Las urnas catalanas ponen a prueba la resistencia de la mayoría de Sánchez
Tanto el Gobierno como los independentistas creen que el pacto aguantará, pero podría subir el precio
La militancia rugía entusiasmada este viernes a la entrada de Pedro Sánchez y Salvador Illa en el pabellón Vall D’Hebron de Barcelona, incrustado en un barrio obrero que siempre ha sido un talismán para los socialistas. Pero entre los dirigentes, en las primeras filas, entre los que están casi todos los protagonistas de la historia pasada y presente del PSC, se percibe una mezcla de ilusión ante la posibilidad de un resultado histórico de su candidato y un sudor frío frente a un inesperado ascenso de Junts en la recta final, que podría complicar mucho no solo la gobernabilidad en Cataluña, sino la legislatura de Sánchez.
Un Junts muy crecido con una ERC muy debilitada es un escenario muy delicado para el Gobierno, admiten varios de sus miembros, aunque todos insisten en que nadie puede tumbar a Sánchez ―es inviable una moción de censura― y los independentistas, que aún no tienen la amnistía y podrían tardar tiempo en tenerla de manera completa porque el PP intentará frenarla en los tribunales, necesitan al Gobierno tanto como el Ejecutivo a ellos. “Estamos todos mucho más entrelazados de lo que pensamos. Los catalanes no perdonarán al que sea culpable de que vengan el PP y Vox con el 155 permanente”, señala una persona de confianza de Sánchez. Baste un dato: según la encuesta del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), el 55,7% de los votantes de ERC y el 57,3% de los votantes de Junts quieren que Sánchez sea presidente, frente a un 1,4% y 2,9% de los que apoyan a esos dos partidos que preferirían al líder popular, Alberto Núñez Feijóo.
Los independentistas consultados, tanto de Junts como de ERC, insisten en que la legislatura de Sánchez no está en juego, porque la decisión de apoyarla es estratégica. Pero sí puede cambiar el precio. Unas negociaciones de Presupuestos con los independentistas crecidos pondrían encima de la mesa la recaudación completa de los impuestos en Cataluña, al estilo vasco, aseguran en los dos partidos.
En el Gobierno creen que al final Junts no irá tan fuerte como creen los independentistas, que incluso hablan de empate con el PSC, pero les preocupa que los de Puigdemont ganen a ERC con mucha claridad por el mensaje político que envían los votantes. “No es buena noticia que los catalanes no primen la opción más razonable”, admite un miembro del Gobierno. Aún así, varios de los consultados de los dos lados al máximo nivel insisten: en todas las conversaciones, incluidas las que se han celebrado en Suiza, ha quedado muy claro que la negociación, las mesas de diálogo y, por tanto, la legislatura siguen adelante pase lo que pase en las catalanas.
En ERC no acaban de entender cómo es posible que Junts pueda recuperarse así después de salir del Gobierno catalán. “La gran pregunta es por qué en toda España ven claro que [Oriol] Junqueras se comió cuatro años de cárcel y Carles Puigdemont no, y por tanto quien asumió el coste personal más fuerte, pero en Cataluña, una parte del independentismo no lo ve así y cree que ERC es la traidora y la blanda”, admite un dirigente. La gran duda, también para la estabilidad de la legislatura, es qué pasará en Junts y ERC después de las elecciones. ¿Dimitirá Puigdemont si no logra gobernar, como ha prometido? ¿Caerá Pere Aragonés como responsable del posible fiasco?
Mientras los socialistas vivían en Vall D’Hebron su noche soñada ante la posibilidad de que Illa arrase más allá de los 40 escaños e incluso pueda soñar con gobernar si la victoria es muy rotunda, pero también con miedo a una movilización inesperada del independentismo que reviente el relato de Sánchez, en Bellvitge (L’Hospitalet de Llobregat), otro barrio obrero también muy socialista donde el PP intenta encontrar su hueco, Feijóo y el candidato del PP, Alejandro Fernández, también mostraban entusiasmo ante la recuperación de su espacio. ”Vamos a pasar de novenos a cuartos, somos los primeros después de los tres grandes que han gobernado, eso ya es un éxito”, señalan en el PP. En el partido de Génova sufren un sudor frío aún peor que el de los socialistas ante la posibilidad de que Vox les gane la partida en una tierra decisiva, sin la que es casi imposible gobernar, como se demostró el pasado 23-J.
