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Análisis
Crónica
Texto informativo con interpretación

Simas más profundas en las izquierdas que en las derechas para confluir

Gélida respuesta a la propuesta de unidad de IU, mientras emerge la hipótesis de una moción de censura contra Sánchez apoyada por PP, Vox y Junts

Feijóo se dirige al Gobierno desde su escaño el 16 de octubre.
Feijóo se dirige al Gobierno desde su escaño el 16 de octubre.Samuel Sanchez
Anabel Díez

Ningún partido parece capaz de escapar del presente inmediato. Sus tácticas y sus estrategias son muy a corto plazo, una característica poco saludable de esta legislatura, en la que el día a día les devora. Las hipótesis sobre cómo mantener las actuales mayorías, ampliarlas o que se rompan y se aproximen a otro tronco se barajan constantemente pero en privado se reconoce que no hay previsión de convocatoria de elecciones ni urgencia para cambio de parejas. Las derechas han salido hoy a las calles a pedir elecciones, en una manifestación en la que en algunas pancartas se le mencionaba como “asesino” y, desde luego, “ladrón”, todo ello además de atribuirle “el fin de la democracia en España”. En el Parlamento, en los tribunales, en la calle, la ofensiva será tan intensa como intensiva, sin tregua. No por ello el presidente del Gobierno dejará de pedalear; existen datos fehacientes que muestran que el Ejecutivo trabaja con los grupos parlamentarios, menos con el PP y Vox, para sacar adelante los presupuestos. No hay garantías de que eso ocurra pero lo van a intentar, y en el PP en sus reuniones internas barajan y temen que ocurra. Por fuera, pedirán elecciones cada día.

Las elecciones llegarán en tres años, insiste Pedro Sánchez, un plazo verosímil si se aprobaran los presupuestos para 2025, menos si fueran prorrogados los actuales. Las encuestas, con un valor muy relativo, no terminan de alzar al PP con unos números que le permitieran gobernar sin Vox e incluso sin la otra ultraderecha. Hasta las elecciones está garantizado que, de forma esporádica, emergerá la tesis del cambio que puede experimentar Junts per Catalunya de manera que pudiera firmar con el PP y Vox una moción de censura contra Sánchez. Imposible, para muchos, y no tanto si la moción se empleara exclusivamente para convocar elecciones. El propio líder de Vox, Santiago Abascal, ha dado este domingo alas a esta posibilidad al anunciar que estaría dispuesto a apoyar una moción de censura de Alberto Núñez Feijóo aunque este cuente con los votos de Junts, siempre que sea para convocar “inmediatamente” elecciones y sin que haya “ningún tipo de cesión al separatismo”.

El defensor de la moción de censura debería ser, obviamente, el líder del PP, que si sale elegido presidente llevaría en su programa de investidura la convocatoria de unas elecciones generales. Este es el deseo sostenido y apremiante del PP, al que se le hace un mundo esperar un bienio largo hasta llegar a las urnas. Si la situación penal del líder de Junts, Carles Puigdemont se mantiene tal cual —es decir, si la amnistía no le cubre al completo y, por tanto, es detenido en caso de vuelta a España—, su malestar con los socialistas se mantiene intacto. No terminan de asumir la separación de poderes. Hay que añadir a ello la realidad política indeseada para los neoconvergentes de que en la Generalitat de Cataluña gobierne el socialista Salvador Illa. Las fuentes consultadas precisan el rechazo que produce en el ámbito independentista, singularmente en los entornos de Puigdemont, que un socialista sea el inquilino del Palau, y además, que con toda naturalidad propicie que Cataluña vuelva a todos los órganos y a todas las instancias del Estado, como el resto de las comunidades autónomas.

No puede afirmarse que Junts está a punto de establecer un acuerdo con el PP para derribar a Sánchez. Tampoco que no pueda hacerlo a medio plazo. La voluntad del partido conservador de pactar con el PNV siempre está abierta, ahora o cuando pueda ser posible.

Sí está sobre la mesa en el ámbito a la izquierda del PSOE trabajar por la unidad programática y electoral. La oferta formal viene de la mano del coordinador general de Izquierda Unida, Antonio Maíllo, y fue expuesta este domingo ante el consejo político. El discurso de Maíllo, que elude las preguntas directas sobre nombres y siglas concretas, llama a todos a la unidad después de la evidencia de pérdida de poder sistemática y rotunda elección tras elección. En un mes, el 23 de noviembre, Izquierda Unida, como ya hiciera en un lejano 1986 y después perfeccionó en 1992, hará una convocatoria a toda la izquierda, al margen del PSOE, para intentar la unidad “sin vetos”.

Por tanto, Sumar deberá estar en primera línea, y también Podemos. No hay datos que den certeza de que ello vaya a suceder. El llamamiento de IU a través de su líder empieza ahora y no lo abandonará aunque hoy por hoy la respuesta sea gélida. Se da por supuesto que Sumar, Más Madrid y Compromís no sienten atracción por esa operación. No se engaña Maíllo con respecto a su dificultad, llegados al punto actual de distanciamiento personal y político. En Sumar se respeta a IU pero ven esa operación fruto de otro tiempo y no adecuada para el actual.

Ayer las derechas, en una manifestación con plataformas al frente a la que se sumaron el PP y Vox, salieron a la calle. Desde IU también se apelará a la “movilización social”, ya se verá la respuesta de otros partidos de la izquierda y si pueden asumir sentarse en el Consejo de Ministros y salir a manifestarse cuando en los despachos no consiguen colmar sus aspiraciones.

Ni en Izquierda Unida, ni tampoco en Podemos, echan en saco roto la respuesta en la calle que tuvo el llamamiento de diversas plataformas en torno a la vivienda para salir a las calles el pasado domingo 13 de octubre, en lo que muchos quisieron ver el espíritu del 15-M trece años después. La derecha y la izquierda saldrán a la calle, por separado, aunque el PP trabajará con ahínco el frente de la denuncia judicial. “Su agonía judicial va a ser mucho mayor que la agonía política”. Aviso de Núñez Feijóo a Pedro Sánchez el pasado miércoles, 16 de octubre, en el Congreso, cara a cara.

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Sobre la firma

Anabel Díez
Es informadora política y parlamentaria en EL PAÍS desde hace tres décadas, con un paso previo en Radio El País. Es premio Carandell y Josefina Carabias a la cronista parlamentaria que otorgan el Senado y el Congreso, respectivamente. Es presidenta de Asociación de Periodistas Parlamentarios (APP).
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