencia pero que la fiesta se acaba a las cuatro de la tarde”.

A Camps, sin embargo, le costó muchos meses comprender el mensaje y en la palaciega operación de derribo hubo de todo: traiciones, presiones, ruegos, promesas incumplidas... Camps no estaba solo. Su salida implicaba a más cargos de su equipo y, en especial, a su número dos, el secretario general del partido y portavoz en las Cortes valencianas, Ricardo Costa. Génova, es decir Rajoy, envió a Valencia como “brazo ejecutor” a Federico Trillo; y a Costa le presionaba la entonces secretaria general del partido, Dolores de Cospedal, con llamadas constantes y ofrecimientos de otras salidas para que se fuese y sirviera de “cortafuegos”. Camps, según varios de los protagonistas implicados, no le decía claramente a Costa que debía dimitir y le preguntaba: “¿Qué vamos a hacer?”. Costa replicaba: “Defendernos”. A Camps le veían todos “noqueado y sobrepasado”.

Pese a los escándalos, Camps ganó las elecciones autonómicas de 2011 con más mayoría absoluta que las anteriores. Dos meses después, el juez decidió sentarle en el banquillo. Todo se precipitó. Trillo, alojado en un hotel, se plantó en su casa y delante de otros testigos, colaboradores y el abogado de Camps le convenció para firmar una sentencia de conformidad de la condena del caso, pagar una multa y desaparecer políticamente un tiempo del Parlamento. El pacto implicaba también a Costa. Le llamaron y aceptó la solución, pero con una condición porque no se fiaba nada de su jefe, compañero y amigo: que acudieran los dos juntos a la mañana siguiente a firmar al juzgado, él y Camps. Cuando llegó el momento, Camps no apareció. Costa nunca supo qué había pasado. Trillo sí. Camps le llamó a las seis de la mañana a su hotel, le despertó y le leyó las portadas de EL PAÍS y El Mundo que reflejaban la presión de Génova para que se marchase ya. Dio marcha atrás, y al final sí tuvo que dimitir aunque años más tarde resultó absuelto por la mínima con un jurado popular. No ha sido rehabilitado políticamente por el PP, pese a sus intentos.

Al expresidente valenciano Eduardo Zaplana la traición le llegó por parte del propio Camps, al que había dejado en herencia el PP de esa comunidad, y de Rajoy, su excompañero en el Gabinete de José María Aznar, cuando ya había dejado la política, en 2008, o la nueva política de su partido le dejó a él. En su entorno lo explican así: “Lo de Camps fue como lo de matar al padre, acabar con las tutelas por las buenas y precipitadamente. Lo de Mariano [Rajoy] fue porque pierde las elecciones de 2004, necesita el apoyo en Andalucía de Javier Arenas y en Valencia de Camps para ganar el congreso interno y mantenerse y decide romper con [José María] Aznar, algo que Zaplana no quiere hacer por lealtad. Mariano pretendía llevarse bien con todos, pero cuadrar el círculo es algo que en política tampoco se puede hacer”.

Cuando al final, en julio de 2011, hubo que relevar a Camps, tras estudiar varias opciones, Rajoy optó por Alberto Fabra, alcalde de Castellón, siempre disciplinado y moderado, y le llamó sobre la marcha con la Junta Directiva del PP valenciano ya convocada para esa tarde y le dijo: “Camps va a presentar su dimisión, queremos que tú seas el próximo presidente, te toca jugar, y si al final esa Junta Directiva no se convoca esta conversación no se ha producido, y si se convoca, tampoco”. Fabra fue elegido por aclamación.

Cuando Zaplana es detenido en mayo de 2018 por blanqueo de capitales y cohecho, Rajoy tachó el suceso de lamentable y matizó que en el PP solo había “10 o 15 casos aislados” de corrupción. En octubre pasado Zaplana fue condenado a 10 años por el caso Erial-ITV. Desde la dimisión de Camps en 2011 se han producido 150 condenas a cargos del PP valenciano. En 2015 el PP fue desalojado del poder pero lo recuperó con Mazón y Vox en 2023.

Todos estos precedentes revelan que este tipo de intromisiones de las direcciones nacionales en un territorio no son nuevas ni fáciles, y siempre resultan traumáticas. En el caso ahora de la Comunidad Valenciana, la cuarta en población de España y una de las más importantes en militantes para los populares, los dirigentes del PP consultados recuerdan que es el Parlamento el que elige presidente, que tiene que ser diputado, que Mazón forzó a sus consellers a renunciar a ese escaño, que la apuntada como posible sustituta, la alcaldesa de Valencia, María José Catalá, que sí lo es, sería una apuesta arriesgada por “resolver un problema y generar otro”, que además no daría ninguna seguridad de que no se quemase antes de tiempo. Y tampoco saben cómo se comportaría Vox en una futura votación para resolver ese relevo.

Desde el equipo de Feijóo sí han sondeado a algunos veteranos dirigentes del PP valenciano con ascendencia aún en ese territorio para conocer su criterio ante el endiablado panorama con el que se encuentran ahora con un Mazón enquistado. “Yo lo que he dicho es que tenemos que tener claros los próximos pasos y los distintos escenarios, hablar con todos los presidentes provinciales, conocer bien la realidad allí para que nada de lo que pueda pasar pille de improviso, saber el pulso del partido, tutelar el proceso para que se produzca como se quiere”, explica uno de los responsables consultados. Todos coinciden en que Mazón no tiene ya ni futuro ni presente porque su posición, además, afecta y trasciende a nivel nacional: “Es que Feijóo no puede hacer la oposición política que se requiere como se ha visto esta pasada semana con el escándalo de la comparecencia judicial de Jessica Rodríguez, la expareja del exministro socialista José Luis Ábalos, que ha quedado diluida porque solo se le pregunta por Mazón”.

Varios dirigentes veteranos del PP valenciano añaden, además, un aviso a navegantes por si se precipita el cambio: “No hay banquillo. En estos años no se ha trabajado bien para que haya un relevo. El equipo de Mazón era muy poco experimentado, como se ha visto en la gestión de la dana”. Zaplana fue el que fichó a Mazón en 1995 desde las Nuevas Generaciones del PP para ser director del Instituto Valenciano de la Juventud porque conocía a su padre y desde allí ya solo hizo carrera en política. Otro ex alto cargo popular experimentado en este tipo de crisis apunta un factor territorial y de concepto: “Aquí también ha habido ese salto de gente de tercera fila a la primera, y muchos procedentes de la visión empresarial liberal de la plutocracia alicantina”. Otro relevante miembro del PP valenciano concluye: “No hay proyecto o modelo, se está al día a día, a las redes, la foto, y cuando ha llegado una embestida se han desfondado porque cuando llueve fuerte, como ahora, el cartón se moja”.

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Sobre la firma

Javier Casqueiro
Es corresponsal político de EL PAÍS, donde lleva más de 30 años especializado en este tipo de información con distintas responsabilidades. Fue corresponsal diplomático, vivió en Washington y Rabat, se encargó del área Nacional en Cuatro y CNN+. Y en la prehistoria trabajó seis años en La Voz de Galicia. Colabora en tertulias de radio y televisión.
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