“Con un voto más emotivo y menos de gestión como el de Cataluña, donde el PP no está en la ecuación para gobernar, es lógico que Vox sea más competitivo, pero vamos a ganarles sin problemas”, rematan en el PP. Para Santiago Abascal, líder de Vox, también será una noche importante. Una victoria aunque sea por la mínima frente al PP desmentiría la sensación instalada, sobre todo por los populares, de que los ultraderechistas han iniciado un imparable declive.
De hecho una de las situaciones más imprevistas de esta campaña es esa guerra a la que ha entrado Feijóo con Vox en el discurso más duro contra la inmigración, vinculándola directamente a la inseguridad. Por el contrario, en el mitin de Vall D`Hebron, Sánchez recibió dos ovaciones muy claras: una cuando dijo: “sé cuál es el precio que hay que pagar pero por supuesto que vale la pena”, dejando claro así que quedó atrás su amago de dimisión, y otra cuando señaló que España es un país “abierto, tolerante, solidario, y los inmigrantes nos ayudan a crecer, a consolidar empleo, a cuidar los servicios públicos, a cuidar de nuestros mayores dependientes”.
El PP, que en la campaña vasca apenas habló de ETA y Bildu, en la campaña catalana apenas lo ha hecho de la amnistía, en un giro sorprendente que demuestra que la olla madrileña es muy diferente al resto de España. Sin embargo, los populares sí preparan una campaña de las europeas centrada en la amnistía, que saldrá del Senado la próxima semana, y volverán al eje del plebiscito a Sánchez. Mientras, los socialistas están encantados con este último giro a la derecha de Feijóo en Cataluña, que se suma a las leyes de “concordia” rechazadas por los relatores de la ONU que Sánchez piensa explotar al máximo en las europeas. El PP intentará de nuevo un plebiscito sobre Sánchez, y el PSOE y Sumar tratarán de movilizar a la izquierda frente al ascenso de la ultraderecha y de una derecha cada vez más cercana en algunas posiciones.
Yolanda Díaz, líder de Sumar, también echó el resto en el cierre de campaña en Barcelona para intentar frenar la caída que auguran las encuestas a sus aliados de los Comunes y evitar así esa sensación que se ha instalado después de las elecciones gallegas y vascas de que su espacio está en clara decadencia electoral. Sumar está presionando al PSOE para activar cuando antes las principales medidas pactadas en la coalición y arrancar con fuerza la legislatura sin esperar a que acabe el largo proceso electoral con tres comicios en tres meses.
Todos los partidos nacionales están volcados en Cataluña. Cada uno tiene sus propios riesgos y sus esperanzas. El que más se juega claramente es Sánchez, que necesita apuntalar su legislatura. Pero nadie es ajeno al vértigo catalán, que nunca deja indiferente. En 2021 supuso una inyección de moral para Sánchez, que salía de la pandemia y vio cómo triunfaba Illa, la cara más visible de la lucha contra la covid. Por el contrario, para Pablo Casado el fiasco del PP fue el principio del fin, que llegaría un año después. Cataluña decide más que nunca el tablero nacional. Es posible que no se vea ni siquiera con claridad la misma noche electoral con qué consecuencias. Pero nadie duda de que este domingo, a pesar de que el sol y el calor en Cataluña invitan a la gente a irse a la playa ―es muy impactante el poco ambiente electoral que se percibe en Barcelona― los catalanes que decidan ir a votar marcarán el futuro de la legislatura y la resistencia de la delicada, pero de momento estable, mayoría con la que gobierna Sánchez.
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