La nueva ruta asiática hasta Canarias: “O salía de Bangladés o me mataban”
La mayor parte de las 45.000 personas que llegan a las islas en cayuco nació en África, pero se multiplica por más de seis la presencia de ciudadanos del sureste del continente asiático que recorren distancias de hasta 10.500 kilómetros para huir de la pobreza y de la inestabilidad política
El 16 de octubre, en pleno repunte de la ruta canaria, un cayuco llegado a El Hierro desde Mauritania llamó la atención de las fuerzas de seguridad y los servicios de emergencia. Apenas había 12 africanos entre sus 75 ocupantes. El resto procedía de distintos países asiáticos. Entre ellos, una familia completa de diez refugiados afganos, incluidas cuatro mujeres y tres niñas. El 17 de diciembre, otra barquilla arribó al puerto de La Restinga. De nuevo la sorpresa: de ella desembarcaron 52 paquistaníes. Estos episodios podrían ser apenas una anécdota, pero después de meses de llegadas son más bien la evidencia de una nueva tendencia migratoria. La ruta canaria, que cerrará 2024 con un nuevo récord de más de 45.000 desembarcos, atrae cada vez más a emigrantes dispuestos a recorrer más de 10.500 kilómetros para jugarse la vida en uno de los trayectos migratorios más peligroso del planeta con tal de llegar a Europa.
El sol comienza a calentar el gélido campamento de Las Raíces, en el municipio tinerfeño de San Cristóbal de La Laguna. El trasiego es constante en la puerta del antiguo cuartel militar, con capacidad para más de 1.000 personas, gestionado por la ONG Accem. A media mañana, entre una multitud de malienses, senegaleses, marroquíes y guineanos, Sagor (28 años) y sus dos compatriotas Abdul (32) y Rakib (24) abandonan con paso leve las instalaciones buscando el sol de la mañana. No se conocían antes de montarse en el cayuco que rescató la Guardamar Polimnia en la madrugada del 14 de diciembre a 240 kilómetros de El Hierro. Pero aquí les une su procedencia: son los únicos residentes naturales de Bangladés, el octavo país más poblado del mundo.
Sagor regentaba una pescadería en Feni, una ciudad de tamaño medio en el sureste del país, donde vivía con su esposa. “Tanto yo como toda mi familia hemos defendido siempre a la Liga Awami”, relata el activista. Este partido es la formación de centroizquierda que gobierna el país desde 2009 y que resultó clave para lograr la independencia de Pakistán en 1971. En enero, ganó las elecciones por sexta vez consecutiva. Pero en verano, el Tribunal Supremo decidió restablecer un sistema de cuotas impulsado por la Liga que permitía al Gobierno reservar el 30% de los empleos públicos a las familias de los combatientes en esta guerra de liberación, casi todos afines a la formación. La decisión provocó una ola de protestas en una población desesperanzada por la situación económica. Murieron más de 300 personas en las revueltas, y la primera ministra, Sheikh Hasina ―hija del fundador del país, Mujibur Rahman―, terminó dimitiendo y huyendo del país.
Sagor cuenta que se vio rodeado de violencia. “De repente, mis amigos me amenazaban y me golpeaban”, rememora. “Pegaron a mi padre, encarcelaron a mi hermano mayor, asesinaron a mi mejor amigo”. Mientras relata esto, muestra una foto del cadáver en su móvil y se le quiebra la voz. “Tuve que escapar de ahí si quería conservar mi vida. O salía de Bangladés o me mataban”.
Sagor comenzó el 5 de agosto un tortuoso periplo que, asegura, le ha costado 10.000 dólares y que le llevó en sucesivos viajes de avión por Omán, India, Uzbekistán, Tayikistán, Malasia, Sierra Leona, Liberia, Guinea, hasta su parada final en Mauritania. Este país se ha convertido en 2024 en el principal punto de salida de cayucos hacia Canarias, también de los asiáticos que tradicionalmente optaban por la ruta libia hacia Italia. “Busco un sitio donde tener mi vida”, afirma. “En países como Italia es más difícil: yo quiero vivir en Madrid”, confiesa.
