Fueron menores trasladados desde Canarias y hoy son el motor de la feria navideña de Madrid
La ministra de Juventud e Infancia, Sira Rego, no ve posible un acuerdo con el PP para la redistribución de niños y niñas migrantes entre comunidades autónomas y dice que se buscará con los socios de Gobierno
Al Congreso de los Diputados y la plaza de España, en el centro de Madrid, los separan menos de dos kilómetros, pero este miércoles la distancia ha sido de un abismo. Durante la sesión de control al Gobierno en esa Cámara, una diputada de una formación de ultraderecha ha enarbolado cifras contra los inmigrantes, y otros grupos políticos se enfrascaban con el Ejecutivo en la discusión sobre la acogida de menores no acompañados que llegan a Canarias. Fuera, en la plaza madrileña, a Alí Yahaya, de Ghana, 33 años, que una vez fue uno de esos niños llegando a una isla canaria en patera, le tenía sin cuidado la controversia en el legislativo, porque no podía descuidar la cocina de la que es jefe en uno de los puestos de la feria navideña instalada en esa explanada. La brecha entre el discurso político y la realidad fuera de los escaños cada vez es mayor.
Alí desembarcó en 2008 en Canarias, con 17 años. Pero su periplo fuera de su país había empezado ya seis años atrás. Su madre murió cuando él tenía dos años, su padre falleció cuando había cumplido diez. Junto a su hermano empezaron la travesía, primero por Togo, después por Burkina Faso, de ahí a Malí, más tarde a Argelia y después a Marruecos. Cuando ambos estaban haciendo la fila para embarcarse en dos pateras, a cada uno lo subieron a una diferente. Las dos embarcaciones cogieron rumbo y Alí no volvió a saber nada de su hermano. Sabe que de las 73 personas que iban en esas pateras, murieron 18. De aquello han pasado ya 16 años.
A su llegada a Canarias, las autoridades españolas, que desconfían de los documentos de identidad de los menores que llegan de países africanos, le hicieron unas pruebas de determinación de edad, en años en que los desnudaban para aplicarlas. El resultado determinó que era un adulto y quedó fuera del sistema de acogida para menores. En la calle, en pocas palabras. Su caso llegó hasta los juzgados, porque la Fundación Raíces, que lleva dos décadas defendiendo los derechos de la infancia migrante, logró demostrar que se trataba de un menor y consiguió que la Comunidad de Madrid, donde se encontraba, asumiera su tutela.
Alí Yahaya no es el único joven inmigrante que trabaja hoy en la feria Navideña de la Plaza de España. Además de él hay otros 18. Algunos trabajan, como él, en el área de cocina. Otros sirven las copas en las mesas, algunos más asisten a los visitantes en la pista de patinaje sobre hielo atestada de turistas y otros más trabajan en limpieza. Muchos llegaron en patera a una isla canaria, otros llegaron a Ceuta. Están contratados en esta feria a través del programa Empleo Conciencia, de la Fundación Raíces, que ha acompañado a esos jóvenes tras su llegada a España.
La historia de Alí, así como la de varios de ellos, la ha escuchado este miércoles la ministra de Juventud e Infancia, Sira Rego, que quiso visitarlos para escucharlos de primera mano. Ella es hoy una de las principales interlocutoras en la negociación con Canarias y el PP para lograr el acuerdo que permita reformar la ley de Extranjería y redistribuir a los menores migrantes entre comunidades autónomas.
Rego está convencida de que al debate le falta el rostro de los miles de niños y niñas en una situación precaria y con derechos vulnerados. La última reunión entre las partes, hace dos semanas, terminó sin acuerdo y con un PP enrocado en rechazar cualquier consenso o discutir siquiera los pormenores de la reforma, como la financiación o los criterios de reparto. La sombra de Vox a sus espaldas no le deja margen, con la amenaza a los populares de no negociar los Presupuestos en las comunidades en las que necesita sus votos para aprobarlos. Rego ha sostenido que, ante la imposibilidad de pactar con los populares, el acuerdo para la reforma se buscará más allá del PP. El camino lleva a todos los socios, incluido Junts.
Los relatos de los jóvenes a la ministra contrastaban con los discursos en el Congreso, mucho más airados, beligerantes y sin concesiones. En la plaza de España lo que afloró fue la historia de sus vidas. Y, sobre todo, de sus travesías. No solo la de los días o hasta semanas que pasan en la patera hasta alcanzar tierra, sino la que ha empezado muchos años antes de abordarla. Pero también la de la odisea que viene tras su llegada a España: sin saber hablar español, solos y frente a un sistema que los discrimina. Hoy, en Canarias hay 5.300 menores hacinados, sin formación y sin nada negro sobre blanco que les permita proyectar un futuro alentador.
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