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LEY DE AMNISTÍA
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

La amnistía, un trago digerido en el PSOE

El debate se da por amortizado en las filas socialistas, donde se ha impuesto el pragmatismo tras una durísima ofensiva política y el acoso sufrido en las sedes del partido

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, junto a la vicepresidenta primera y ministra de Hacienda, María Jesús Montero (centro); y la vicepresidenta segunda y Ministra de Trabajo y Economía Social, Yolanda Díaz, durante la sesión de control al Ejecutivo este miércoles en el Congreso.
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, junto a la vicepresidenta primera y ministra de Hacienda, María Jesús Montero (centro); y la vicepresidenta segunda y Ministra de Trabajo y Economía Social, Yolanda Díaz, durante la sesión de control al Ejecutivo este miércoles en el Congreso.Claudio Álvarez
Inma Carretero

El 24 de julio de 2023, el día después de las elecciones generales, Pedro Sánchez convocó a la Ejecutiva del PSOE a una breve reunión en la que lanzó dos ideas muy sencillas: que no habría repetición electoral y que España necesitaba “un descanso”. Algunos le hicieron caso, volvieron de las vacaciones el 17 de agosto para la constitución de la Mesa del Congreso y descubrieron con sorpresa que la amnistía, un término ausente hasta entonces en el vocabulario socialista, había dejado de ser un asunto tabú en las tertulias. Este jueves, la medida de gracia habrá superado la carrera de obstáculos de su tramitación en las Cortes, un camino que los socialistas han recorrido haciendo su propia digestión del trago que les ha supuesto su aprobación.

Solo había que tener un poco de memoria para recordar todas las declaraciones de la cúpula del Gobierno y del PSOE que habían señalado la inconstitucionalidad de la medida reclamada por los líderes del procés. Hasta la campaña del 23-J, ministros y dirigentes socialistas repetían que Carles Puigdemont tenía que venir a España para ponerse a disposición de los jueces, y marcaban siempre una clara diferencia entre los indultos, ya concedidos en la pasada legislatura, y el salto cualitativo que suponía la amnistía. Diez meses después, en todas las latitudes del PSOE se comparte que este es ya un debate amortizado en sus filas, en las que el pragmatismo se ha impuesto a pesar de la durísima ofensiva política y el acoso a las sedes socialistas.

Lo que ha operado desde el principio en el PSOE ha sido la lógica de supervivencia de un partido de poder, que lo había perdido casi todo en los comicios municipales y autonómicos del 28-M y que entendió sin demasiada dificultad que retener La Moncloa era una cuestión vital. Tuvieron que pasar meses hasta que Pedro Sánchez pronunciara en público la palabra amnistía (lo hizo por primera vez el 6 de octubre en Granada, flanqueado por las autoridades europeas) y varias semanas más hasta que se presentó ante el Comité Federal del PSOE para hablar a tumba abierta ante los suyos. En vísperas de la consulta a los militantes sobre la coalición con Sumar, el líder socialista puso las cartas boca arriba. Ahí fue donde invitó al PSOE a “hacer de la necesidad virtud” y convertir la endiablada aritmética del 23-J en una oportunidad para el “reencuentro total”. Propuso además un “juego de contrastes” entre lo que supone un Gobierno del PSOE y Sumar y los pactos del PP y Vox.

Aquel fue un discurso más largo e intenso de lo habitual, un ejercicio de pedagogía que cobra especial sentido después de unas elecciones catalanas en las que, por primera vez, los independentistas no suman mayoría y en una campaña europea en la que el auge de la ultraderecha está en el centro del debate. Para contraste sugerente, el propiciado por Santiago Abascal mostrándole sus respetos a Benjamin Netanyahu en Jerusalén el mismo día que España reconocía al Estado palestino.

No han faltado voces discordantes con la amnistía en este tiempo. El presidente de Castilla-La Mancha, Emiliano García-Page, defendió en aquel Comité Federal que la amnistía chocaba con el proyecto del PSOE y luego no ha perdido la oportunidad de desmarcarse en público cada vez que ha podido. Veteranos socialistas, retirados hoy de la primera línea, la han criticado pero la disciplina solo la ha roto Javier Lambán, que está de salida. Lo hizo en el Senado al inhibirse en la votación del veto planteado por el PP. Felipe González aplaudió el gesto del expresidente de Aragón, pero nadie en Ferraz teme que haya díscolos que sigan ese camino en esta hora definitiva. Hay una razón fundamental: la amnistía ya no está en la conversación interna del PSOE, y sus dirigentes hasta se atreven a reivindicarla en los mítines fuera de Cataluña. Lo hizo la vicepresidenta María Jesús Montero esta semana en Sevilla, entonando ese “llevábamos razón” con el que Ferraz pretende que levanten la cabeza quienes la han aceptado con resignación y sin convencimiento, solo como un trago necesario que había que pasar. Y hoy hay amplia coincidencia en que ya lo han pasado.

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