Sagor huyó de su país por la violencia. Aunque la mayor parte de las veces la motivación es económica. Esta fue la que impulsó a sus amigos Abdul y Rakid, ambos naturales de la capital, Daca. “Yo vine para trabajar”, relata el segundo, farmacéutico de formación. “Las condiciones de vida son muy duras allá: hay mucho paro y violencia. Necesito ayudar a mi familia”. Para salir de Bangladés, Abdul siguió un trayecto mucho más breve que el de Sagor, el mismo por el que suelen optar los asiáticos que recalan en Canarias: primero Dubai, luego Senegal para acabar en Mauritania. Todo en avión, a diferencia de la mayoría de las rutas que atraviesan África o el paso de los Balcanes, que se hacen a pie y en coches. “Nos dijeron que podríamos entrar en Europa por Canarias, que sería más fácil”.
La llegada a Canarias de migrantes procedentes de Asia ha sido siempre anecdótica. Entre 2020 y 2023 apenas llegaron un centenar de ciudadanos de países como Pakistán, Bangladés o Siria ―26 en 2023―, según los datos de la agencia europea de fronteras (Frontex). Pero entre enero y septiembre (el último dato disponible), este número creció hasta 169, y en los últimos tres meses del año el número de asiáticos ha crecido exponencialmente, si bien todavía no hay datos oficiales. La mayor parte de estas salidas se produce desde Mauritania. “La presencia de los asiáticos de Pakistán o Bangladés que llegan en avión es cada vez más notable”, reflexionaba recientemente en este diario Mohamed Lamine Kattari, director del Observatorio Atlas-Sahel de migraciones. “Esto no era tan habitual hace apenas tres años”.
“Resulta llamativo que haya tanta afluencia de paquistaníes como para llenar un cayuco entero”, admite una fuente policial española. “Eso puede significar dos cosas, que hay un traficante paquistaní que se ha metido con la logística entera de los cayucos en Mauritania o que al que organiza la logística le compensa más ese viajero”. El negocio es claro: en junio de este año, una investigación de la Fiscalía de Extranjería de Las Palmas destapó la existencia de una mafia en activo que llevaba en las islas a migrantes paquistaníes y bangladesíes en pateras desde Marruecos y Mauritania. Y en este último país ya se han desmantelado varias redes que facilitaban los viajes de los paquistaníes.
Este llamativo repunte ha llevado a que se abran investigaciones para conocer las causas. Un miembro del Gobierno canario explicaba recientemente la preocupación del Ejecutivo de que estas llegadas puedan constituir señal de un cambio permanente de los flujos migratorios que antes tenían Italia como objetivo. El coordinador en Canarias de la Comisión Española de Ayuda al Refugiado (CEAR), Juan Carlos Lorenzo, coincide en que “el blindaje” de fronteras en determinados puntos del Mediterráneo, como Libia, Túnez o Turquía, puede estar haciendo que los migrantes y refugiados busquen otros puntos de salida. “Estamos hablando de vasos comunicantes, en los que cuando unas rutas se blindan desde la perspectiva de la seguridad y la externalización de las fronteras, hay otras que se intensifican. Y la realidad es que la ruta canaria está ahora en un momento de máxima intensidad”.
“Pensamos en irnos a Europa en vehículo o en barco”, explican al sol en el exterior del campamento de Las Raíces los paquistaníes Ramzan Hassan ―albañil de 24 años― y Zahid ―jornalero de 34― llegados ambos a Canarias el 17 de diciembre en un cayuco con otros 51 compatriotas. “Pero un hombre nos informó que sería mucho más sencillo llegar a Mauritania y salir de ahí a El Hierro. Más sencillo y más caro”, admite. “Pero entienda por favor que hemos venido porque nuestras vidas estaban en peligro en Islamabad, y las condiciones son muy difíciles. Venimos a trabajar. Nada más”.
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