Ábalos, un agujero negro en el corazón del sanchismo
El PSOE y el Gobierno tratan de salir del ‘shock’ tras conocer los indicios de corrupción contra el antiguo hombre fuerte de Pedro Sánchez
Para entender la importancia de José Luis Ábalos en el corazón del poder de Pedro Sánchez no basta con saber que fue secretario de Organización del PSOE y ministro de Fomento y de Transportes, que ya es mucho. Hay que ir un poco más atrás. Todo empezó cuando Sánchez, forzado por el comité federal del partido, dimitió en octubre de 2016 como secretario general de los socialistas y decidió intentar volver a través de las primarias de 2017. En ese momento parecía una operación suicida, y muy pocos le acompañaron. Entre ese pequeño grupo que se reunía en un minúsculo bajo en la calle Marques de Riscal, en Madrid, donde estaban algunos de los nombres clave del poder que vendría después —Carmen Calvo, Santos Cerdán, Adriana Lastra, Paco Salazar, Fran Martín, Félix Bolaños asesorando desde fuera— destacaba Ábalos desde el primer día. “Éramos cuatro gatos y él era el más veterano y el que tenía más poder, dentro de que nadie tenía casi ninguno, éramos todos outsiders”, recuerdan en ese núcleo duro original.
Ábalos era el que acumulaba más poder interno y tenía detrás más posibles votos de militantes, porque controlaba Valencia, la segunda federación más numerosa del PSOE después de Sevilla. Y además se había curtido en mil batallas desde que entró en el PSOE en 1981, después de dejar el PCE. Lo sabía casi todo del partido, y además tenía visión política, capacidad dialéctica y arte mitinero. Rápidamente se convirtió en la mano derecha de Sánchez: fue su secretario de Organización, su negociador, el hombre al que envió en 2018, con Santos Cerdán, a reunirse con los grupos para buscar votos para la moción de censura a Mariano Rajoy que finalmente ganaron. Y de ahí al Gobierno, como hombre fuerte —Carmen Calvo era la vicepresidenta primera pero él acumulaba mucho poder y controlaba a la vez el partido— y voz autorizada para las grandes batallas políticas.
Diplomado en Magisterio, hijo del torero Carbonerito y nieto de un guardia civil, Ábalos comienza su carrera política como jefe de gabinete del delegado del Gobierno en Valencia en 1983. En 1988 sube otro peldaño, como jefe de gabinete del consejero de Trabajo de la Generalitat valenciana, y ya medra como director de Cooperación Internacional. Después sería diputado en las Cortes Valencianas, diez años concejal en Valencia y, desde 2009, diputado en el Congreso. La Asociación de Periodistas Parlamentarios le reconoció con el galardón de Diputado Revelación en 2017. “Siempre se dedicó a la fontanería y, con su carisma, eso le permitió tener una tropa muy fiel y garantizar cargos”, expone una dirigente del PSPV.
Su ascenso al Olimpo fue tan fulgurante como su caída. El 10 de julio de 2021, cuando creía que Sánchez lo iba a hacer ministro de Defensa, el presidente le dijo que le cesaba como ministro y como secretario de organización y se quedaba de diputado raso. Fue muy rápido. Él preguntó por qué. Y Sánchez solo le contestó: “No te lo puedo decir”. Según diversas fuentes del PSOE, no era por sospechas de corrupción, como sostiene la oposición, porque nadie las tenía entonces. De hecho, Sánchez le volvió a meter en las listas electorales en 2023, por eso ahora es diputado. Fue el propio presidente el que autorizó que entrara de nuevo. “Nunca lo habría hecho si sospechara de algún tipo de corrupción, ese tema esa sagrado para nosotros, ganamos la moción de 2018 contra la corrupción del PP, por eso esto es tan grave y por eso cortamos tan rápido cuando aún no estaba imputado ni había indicios contra él”, resume un miembro de la cúpula.
De hecho, a principios de este año, poco antes de que estallara el escándalo por la detención de Koldo García, su principal colaborador, incluso estaba encima de la mesa la posibilidad de que Ábalos fuera en las listas de junio para eurodiputado. Pero ahí, con la detención de Koldo, cambió todo. Sánchez dio una orden tajante, después de unas primeras horas de titubeo, y Santos Cerdán, que había sido amigo íntimo de Ábalos, se fue a su casa en Rivas Vaciamadrid para exigirle que entregara el acta. Y, como se negó, lo expulsaron del grupo parlamentario y le suspendieron de militancia en el partido.
Sánchez insiste en que en 2021, cuando cayó Ábalos, hizo una remodelación profunda del Gobierno —salieron también Carmen Calvo e Iván Redondo— porque quería renovar un Ejecutivo muy quemado después de la pandemia. El líder del PSOE nunca ha querido hablar de cuestiones personales de su exministro. Pero todas las fuentes consultadas apuntan a ese asunto como el motivo fundamental de su cese.
Sánchez y Ábalos llevaban tiempo distanciados para entonces. Ministros de ese Gobierno recuerdan ahora que el valenciano se quejaba de que el presidente no le llamaba. Apenas hablaban. A Sánchez le llegaban todo tipo de informaciones, algunas reales y otras simples rumores inventados, sobre la vida privada de Ábalos. Su esposa en ese momento, de la que se ha separado, se quejaba amargamente con sus compañeros de sus infidelidades. En una ocasión, en noviembre de 2021, fue a la casa de Maritcha Ruiz, entonces jefa de prensa del PSOE y amiga de Sánchez, donde también estaba ese día Lastra, para explicarles esos problemas en presencia de Koldo, que la había llevado hasta allí.
En esos días Carmen Calvo alertó a Sánchez de la situación personal del exministro. También le llegaron informaciones sobre los gastos, algunos meses desorbitados, que pasaba a la cuenta del PSOE como secretario de Organización. “Lo de los gastos era muy desordenado y ostentoso. Koldo llegaba con tacos de tickets a la gerencia, donde flipaban porque eran gastos desmedidos”, cuenta una fuente de la sede del PSOE.
Nadie hablaba de corrupción ni de relaciones con empresarios de la trama descubierta ahora. Todos los consultados insisten en que nunca sospecharon eso. Pero sí se comentaba que tenía una vida cada vez más caótica. Ábalos estaba siempre cansado. Incluso algunos recuerdan que llegó a quedarse dormido en algún Consejo de Ministros. Cada vez se ocupaba menos del partido y del ministerio, sostienen.
El estallido del caso Koldo en febrero fue un golpe muy duro para el PSOE. El primer gran caso de corrupción del Gobierno de Sánchez. Pero el informe de la Guardia Civil que otorga a Ábalos un papel “relevante” en la presunta trama ha sido demoledor. Ya no es un asesor de segundo nivel. Es un hombre del corazón del sanchismo el que se ha convertido en un agujero negro.
La supuesta adquisición por parte de la trama de una vivienda en Cádiz para el uso y disfrute del entonces ministro y el presunto pago de casi 90.000 euros del alquiler de su última pareja, detalles que figuran en el último informe de la UCO, apuntalan un golpe colosal a un Gobierno que nació de una moción de censura a Mariano Rajoy por la sentencia del caso Gürtel. Ábalos fue el portavoz que Sánchez escogió para defenderla. Muchos socialistas repasan estos días su intervención con dolor: “Lo que está diciendo el PP es que le debemos regalar entre todos la impunidad (...) Hoy debatimos la decencia de nuestra democracia. Los españoles no podemos tolerar la corrupción y la indecencia como si fuera algo normal, no podemos normalizar la corrupción”, interpeló el hombre fuerte del PSOE a sus señorías. Era el 31 de mayo de 2018. Seis años y medio después, Ábalos se ha convertido, según le define un líder territorial, en “el ángel caído” de los socialistas.
Si en febrero aún había quien le defendía, sobre todo entre las bases del PSOE, ahora todo es indignación. “Se nos ha quedado a todos una cara de imbéciles importante”, resume un dirigente. Ábalos, que defiende su inocencia y rechaza las conclusiones del informe policial, nunca dio signos exteriores de riqueza. De hecho, acaba de dejar su casa en Rivas Vaciamadrid para vivir en Valencia porque dice que no le llega con el sueldo de diputado.
Ábalos tiene cuatro exesposas y cinco hijos, y siempre se quejaba del dinero. Un cargo del PSOE cuenta: “Tras la llegada al Gobierno, un día en Ferraz le escuchamos decir: ‘Estoy harto de nombrar gente que cobra más que yo’. Él como ministro cobraba menos que el presidente de Adif o el de Aena y otros cargos, que le podían duplicar o más el salario”.
Ahora todos los dirigentes, en una estrategia coordinada para tratar de encapsular el problema, reivindican que la contundencia de febrero, cuando se decidió expulsar del partido —el procedimiento está aún en marcha— nada menos que a un ex secretario de Organización, permite al PSOE levantar un cortafuegos a un incendio que, aun así, nadie se atreve a dar por controlado.
Sánchez ahora reivindica que todos los partidos pueden tener corrupción pero que la diferencia está en cómo la afrontan. Los ministros salen en tromba estos días a comparar la reacción del PSOE con la del PP, que mantuvo al tesorero Luis Bárcenas con sueldo, coche oficial, secretaria y despacho en el partido pese a estar imputado. Además, recuerdan que el PP rompió a martillazos el disco duro del ordenador de Bárcenas mientras Óscar Puente ordenó una auditoría en el Ministerio de Transportes que fue muy dura e indignó a Ábalos, y además ha cesado a varios altos cargos que pudieron tener responsabilidad en los contratos de las mascarillas.
Pero, a pesar de esta estrategia de defensa, nadie puede ocultar la gravedad de la situación. Ábalos no era un cualquiera. Fue el hombre fuerte del sanchismo. Sánchez ya tiene el primer gran caso de corrupción en su Gobierno encima de la mesa, en un momento de tormenta política perfecta, con los Presupuestos sin cerrar, la mayoría siempre en el aire y el PP y Vox intentando elevar el escándalo para apuntar directamente al presidente y su familia. Nada está nunca escrito en la política española, una ciencia cada vez más inexacta donde las previsiones no duran ni unas horas.
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